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La historia de la mujer que venció todos los prejuicios y ahora es campeona de motocross

Dalila Hidalgo, además de competir, ayuda y empodera a mujeres para insertarse en el motocross.




Como si fuera una superstición, lo primero que hace esta mendocina de sonrisa amplia es apoyar suavemente el casco en la silla. “Tengo muchas cábalas con el casco, pero la principal es no apoyarlo en el piso, siento que si lo hago, me va a dar mala suerte”. Pero la suerte siempre estuvo del lado de Dalila porque, cuando una tiene clara su pasión, es difícil que algo se interponga: en su Junín natal y con tan solo 6 años, ella ya respiraba el amor por las motos y la velocidad. Todo empezó como un juego; eran tardes enteras sentada sobre la moto de su papá, corriendo carreras invisibles: “Estaba apagada, pero yo me imaginaba situaciones, la manejaba con mi imaginación. Ya desde que era una nena fantaseaba con cómo sería mi mundo compitiendo en un campeonato femenino”.
Pero cuando las fantasías de una niña se vuelven planteos de una adolescente, la historia se complica; si bien su papá y su tío eran fanáticos del motocross, en su casa nadie quería que ella se insertara en ese universo. “Siempre fue un deporte muy masculino, siempre en mi casa la moto fue del hombre, y en principio no había espacio para que ese lugar lo ocupara una mujer, y mucho menos yo”. Pero fue tal la insistencia que, cuando Dalila estaba a punto de cumplir los 15 años, le dieron a elegir entre la fiesta o un cuatriciclo y, sin dudarlo, ella eligió la segunda opción. Ese fue el inicio de su vida sobre ruedas, que a los 18 años la llevó a su primera competencia.
Igual que los caminos empinados y llenos de barro que transita en cada carrera, su propio recorrido no fue fácil: al principio, muchos organizadores de este tipo de competencias la rechazaban solo por el hecho de ser mujer. Y recién cuando notaron que terminaba en el primer puesto en todas las carreras –incluso en las que corrían los hombres– se fue ganando de a poco un lugar y el respeto de sus pares. “Fue tan triste sentirme excluida. Es por eso que hoy trato de ayudar a las chicas jóvenes que buscan iniciarse en este deporte”. Actualmente, Dalila da cursos y charlas para generar el espacio de contención que ella no tuvo, no solo dando a conocer su técnica, sino también escuchando y aconsejando a través de las experiencias vividas. “Si yo pude, que no tenía ni los mínimos recursos económicos..., ¿por qué ustedes no podrían hacerlo? Las ganas de hacer lo que les gusta y elegir este deporte con el corazón son las dos claves que necesitan para hacerse un lugar, eso es lo que siempre les digo a las chicas”, cuenta Dalila.

A la velocidad de su propio sueño

Motivos para abandonar, hubo miles: los prejuicios, la falta de recursos económicos –en un deporte que es muy costoso–, pero también hubo miles de motivos para seguir adelante. Conmovida, Dalila reconoce que su apoyo incondicional fue su abuelo Rafael: “Me acuerdo de él esperándome en la puerta de mi casa con una botella de agua y un cronómetro, él fue el primero que confió en mí”. Pero no fue el único. De a poco, y después de golpear muchas puertas, Dalila consiguió su primer sponsor oficial en una marca de aceites y lubricantes. Ese fue el pasaporte que la puso más cerca de cumplir su sueño: competir profesionalmente en una carrera internacional. Debutó en Estados Unidos y ahí corrió junto con 180 mujeres de distintas partes del mundo: quedó octava y fue la única representante de nuestro país. “Verme ahí, en ese podio, fue una imagen que se congeló para mí como mi gran sueño. No lo podía creer, ahí sentí que mi esfuerzo de tantos años estaba dando sus frutos”. A este triunfo, se sumaron otros en Chile, México, Ecuador y Portugal y, a nivel nacional, hoy corre en el campeonato argentino de motocross, donde ganó los últimos cuatro títulos nacionales.
Esta campeona de tan solo 34 años se reconoce competitiva en cualquier situación de la vida y admite que ganar le encanta. Aunque hoy dice que su mayor éxito fue hacer crecer la categoría de motocross femenino: hace años, era impensado que las mujeres estuvieran arriba de una moto compitiendo. Y cuando no está en alguna pista, su otro refugio lo tiene en su consultorio de kinesiología, en el que despliega su otra pasión vocacional.
El romance entre Dalila y su moto viene de lejos. Y tiene mucho futuro. “No estoy de novia, pero siento que solo podría estar en pareja con alguien que entendiera esta pasión que me mueve. Esa adrenalina de saltar o girar en una curva cerrada me genera un relax total”.

¿Cómo contactarla?

Dalila da cursos alrededor del país, hace asesoramiento online y está planeando un viaje a Buenos Aires en los próximos meses para dar capacitaciones y perfeccionamiento a las amantes del motocross.
Agradecemos a Silkolene Argentina por su colaboración en esta nota.

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