Este año se cumple medio siglo de la aparición de Magical Mystery Tour y Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
Por Santiago Llach
Rodamos por el ripio de una ruta patagónica y en los parlantes del auto suena Magical Mystery Tour, que quedó atorado en el equipo de música y es lo único que escuchamos en todas las vacaciones, una y otra vez. Mi hijo adolescente, que a diferencia mía tiene buen oído musical, sentencia: “Magical es el gran disco subvalorado de los Beatles”. Sí, pienso. Y me anticipo a que este año se cumple nada menos que medio siglo de ese glorioso 1967 en el que salieron a la venta Magical y Sgt. Pepper’s para hablar otra vez de nuestra banda musical de base.
1966-1970: en cuatro años, ya sin conciertos pero con disturbios al interior de la banda, los Beatles entraron en un trance creativo sin parangón, y lanzaron la fabulosa pentalogía de sus años lisérgicos: Revolver, Sgt. Pepper’s, White Album, Abbey Road y Let it Be. Colado en ese quinteto impecable, ese canon de un lenguaje que se volvió universal y transmitió formas de ver el mundo que todavía son las nuestras, Magical Mystery Tour merece largamente el título de Sexto Grande de los cuatro chicos de clase trabajadora de Liverpool.
El pop rock de los años 60 y 70 entra en la categoría de esos momentos de gran intensidad creativa que se dan en un lugar y una época: el teatro isabelino en Londres a fines del siglo XVI, la pintura italiana del Renacimiento o las cinco generaciones de alemanes que fundaron la llamada música clásica. Cada uno de esos movimientos es a la vez producto y motor de cambios sociales, culturales, políticos y económicos.
Desde mi recientemente adquirida posición de señor conservador, a veces tiendo a pensar que el rock, la música que mamé, es la banda de sonido del momento en que el mundo empezó a volverse loco. La contracultura de los años 60 solo pudo producirse como resultado de una era de prosperidad: en la posguerra mundial hubo un crecimiento económico nunca antes visto. La rebeldía de las juventudes de los países centrales fue hija de la riqueza. Fue un gran movimiento igualador y democrático: las formas de vestir, las de relacionarse sexual y sentimentalmente, y las de consumir entretenimiento unieron a ricos y a pobres (y también, a la larga, a jóvenes y a viejos: los Beatles son postas que unen a padres e hijos).
Pero también el rock, con su poder subversivo, diseñó este futuro de lazos líquidos y adolescencia extendida (o desorientación adulta). El rock puso en lo más alto la pérdida de referencias y el juicio permanente a lo establecido. ¿Eso es bueno o es malo? No lo sé. Supongo que, en muchos aspectos, es bueno.
Shakespeare, un autor y actor más entre los dramaturgos isabelinos, ni siquiera el más famoso de su época, se convirtió en una marca, y no solo en un emblema de su tiempo sino de todos los tiempos, en un representante y constructor de lo humano, en alguien tan impregnado en nuestra cultura que, cuando lo leemos por primera vez, sentimos que ya lo habíamos leído antes. Algo parecido pasa con los Beatles. Son los representantes en la tierra de la risa, el erotismo y la insolencia de los jóvenes para siempre, de la melancolía y el humor, son el impulso de vida traducido en canciones: no los podemos eludir.
En el arte, todo es finalmente subjetivo: se reduce, como en Facebook, a me gusta o no me gusta. No es obligatorio que nos guste nada. Como decía Borges, si no te gusta un libro, dejalo; lo mismo aplica para cualquier otro arte.
Pero hay artistas que llegan tan alto que parece imposible ignorarlos. Una de las cosas que hacen grandes a los Beatles es que unen popularidad y refinamiento. A partir de Rubber Soul, se lanzaron a una aventura experimental inesperada para un grupo de artistas que estaba en la cima de su popularidad. Ese riesgo y ese esfuerzo por educar a su público, por abrirse la cabeza y abrírsela a la gente, es admirable.
Los Beatles no hacían álbumes conceptuales, sino que agrupaban canciones. Quizás el más conceptual de sus discos es Sgt. Pepper’s. Pero el contraste azaroso de canciones las realza: así, en Magical (que en realidad no fue un LP sino dos EP rellenados) conviven baladas irrefrenables como “All You Need Is Love” o psicodélicas como “Strawberry Fields Forever” con la alegre y tierna “Penny Lane” o la habitual perla de George, el Beatle hipersensible, en este caso “Blue Jay Way”. La ampliación del rango sonoro de esos años de los Beatles es la de un grupo de seres humanos abriéndose a nuevas capas de conciencia: es la humanidad en expansión. Algo nuevo estaba naciendo, y todavía lo festejamos.
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