Las calles por las que anda la moda: el streetwear es cada vez más influyente
Entre los años sesenta y setenta del siglo pasado, cuando ya se había convenido que la alta costura valía ante todo como gran espectáculo, despliegue estacional de lujos y repertorio restringido a un ramillete de usuarias, sin incidencia directa sobre el devenir de las modas, la gente, más al tanto del asunto, fueran del negocio, de la prensa o bien público entendido, compartía una revelación: la verdad de la moda venía de la calle.
La rue era en París el santo y seña para penetrar los arcanos del estilo. Yves Saint Laurent no se contentaba con proclamarlo, también lo ponía en práctica en las colecciones de su línea de prêt-à-porter Rive Gauche, lanzada muy oportunamente por aquellos tiempos. Curiosamente, se inspiraba de las tendencias jóvenes y/o marginales (beatniks, mods, hippies, ondas étnicas) que surgían en oposición al sistema elitista del vestir en el que su trabajo y él mismo estaban incluidos. Pero al traducirlas a su idioma de moda, el modisto les daba las marcas de su estilo propio –entre otros, su noción de lo correcto, su gusto de la opulencia–, y así las despojaba del carácter desobediente que tenían en la calle. El nuevo chic que sus clientas adoptaban encantadas era una moda de calle reformada a la medida de sus escrúpulos estéticos.
Cuatro décadas más tarde, las categorías del gusto que imperaban cuando Saint Laurent coronaba la jerarquía de las modas han perdido hace rato su validez. Lo que define el estilo de nuestro tiempo época y crea un nuevo repertorio básico de uso general que perdurará por décadas es un surtido de prendas venidas de variadas procedencias sociales y culturales, urbanas y suburbanas. Es decir, las modas de las calles, que han penetrado la industria a todos sus niveles. Pero no hay ya necesidad de adaptarla, como hacía Saint Laurent, ni de disfrazarla o versionarla, y ni siquiera de hacerle retoques, por mínimos que sean. Ya que la moda de calle es el nuevo chic. Las marcas del segmento alto del mercado se contentan de reproducir en materias superiores que justifiquen los precios altos que practican los estilos que la calle adopta e impone: zapatillas, camperas, camisetas, abrigos, en materias accesibles, mixtas, sintéticos y algodones, creaciones originales de marcas independientes de difusión limitada.
Shayne Oliver, uno de los diseñadores de cabeza pensante que en años recientes dio mayor impulso y credibilidad a la moda urbana como factor de innovación con su marca Hood by Air, señalaba en una entrevista reciente, en el sitio web Nowfashion, que las marcas mayores que copian los estilos populares perjudican muy directamente a las compañías independientes y a las nuevas camadas creativas del streetwear.
En efecto, la estrategia de expansión de los conglomerados, mastodontes poderosos que ocupan todo el espacio comercial y absorben toda la atención de la prensa, hace arduo el posicionamiento de nuevos talentos, aún cuando están lejos de competir en la misma categoría de precios.
Las modas de calle, sin embargo, se hacen cada vez más influyentes. Más allá de sus efecto visuales, son otra expresión más de toda una diversidad nueva de individualidades y de géneros, y de configuraciones de vida.