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 • HISTORICO

Las mujeres y las bolsas




Una vez, de vacaciones en Florianópolis, un brasilero me confesó cuál era su método para identificar a las argentinas. "Siempre llevan un rodete o se atan el pelo haciéndose una cola en la parte superior de la cabeza". Nunca una característica resultó tan propia de una mujer argentina en situación de playa. Pero no es la única marca colectiva que las define, y acá no estoy hablando de su innegable belleza ni de su cuestionable histeria, cualidades siempre subjetivas y que dependen de quién sea el observador. Existe una práctica muy difundida al menos en Buenos Aires (sepan disculpar las lectoras del resto del país, no conozco tanto la Argentina) que ya es parte del paisaje en cada barrio por el que camino: la mujer siempre lleva, además de su cartera, una bolsa.
La culpa es del tupper con la vianda. O de la ropa para el gimnasio, o de las cosas pesadas, o de algún otro objeto; lo que hace inferir que esa culpa siempre tiene una explicación externa, nunca propia. Jamás un "me gusta llevar muchas boludeces" o "tengo problemas para elegir y por eso llevo todo". No importa qué tan grande sea la cartera porque nunca será suficiente, y no importa qué tan chica sea la bolsa, porque siempre será la indicada. Bolsa y mujer conforman una dupla indivisible, son carne y uña, verano y calor, revista de chimentos y playa. Resulta difícil pensar en una sin la otra.
Si llegaste hasta acá ya es momento de que pienses en esa "bolsa de bolsas" que hay en tu casa, la grande que guarda a las otras que vas acumulando para usar en el momento oportuno. Ahora seguí.
Pero hay bolsas y bolsas. Las hay de nylon -las de supermercado, verdes, negras, blancas, con logos o sin ellos, más finas o más gruesas- o de papel o cartón, con frases inspiradoras, mayor o menor resistencia al peso y -fundamental- la marca, la cual define la elección de una por sobre la otra. La marca y el diseño de la bolsa es lo que hace que muchas damas se inclinen por una y no por otra, porque no es lo mismo una bolsa de Paruolo que una de Marroquinería Leonardo (perdón, don Leonardo, pero es así). La marca de cada bolsa es símbolo de status y pertenencia, de decir "yo compro ahí, porque puedo y porque quiero", aunque haya sido sólo por una vez. La bolsa no sólo cumple una función de llevar y traer: también es un accesorio que viste y adorna, tal como lo hace un cinturón o una cadenita o un reloj, pero con el objetivo de exhibir aún más explícito. Es "mirá, no estoy usando mi saco de Markova porque hace 34º de térmica, pero lo compré".
La bolsa del Duty Free dice que viajaste, al igual que la de Forever 21 o de H&M. La bolsa del exterior es cotizada y expuesta en ocasiones pensadas: al gimnasio no se lleva la bolsa de Uniqlo ni de Barnes & Noble, pero sí al trabajo o a la reunión con ex compañeras, porque la bolsa puede ser el disparador de una conversación entre personas que no tienen mucho para decir. Las bolsas de tela -por suerte cada vez más visibles- demuestran cierta consciencia por el medioambiente, pero no dejan de exhibir cierta vanidad: no cualquier zapatería, librería o marca de ropa las entregan. Algunas tiendas, incluso, las venden, al igual que cualquier otra prenda.
Pero antes de que se enojen, es necesario aclarar que, aunque sea un comportamiento mayormente femenino, no sólo las mujeres eligen qué bolsa llevar: guardo con cariño mi bolsa del Apple Store o de Amoeba Music, con las que caminé las calles de Nueva York y de Los Angeles, sólo que allá era uno más del montón (de hecho, tenía miedo de caminar por la calle con una computadora en una bolsa, hasta que me di cuenta de que muchísimos llevaban una igual) y que acá no las uso. Cumplen la función de souvenir y, se sabe, los hombres no necesitamos llevar nuestra vida en cada salida: unos pocos bolsillos, o como mucho una mochila, alcanzan y sobran.

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