ARTE. Las paradojas de Miss Ramona
Por Juan Valentini Especial para VIA LIBRE
Los editoriales de Ramona giran hasta el mareo sobre un mismo tema recurrente: el poder. ¿Subtemas?, ¿motivos? El terreno que la revista se va ganando, lo mucho que sufre sus conquistas, el irónico lamento ante la pérdida de adhesiones, las soterradas amenazas contra los que deciden permanecer indiferentes o en esa clase de silencios que terminan siendo tan audibles...
A Ramona no le duele demasiado no tener mejor papel, pero sí carecer de toda la fuerza a la que aspira. El sueño es conquistar a todos. Por eso corren lágrimas debajo de su maquillaje de autosuperada. Ramona quiere hacer historia -ya tiene su lugar, qué duda cabe-, ser atacada y mimada, vilipendiada y servida (no tanto como la prostituta que le dio nombre, pero sí, por lo menos, como muchos hombres y mujeres que hacen de la histeria un culto), porque nada le importa tanto como ganarse el cielo y el infierno, para influir sobre ambos.
Paradójicamente, se desea a sí misma anárquica para cuidarse de que nadie quede afuera, o más bien para crear el lugar sin gobierno donde todos querremos estar (básicamente porque será el único en el que podremos). Si todos estamos con Ramona, Ramona será indestructible. Por eso no le corta el chorro a nadie, ni siquiera a los que son denostados en esas mismas páginas convulsas.
Iván Calmet sostiene que tener a Ramona de enemiga sería demasiado peligroso, porque equivaldría a tener cientos de enemigos juntos. Agrego algo peor: son enemigos que no están de acuerdo entre sí salvo por el hecho de compartir un mismo canal de comunicación. La unidad en la diversidad que hay en Ramona, y que nace del no siempre genuino respeto, aunque sí entusiasmo, por la opinión del otro, es el arma principal de su proyecto imperialista. Citemos al respecto a Lux Lindner: "El único enemigo de Ramona es el silencio". Lo cual quiere decir: lo único que no soportaría Ramona es la invisibilidad. Una paráfrasis: "Expande tu idea de democracia, se dijo un día Washington, y serás dueño del mundo".
Ramona, pues, va en camino de solidificarse hasta perder la última grieta. Clamará entonces por algún enemigo que la asista en su locura de vieja, y al no encontrarlo preferirá morir. Morir para volver a nacer, para seguir negándose, para seguir construyendo su mito.
Ramona es el ideal de todo editor realmente ambicioso: no ser una, sino todas las revistas.
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