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 • Historias

Le detectaron un cáncer y a partir de su enfermedad creó un emprendimiento de turbantes




Tenía 21 años cuando le dijeron que tenía un linfoma de Hodgkin. Perdió el pelo pero no la garra: a partir de su enfermedad, creó un emprendimiento de turbantes y vinchas que la rompe.
Carmela Bustelo se conecta y del otro lado de la pantalla se ve una sonrisa fresca en la que no hay un solo indicio de adversidad. Tiene 24 años, lidera un emprendimiento exitoso y muchas personas le escriben a diario para agradecerle la inspiración. Hace tres años fue a la guardia por lo que creyó una gripe y quedó internada porque alojaba un linfoma de Hodgkin tan grande que los médicos que vieron las placas dieron por sentado que el radiógrafo se había roto. Hoy siente que esa paliza le sirvió para despertar, y confía en que compartir su historia es una forma de ayudar a otros a fortalecerse.
¿Cómo fueron los indicios de que algo andaba mal?
Yo tenía una vida normal, me había venido de Bahía Blanca a Buenos Aires para estudiar arquitectura, vivía sola. Tenía 21 años, la carrera al día. Me encantaba salir con mis amigas, todos los domingos iba a la cancha con mi papá a ver a River. Nunca me habían operado, nunca tuve un problema de salud... Pero en mayo de 2017 empecé con una tos seca. Me hice ver, no encontraban nada grave; la tos seguía, pero no habían encontrado nada. De hecho, corría seis kilómetros por día, iba al gimnasio, pero a la vez le decía a mi mamá: "Hay algo que no está bien". Y bueno, un sábado una amiga insistió en llevarme a la guardia. Al final accedí. Me dijo que me esperaba en la puerta con balizas, pero le dije que no hacía falta. Entré a las tres de la tarde y cuando, a las nueve de la noche, nos dieron los resultados, me dejaron internada porque tenía una masa de 17 centímetros. Yo pensé: "Una masa..., ¿mocos?", pero mi papá preguntó si una masa era un tumor.
De decir "tumor" a decir "cáncer" puede haber un abismo, ¿no? ¿Ese abismo se saldó ahí? ¿Vos cuándo dijiste "tengo cáncer"?
Semanas después. Yo esa noche ni siquiera sabía lo que era un tumor. Quince días más tarde me dieron el diagnóstico: linfoma de Hodgkin. Hice un primer esquema de quimios que dio resultado parcial, dos más que no funcionaron y después otro que sí y entonces pude hacer un autotrasplante. Pasé veintiún días internada, con una semana de quimio continua, aislada, sin ver a nadie porque te quedan las defensas en cero; yo tenía 61 glóbulos blancos, cuando hoy en día tengo 7000. Pero ese trasplante tampoco dio resultado, así que tuve que seguir con otra quimio que, por suerte, sí funcionó y ese esquema es el que hago actualmente.
¿Cómo cambió tu vida?
Pude terminar cuarto año, pero no cursar quinto ni recibirme al año siguiente. No pude ir a la cancha ni salir a ningún lado durante siete meses. Cambió mi alimentación. Pasé a vivir en una cajita de cristal.
¿Hiciste algún camino espiritual que te permitiera llevarla mejor?
Yo soy creyente. Llamalo Dios, Vida, Universo, lo que quieras, pero estoy segura de que hay algo superior que para mí es Dios. Dos años antes de todo esto me había tatuado "Dios no comete errores", así que nunca me pregunté "¿por qué me pasa a mí y no a otro?"; siempre fue "¿por qué no me va a pasar a mí?, ¿quién soy yo?". Sí me preguntaba el para qué.
"Yo no le deseo a nadie que le pase lo que a mí me pasó, pero es todo un aprendizaje enorme, un despertar: es una piña que la vida te pega para mostrarte que estabas completamente dormida".
¿Creés que hubo un "para qué"?
Sí, claramente. Yo siempre había odiado a los psicólogos, y el día de mi primera quimio estaba retorcida en mi cama, no daba más, y mi mamá no tuvo mejor idea que traerme una psicóloga... ¡Casi la mato! Y resulta que esa psicóloga –que hoy es mi ángel y tuvo la misma enfermedad– me dijo: "El peor momento de tu vida también puede ser el mejor". Y yo pensé: "Claro, vos porque ya estás curada", pero la verdad es que empezaron a pasar cosas espectaculares. Yo no le deseo a nadie que le pase lo que a mí me pasó, pero es todo un aprendizaje enorme, un despertar: es una piña que la vida te pega para mostrarte que estabas completamente dormida.
¿Es un quiebre? ¿Un paréntesis? ¿Algo que te acompaña siempre?
Yo al principio sí creí que era un paréntesis, pausa-play, pero otra cosa que entendí con mi psicóloga es que esto va a pasar y va a terminar y voy a estar bien, pero me van a seguir pasando cosas... ¡Es la vida! Hoy es la quimio, mañana será algo con mi pareja, mi laburo, mis hijos, lo que sea.
¿Cómo nació House of Cholas?
Cuando se me empezó a caer el pelo, me lo corté y me mandé a hacer la peluca, pero me incomodaba usarla sola, entonces mi psicóloga me prestó las vinchas y los turbantes que había usado ella. No eran muy mi estilo..., así que mi mamá mandó hacer algunas. ¡A mis amigas les fascinaron! Empezaron a pedirme que se las prestara, y yo decía: "¡Chicas, me están jodiendo!". Justo entonces estaba en medio de un esquema de quimio y, buscando con qué entretenerme para que no se me hiciera un chicle, se me ocurrió abrir un Instagram para ofrecer vinchas y turbantes. La verdad, pensé que no iba a vender ni uno. Pero estallaron las ventas y los mensajes. Y para mí, que venga alguien y me diga que lo inspiré es muy loco. Que mi historia llegue a otros y produzca algo, es impagable.
¿Por qué turbantes y vinchas?, ¿para verte linda o hay algo más allá?
Va mucho más allá de lo estético: cuando te mirás al espejo y te ves pelada, es la enfermedad mirándote a los ojos. Mi emprendimiento se llama House of Cholas (@houseofcholas) porque mis amigas me dicen Chola y yo quiero que cada chica que las use tenga esta onda que le puse yo a la vida: bien girl power.

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