Bajo la actual amenaza de desfinanciamiento de la salud pública, o del efectivo retraso en la entrega de medicamentos para tratamientos de VIH, estos dos libros diferentes –publicados casi en sincronía– traen a escena vidas, sexualidades y grandes amores que conviven con el virus: si hay un pasado que busca actualizar su costado neoliberal, los escritores oponen una distribución generosa de historias íntimas que desestigmatizan y resignifican la realidad.
Hospital Francés
El relato transcurre años antes de que el hospital desapareciera tras una quiebra penosa; por ello, la internación narrada no puede ser sino en condiciones precarias, llena de violencia institucional, mala praxis y discriminación. Esta historia, la de Jorge, internado, y su pareja, quien narra y vela a su lado, sentado en una reposera en el sector improvisado para los enfermos infectocontagiosos, es una exploración entre crónica y nouvelle, pero la síntesis que alcanza rebasa lo que se ha dado en llamar periodismo narrativo. Daniel Gigena (1965) ya había sorprendido con estas mixturas en su anterior libro Estados (La Expo –Alto Pogo, El 8vo. Loco y Milena Caserola–, 2014), que recopila los breves textos de su muro de FB, en los que el off de su actividad como crítico cultural son la excusa para planear por paisajes más personales e iconoclastas. En Hospital Francés (Caleta Olivia, 2018), seleccionado por la Secretaría de Cultura para la feria de Fráncfort, autor, narrador y personaje están deliberadamente en tensión.
Confundirlos es parte del efecto testimonial que se busca, de escuchar el habla del sobreviviente: por momentos ensoñación diurna, historia de amantes y, por otros, el texto no escatima referencias directas de una Argentina noventosa sin matrimonio igualitario, con altas tasas de desempleo, médicos, enfermeras y oficinistas de obras sociales viles y homofóbicos. El texto de Gigena arremete con melancolía, humor y, sobre todo, con el ejercicio de una memoria crítica que quiere legar, contra la institución y lo instituido: "Odiaba al Hospital Francés más que a cualquier otra cosa, lugar o persona en el mundo. En esa época de atentados terroristas en la ciudad de Buenos Aires, soñaba que una bomba hacía volar por el aire el establecimiento. Veía en mi mente los rostros desconcertados de las enfermeras y del enfermero, brazos y piernas con uniforme, cuerpos despedazados que habían caído encima de la copa de una magnolia como las flores indeseables que eran". Si odiar mantiene vivo a este narrador, su escritura es, como promueve Audre Lorde en "Los usos de la ira", "un acto de clarificación liberador y fortalecedor, que sirve para identificar quiénes son nuestros aliados y quiénes son nuestros auténticos enemigos". Una diatriba con el espesor de la literatura que su autor colma con la poesía, a la que siempre le hace lugar donde quiera que participen sus textos.
Positivo: crónicas con VIH
La editorial De Parado compila las crónicas que Pablo Pérez (1966) publicó de manera semanal en el suplemento Soy de Página/12. Autor de la novela Un año sin amor (Perfil, 1998 y Blatt&Ríos, 2015) –llevada al cine por Anahí Berneri en 2005–, entre otras, en este libro el camino es inverso: el escritor se asoma al periodismo y el resultado son estas crónicas exuberantes.
Publicadas entre 2010 y 2013, el clima de época ya es otro: el espaldarazo legal está vigente y los protagonistas de estos relatos ya no se mueven tan en la intemperie. Buscan, al contrario, continuar con sus vidas gozosas, con sus desavenencias de pareja y sus encuentros de alto voltaje, cuero, caño y un sinfín de posibilidades eróticas que emancipan al cuerpo enfermo: "Con dedos de araña le entallaba con hilo y aguja la minifalda a L, entregadísimo. La respiración de La Loba contra su cóccix lo excitó y la pollerita se abrió como un telón". Tratamientos, cines y el avant garde del tindereo son rutinas que, además de darnos lo mejor de la escritura, no olvidan su costado periodístico y nos incluyen en mundos de los que, lamentablemente, todavía sabemos muy poco: los barrotes de clase, género y condición sexual vuelan por el aire, y solo quedan los que los amos y los esclavos, en sus pactos de placer, conservan.
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