"Lo mío es mirar hacia adelante"
Ignacio Guido Montoya Carlotto o la vida después de descubrir su verdadera identidad
El día en que cumpla 84 años, Estela de Carlotto recibirá un regalo que nunca soñó en los 36 años que buscó sin descanso al hijo de su hija asesinada. Ese día, el 22 de noviembre próximo, Ignacio Guido Montoya Carlotto, el hijo que su hija Laura parió engrillada y encapuchada, tocará el piano para ella, en un concierto en su homenaje en el Teatro Argentino de La Plata.
Esa tarde de noviembre, en el coliseo de la ciudad donde vivió Laura, se proyectará también un corto cinematográfico sobre la vida de Estela, la abuela que buscó por el mundo entero a su nieto tras saber que su hija había dado a luz en cautiverio. El microfilm del cineasta Nicolás Gil Lavedra incluye la recuperación del nieto 114 de las Abuelas de Plaza de Mayo, tres décadas después de iniciada aquella búsqueda.
En este corto cinematográfico aparece el joven músico, el nieto recuperado hace dos meses, tocando el piano tal como lo hará en el cumpleaños de Estela.
Ahora, en un estudio de grabación de la calle Serrano, Ignacio Guido protagoniza la filmación de la escena.
Toma 114. Corte segundo. Una inmensa cámara registra al joven sentado frente a un piano de cola negro mientras interpreta una melodía suave.
En un alto en la grabación, Ignacio, como insiste en que lo llamen, se sienta en un sillón con tapizado colorado, respira profundo antes de hablar con la nacion revista y afirma: "La música es la identidad que encontré antes de saber quién era".
La música es lo único inalterable en la vida de este artista que compuso la canción Para la memoria para no olvidar el golpe militar del 24 de marzo de 1976 antes de saber que él era una víctima de esa historia. Este artista que en la canción Virtud del viento escribió: "Canto para no morir… del cielo somos lágrimas", antes de saber que era hijo de desaparecidos.
Toda esta verdad se reveló para Ignacio a partir del 2 de junio último, día que festejaba su 36° cumpleaños en Olavarría.
Entonces se enteró de que era adoptado. Una persona ajena a la familia acercó el dato anónimo.
Desde aquel día, su mujer, María Celeste, jugó con la imagen de Estela e Ignacio e hizo un photoshop con los dos retratos. Las dudas aumentaron. Ignacio recurrió a la Comisión Nacional de Derecho a la Identidad y tramitó un estudio de ADN que permitió cruzar sus datos genéticos con los de miles de desaparecidos. Finalmente, el 5 de agosto último supo que era el nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, el hijo de Laura y de Puño Montoya. "Lo acepté inmediatamente", asegura ahora Ignacio, al recordar la noticia desde el estudio de grabación de la calle Serrano. "En estas cosas no te podés hacer el distraído."
CUATRO PAPÁS
Desde entonces Ignacio intenta recuperar su identidad, esa palabra que él define como "el equilibrio entre lo que fui, lo que soy y lo que voy a ser, según las circunstancias van transformando mi ser". Y que según su entender "tiene estricta relación con la memoria".
Hoy su identificación con Ignacio Hurban, nombre que le dieron sus padres de crianza, Juana y Clemente Hurban, es parte de su pasado. Él ya resolvió llamarse Ignacio Guido Montoya Carlotto, para llevar el nombre que le dio Laura. Y el apellido que le dio su padre biológico, Oscar Puño Montoya. Laura estudiaba historia. Oscar era músico.
Ignacio encontró la música antes de hallar su verdadera filiación. "La música irrumpió con la fuerza de la verdad. Hay información que se pasa de padres a hijos", reflexiona ahora el músico, devenido en una suerte de celebridad, mientras espera grabar la última toma de la película en la que toca el piano.
Creció en una humilde casa de campo con molino de viento, en las afueras de Colonia San Miguel, donde recorrió durante su infancia más de 20 kilómetros en bicicleta, dos veces por semana, para tomar clases de piano. El niño desconocía su verdadera identidad, pero se empeñaba en desafiar su destino como peón rural. Se empecinaba en tomar lecciones de música con el maestro Javier el indio Martello.
Por tesón y esfuerzo, Ignacio tuvo un primer teclado a pilas que le regaló Clemente para complacer su insistente pedido. "Volvía de la clase y tenía que tocar todo lo que había aprendido para no olvidar –evoca el pianista–. Pero las pilas se acababan demasiado rápido…"
Más tarde, dada su inalterable convicción, Ignacio estudió música en el Conservatorio de Olavarría, mientras cursaba la carrera de maestro mayor de obras. Finalmente se decidió a ser músico y viajó a Buenos Aires para estudiar en el Conservatorio Roma, de Avellaneda. Durante los años siguientes formó sus primeros grupos de jazz y de tango, pero nunca pudo responder a una pregunta: de dónde provenía su deseo de ser músico. La respuesta llegó con la revelación sobre la identidad. Ignacio es hijo de un músico que no conoció.
Mientras el realizador Nicolás Gil Lavedra repasa la toma 114 de Verdades verdaderas, Ignacio habla de sus cuatro padres. "Dos –Laura y Puño– me enseñaron a morir por lo que uno cree. Y dos –en abierta referencia a Clemente y Juana– me enseñaron a vivir por lo que se ama."
No tiene resentimiento ni enojo para los peones rurales que lo criaron con amor. Por el contrario, espera que Clemente –citado por la jueza María Servini de Cubría para declarar por falsificación de documento e inserción de datos falsos junto con el médico Julio Sacher– pueda demostrar que lo tomó de buena fe. Según una investigación judicial en curso en los tribunales federales, el niño habría sido entregado a los peones rurales por un destacado miembro de la Sociedad Rural de Olavarría, Francisco Pancho Aguilar, fallecido en marzo último. Ahora la justicia trata de indagar la responsabilidad de Sacher y de Hurban.
Ignacio nunca buscó a Sacher, el médico que figura en su partida de nacimiento como asistente del parto, pese a que vivía en su misma ciudad, Olavarría. "Nunca se me cruzó por la cabeza preguntarle nada. Eso es trabajo de la justicia", dice el músico de manera tranquila.
"No estoy enojado con nadie. Yo creo en la buena fe de mis padres; sería triste que ellos terminaran mal. Espero que esta historia pueda terminar bien. Tiene que terminar bien. Esa es la manera real de cerrar viejas heridas y no abrir nuevas", se esperanza.
Para Puño y Laura
La noche anterior a la grabación de la película, Ignacio tocó en el edificio donde funcionó la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los mayores centros de tortura durante la última dictadura militar. Allí se presentó el joven junto a su grupo compuesto de guitarra, clarinete, flauta, bajo, batería, contrabajo y piano.
Asistieron las dos familias, Montoya y Carlotto, que, según sus palabras, "vinieron desde muy lejos y desde mucho tiempo para establecer una relación que fue interrumpida por casi toda una vida".
No fue la primera vez que tocó en ese espacio, ya lo había hecho otras dos veces antes de ser un nieto recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Entonces se anunció al público como Ignacio Hurban Grupo. El 2 de octubre último se presentó como Ignacio Guido Montoya Carlotto Grupo, para "exorcizar el lugar, llenarlo de música y de alegría".
En la primera fila, junto a Estela de Carlotto estuvo sentada su abuela paterna, Hortensia, la mamá de Oscar, de 92 años, que viajó desde Santa Cruz para asistir al concierto por pedido de su nieto. "¿Cómo no voy a venir? Me lo pidió mi nieto", enfatiza Hortensia a la nacion revista.
Estela llegó acompañada por sus tres hijos: Guido, Remo y Claudia, y sus catorce nietos. Hortensia llegó junto a sus dos nietas, Sabrina y Melina, y su bisnieto Lorenzo. Las dos asistieron al Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti arregladas y perfumadas, con sus bastones de madera en mano y enormes sonrisas en los rostros iluminados por la presencia del nieto recuperado.
Ignacio subió al escenario con una remera turquesa con la inscripción Puños en el aire. Puño, el músico desaparecido, estaba de manera simbólica en el recuerdo de su hijo. "También se lo dedico a Laura, sí", dijo el músico esa noche a la nacion revista.
Laura estuvo detenida en ese centro clandestino antes de ser trasladada a La Cacha, otro centro de torturas en las afueras de La Plata, donde se presume que parió a Ignacio Guido. Madre e hijo estuvieron juntos apenas cinco horas antes de que el bebe fuera arrancado para siempre de sus brazos. Laura apareció más tarde con un tiro en la cabeza.
Tres décadas más tarde, esa noche del 2 de octubre en la ex ESMA, Ignacio y Estela se fundieron en un abrazo detrás del escenario. "¿Te gustó, abu?", preguntó el joven. "Sí, mucho. Sos muy dulce", le respondió Estela. Los dos hablaron sobre la canción Para la memoria. Estela no dijo que unas lágrimas corrieron por sus mejillas durante la interpretación. Ignacio no recordó el nombre de la exposición fotográfica sobre desaparecidos que lo inspiró para componer la letra. Estela lo ayudó a recordar el nombre de la muestra: Ausencias.
Esa noche en la ex ESMA, Estela les contó a los periodistas presentes que durante 36 años le pidió a Dios no morirse antes de abrazar a su nieto, y que ahora le pide no morir para seguir abrazándolo.
Un día después de ese concierto durante esta nota, el reportero gráfico indagará sobre el momento oportuno para retratar al músico y su abuela, en un abrazo espontáneo. "En el cumpleaños de la abuela", dice Ignacio, sin dudar. "Voy a tocar en su honor el 22 de noviembre en el Teatro Argentino de La Plata. También se proyectará el final de la película", sostiene una vez que la grabación terminó y que sale a la calle Serrano.
Pero antes habrá otros conciertos, otras giras. Ignacio, que ya viajó a Mendoza y a Entre Ríos –con un dúo de tango y con otro trío de jazz–, se presentará con su septeto en el ND Teatro el 1° de noviembre próximo. La banda que lo acompañará en el escenario está compuesta por Inés Maddío (voz), Valentín Reiners (guitarra), Ingrid Feniger (clarinete), Luz Romero (flauta), Juan Simón Maddío (batería) y Nicolás Hailand (contrabajo). Ignacio tocará el piano. El repertorio incluirá varias de las canciones que Ignacio escribió antes de saber que era Guido. Para la memoria estará entre las obras expuestas en ese auditorio: "Cargando en ancas los hombros se van quedando los años/ no se han cerrado las puertas ni las heridas de antaño./ Si lapidando al poeta se cree matar la memoria/ que más le queda a esta tierra que va perdiendo su historia", es parte de la letra que resonará en ese teatro. El joven músico apenas puede creer que tenga en agenda esa fecha en el teatro en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: antes su grupo salía de gira por ciudades chicas del interior provincial. El fin de semana después de la gran noticia que cambiaría para siempre su vida, Ignacio –admirador de Horacio Salgán, Carlos Aguirre, Diego Schissi y Ernesto Jodos– tenía programada una fecha en la ciudad de Bolívar. Dos meses más tarde ya tocó junto con León Gieco y Raúl Porchetto en Arte para la Memoria. Ahora ensaya para el ND Ateneo.
Un día después de esa presentación Ignacio viajará a Roma junto a Estela para visitar al papa Francisco en el Vaticano. La idea de Ignacio es ayudar la búsqueda de las Abuelas de Plaza de Mayo para intentar recuperar otros cientos de nietos que aún no fueron encontrados. A partir de que cobró notoriedad, sus discos Musa rea y Sueños abiertos, que antes estaban arrumbados en una caja en la humilde casa de Olavarría, ahora se venden en Buenos Aires. En medio de esta inesperada fama el músico no aspira a cargos políticos, sino a cambiar el mundo a través del arte. Desde ese lugar defiende la libertad "como el aire que respiramos. Por nuestra libertad muchos quedaron en el camino", reflexiona. Pero él no se aferra al pasado. No irá a escuchar la sentencia en el Juicio de La Cacha, donde se juzga a militares y policías que actuaron en ese centro de detención clandestino. "Lo mío es mirar para adelante, para no volverme loco", dice Ignacio, que ya sueña con tener un hijo junto a María Celeste. "Yo dejo que la vida me sorprenda: recibí propuestas inesperadas como esta película (que termina de filmar). proyectos musicales como tocar en el ND Teatro y en el Teatro Argentino... Casi todo en mi vida es música."