Me pregunto si los chinos tienen las mismas presiones cuando se termina el año, digo, los mismos momentos de balance, las mismas expectativas para lo que llega o hasta esa angustia chiquita por el año que se va que me agarra a mí la mayoría de las veces. ¿Cosas que nos pasan a todos los seres humanos o algo cultural? ¿A quién le importa, no? Probablemente concluyamos que se trata de mí, de que soy una loca de "miércoles" y que estas cosas me trastornan. Creo que es el cambio más que nada y si escucho a alguien más enumerando todas las razones por las que tengo que estar agradecida (como si estuviese ciega) temo reaccionar. Mal.
Sumados a todos los factores más allá del fin del año del conejo llega también ese mail para juntarse "con las del cole" y después con la de los de la otra agencia en la que laburé recién recibida. No tengo ganas.
-Por lo menos andá y deciles que tenés novio.
Mara está intratable.
-¡No seas patética, querés!
-Bien que te rompía la preguntita esa otros años, eh.
-¿Estás con alguna insatisfacción vos, mamita? ¿Qué te la agarrás conmigo? ¿Poco sexo, tedio, aburrimiento matrimonial?
Estamos en esos momentos de la relación que se define básicamente como: "Con amigas como vos, ¿para qué necesito enemigos?
Respiro hondo y no respondo.
Ya empiezo a cancelar noches de diciembre. El balance del año lo pateo, como una pelota.
LA NACION