Los 100 del siglo
La muerte anónima. Dios está bien y atiende en Roma. Chau, secante. El principio del fin. ¿Para cuándo la vacuna? Algo helado a proa
Tenían nombres risueños, tiernos: Muchachito y El Gordo (Little Boy y Fat Man), pero las llevaron con toda la cautela del mundo de Los Angeles a Tinián, en las islas Marianas, a bordo del barco Indiana. Cualquier cuidado era poco. Las dos bombas atómicas eran, en 1945, los aparatos más peligrosos jamás inventados por el hombre. Lo demostraron cuando las dejaron caer. El señor Paul Tibbets entró en la historia por la puerta más desdichada: fue el piloto del Enola Gay, el avión que lanzó a Little Boy sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, exactamente a las 8.15. La bomba estalló 45 segundos después, y mató enseguida a 100.000 personas. Otras 20.000, alcanzadas por las radiaciones, morirían después. Chicos que aún no habían visto el sol pagarían después la cuenta de conflictos ajenos, al nacer con tremendas malformaciones. Hiroshima fue un horno, del que surgían vientos que avanzaban a 1200 kilómetros por hora. Tres días después fue el turno de Fat Man, causando un efecto ligeramente menor (36.000 muertos y 40.000 heridos), pero suficiente para que Japón capitulara sin condiciones, el 14 del mismo mes.
La máquina de matar, desarrollada a la perfección por el alemán Robert Oppenheimer, es hoy casi un bebe: existen bombas aún más fatídicas. Están almacenadas, esperando el día del Apocalipsis.
Dios está bien y atiende en Roma
La creación del Vaticano, el Reino de los Cielos en 44 hectáreas
A instancias del papa Pío XI y con la aquiescencia de Mussolini, el 11 de febrero de 1929 Italia y la Santa Sede suscriben el Tratado de Letrán por el cual se crea el Estado de la Ciudad del Vaticano.
En términos de su extensión territorial es apenas un pañuelo de 44 hectáreas. Pero tiene soberanía absoluta; está libre de cualquier poder político que puede condicionar su actividad pastoral. En contrapartida, la Iglesia resigna controvertidos derechos históricos que teóricamente ponen a toda Italia en situación de propiedad pontificia.
Pío XI explica a los cardenales que "a causa de las indudables ventajas que se nos presentan en el terreno espiritual, hemos tenido que resignarnos a sacrificar mucho de lo temporal".
Chau, secante
La invención del bolígrafo, infaltable en la cartera de la dama y en el bolsillo del caballero
El señor Ladislao José Biro es un periodista húngaro de mitad de siglo, cuyo genio despierta irritado cuando su pluma fuente se queda sin tinta durante un reportaje. No quiere que le vuelva a ocurrir el percance y, de paso, decide que tampoco le gustan los dedos manchados ni las anotaciones borroneadas. Se inspira en las rotativas de los diarios para imaginar un lapicero que escriba como una impresora, empleando conservadoras cantidades de tinta.
De su inspiración nace el bolígrafo. Y nace en 1942 y en la Argentina, donde el señor Biro ha llegado dos años antes, escapando de los horrores de la guerra. Su historia se escribe con Birome.
El principio del fin
El gobierno peronista de 1973 fue el aperitivo para los peores años políticos de la Argentina en el siglo
El gobierno de Héctor Cámpora fue llamativamente breve: duró del 25 de mayo al 13 de julio de 1973. En ese lapso tan breve, hubo tiempo para muchas cosas, entre ellas una que después tendría importancia capital: la eliminación de 13 almirantes anteriores a Emilio Eduardo Massera en el orden de sucesión y el nombramiento como jefe de la Armada de quien, en su hora, habría de ser protagonista del golpe militar más cruel de nuestra historia.
A la fórmula Cámpora-Solano Lima la sucedió Raúl Lastiri, a Lastiri lo sucedió un Perón ya terminalmente enfermo, a Perón lo sucedió Isabel. Y cada día que pasaba anticipaba el naufragio final. Por supuesto, la guerrilla, los choques entre la izquierda y la derecha peronista y el peor de la película, José López Rega, daban el tono, pero es cierto también que la economía no ayudaba. Del Pacto Social imaginado por el ministro José Ber Gelbard, cuya aplicación produjo la súbita desaparición de artículos esenciales de los estantes que solían ocupar y el apogeo del mercado negro, pasamos al Rodrigazo del ministro Celestino Rodrigo, que el 5 de junio de 1975 anunció un paquete que incluía una devaluación del ciento por ciento. Quienes, por ejemplo, acababan de vender una casa, se encontraban con un puñado de papeles sin valor entre las manos, apto, sólo para comprar unos kilos de yerba. Los siguientes ministros de Economía -Pedro Bonanni, Antonio Cafiero y Emilio Mondelli- no consiguieron que rebrotara la ilusión.
Después del fallido ensayo general del 19 de diciembre de 1975, la compañía militar levantó el telón a la 0.45 del 24 de marzo de 1976. Y estrenó su tragedia. María Estela Martínez de Perón fue conducida a El Mesidor, en Neuquén, y ya pocos se acuerdan de sus admoniciones de tía de nervios alterados, de su peinado con forma de tetera y de ese récord que nadie podrá quitarle: haber sido la primera mujer presidenta de la sufrida nación argentina.
¿Para cuándo la vacuna?
Aunque hubo avances, falta todavía la estocada final contra el SIDA, la plaga del fin de siglo
Hay 27 millones de personas en todo el mundo que están contagiadas del HIV y no lo saben. Cuando la humanidad se había sacudido un par de prejuicios acerca del sexo, el virus de inmunodeficiencia humana (HIV) vino a cambiar los usos y las costumbres en las relaciones humanas y a reimponer el preservativo -una cosa casi demodée- en el mercado.
Se cree que el virus llegó al hombre desde los monos verdes del Africa hace unos 35 años, aunque el SIDA no fue reconocido como enfermedad hasta 1981. Como casi todas las cosas, afecta mucho más a las naciones pobres: en los países africanos del sur del Sahara, cerca de 4 millones de personas por año se contagian el virus y la expectativa de vida bajó de 62 años a 50. En Europa, sólo hay 30.000 nuevos infectados anualmente. La enfermedad, que se creía privativa de ciertos grupos de riesgo como homosexuales o adictos a sustancias inyectables, es hoy una epidemia mundial. En 1997, 5.800.000 personas se infectaron y se calcula que 30.600.000 seres en todo el mundo viven con HIV o SIDA. De ellos, 20.800.000 habitan en los países al sur del Sahara. Desde el comienzo de la epidemia hasta hoy, el total de muertes ha sido de 11.700.000 personas. Por día se producen cerca de 16.000 nuevas infecciones.
Si bien se intenta crear una vacuna, la mayor esperanza para quienes ya están infectados es la posibilidad de cronificar la enfermedad a través de los nuevos cócteles de drogas y transformarse en portadores asintomáticos.
Pero la pregunta que todos se hacen es: si el SIDA seguirá despertando en el futuro la misma discriminación que hoy y cómo se las ingeniará el mundo para convivir con más de 30 millones de personas enfermas crónicas de SIDA sin que nadie les dé trabajo, atención médica ni posibilidad de tener una vida plena.
Algo helado a proa
Peary avista el Polo Norte en 1909
La historia del explorador norteamericano Robert Edwin Peary está envuelta en dudas y certezas. Se lo reconoce como el primer hombre en haber llegado al rincón más lejano del planeta, el Polo Norte. Pero, a pesar de que es vastamente posible que llegara, no son pocos los que niegan que haya sido el primero. Uno de ellos fue Frederick Cook, antiguo compañero de Peary, que dijo haberlo logrado antes, cosa que nunca pudo ser comprobada.
La duda se instaló a fines de la década del 80, cuando se argumentó que Peary había falseado sus registros de posición. Años después, en 1989, se pudo demostrar que efectivamente el explorador había alcanzado un punto muy próximo al lejano polo.
Peary nació en Pensilvania el 6 de mayo de 1856. Ingresó en la marina de guerra en 1881, y el 6 de abril de 1909 logró llegar, según parece, al Polo Norte. Murió en Washington, el 20 de febrero de 1920, entre la gloria y cierto misterio.
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