Makers: del "hágalo usted mismo" al "háganlo todos juntos"
A través de la experiencia colaborativa y la tecnología, este movimiento propone materializar las ideas
Quería hacer unos objetos para su casa y buscando información en Google se topó con el mundo del "Hágalo usted mismo". Allí, Mara Provenzano, licenciada en comunicación social, descubrió que a las personas que participaban de estos foros se las llamaba makers (hacedores): una gran fuente de inspiración para diseñar y producir su propia vajilla. La clave, dice, era hacer antes que comprar. Debatiendo esto con la comunidad NETI (sigla de "no todo está inventado"), un grupo de desarrollo tecnológico que integra, se dieron cuenta de que ellos mismos eran parte del movimiento maker, una subcultura que ha pasado del "Hágalo usted mismo" al "Háganlo todos juntos", y que alguno ya señala como la nueva revolución industrial.
"Es una experiencia colaborativa –cuenta Provenzano, que investiga el tema para su tesis de maestría–. Toma el modelo de negocio de lo digital y lo pasa al mundo real de las cosas, creando una economía de intercambio basada en la participación y la conexión."
El movimiento maker, integrado por estudiantes de carreras técnicas, inventores, emprendedores y profesionales de distintas áreas, supo entrecruzar la cultura digital con la de garage, el desarrollo de software con la manipulación de un torno y las redes sociales con el intercambio de ideas cara a cara para democratizar los medios de producción. ¿El objetivo? Materializar proyectos sin perder de vista que el motor es el hacer y que los fracasos son parte del aprendizaje.
Un ejemplo local de esta dinámica fue la Netiaton, una maratón de construcción colaborativa organizada por Neti2 el año pasado en el Club Cultural Matienzo. A Victoria Boccassini, diseñadora industrial, le llegó la invitación vía Facebook. Ese sábado llegó sola y se integró enseguida a uno de los grupos. No conocía a nadie y las profesiones eran muy variadas. Tanto, que quien la sacó de una engorrosa cuenta para hacer un hexágono fue un maestro de grado que con un lápiz y un piolín atado lo resolvió en segundos. Así, a medida que surgían opciones para crear una huerta modular, se construían las maquetas y los prototipos con ayuda de herramientas e impresoras 2 y 3D.
Al final de la jornada había nacido Green Bee, una "huerta hidropónica modular hogareña" que utiliza agua en vez de tierra y que al constar de módulos verticales permite que el usuario la configure a su medida. "Cada vez somos más los que disfrutamos de estos espacios. Nos gusta compartir lo que pensamos y las posibles soluciones. Si trabajamos juntos, siempre es mejor", asegura Boccassini.
No por casualidad la primera Netiaton –el próximo 7 de junio se hará la segunda, en Correa 2442– se realizó en el Club Cultural Matienzo. Aunque no es un espacio maker, comparte muchos de sus principios: economía colaborativa, énfasis en el hacer, compartir conocimientos, aprovechar recursos tecnológicos y el uso de software libre. "Es como un club, una construcción que hace la gente al adueñarse del espacio, generar vínculos haciendo –dice Juan Aranovich, uno de sus fundadores –. Creo que hablar de la cultura maker es ponerle un nombre a algo que ya estaba pasando."
Y en distintos barrios, de hecho. Un caso paradigmático es 3D Lab Fab&Café, un lugar de Palermo en donde Gino Tubaro y Rodrigo Pérez Weiss desarrollaron una prótesis de mano impresa en 3D que cuesta 2000 pesos contra los 40.000 dólares a los que se ofrece en el mercado. Se basaron en el prototipo inicial que creó un inglés y que, gracias a la licencia abierta, pudieron bajar, cambiar y mejorar a su criterio.
Otro ejemplo es Garage Lab, en Villa Ortúzar, que funciona como un espacio de trabajo colaborativo y multidisciplinario, con un Club de Hacedores donde se paga una membresía para tener la llave. Aunque más que una llave pronto será una aplicación desarrollada por ellos que permite abrir la cerradura electrónica desde su smartphone...
Darío Wainer habla de Garage Lab como el "pasaje de los bits a los átomos", un ecosistema de innovación. Los resultados son tan concretos como la construcción de un satélite.
El origen de todo
El germen del movimiento se halla en Estados Unidos, y muchos señalan a Chris Anderson, editor de la revista Wired y autor del libro Makers, la nueva revolución industrial, como uno de los fundadores. Más que por una elaboración teórica, por un proyecto fallido que derivó en 3D Robotics, una empresa que vende drones. El plan inicial era construir en familia un helicóptero a control remoto y un robot de Lego para despertar el interés por las ciencias en sus hijos, lo que no sucedió. Su respuesta fue un blog donde publicó sus dudas. El intercambio derivó en una comunidad: Hágalo usted mismo Drones. Anderson le vio potencial comercial, se asoció con un miembro de esa comunidad y juntos fundaron la empresa.
La comunidad DIN
Para la Comunidad DIN (diseño independiente nacional) lo que comenzó como un problema también derivó en una empresa. Al salir de la facultad de diseño, a Matías Ottonello y Gastón Vegas se les hizo complicado vender sus productos: dejar en consignación, venta casi al costo y locales que les quitaban su etiqueta para poner la suya. No se quedaron callados y abrieron "La revolución del diseño independiente nacional", una página en Facebook donde denunciaron todo lo que les molestaba. El primer día ya contaban con mil personas de distintos países. Pensaron entonces en una comunidad abierta de diseñadores donde plantearon catorce proyectos, cada uno para solucionar un problema. Cinco de esos proyectos se materializarán a fin de año: una tienda de dos pisos en Nueva Córdoba para que 250 diseñadores de todo el país vendan sus productos bajo el principio del comercio justo, con división de gastos y ganancia del 100% ; un café para que se generen vínculos; un centro de capacitaciones; un espacio de coworking y un estudio fotográfico.
"Creemos que nuestra generación es la que puede empezar a cambiar los paradigmas de la economía, una camada de jóvenes adultos que no tiene miedo a equivocarse porque sabe que así se aprende –dice Ottonello–. Es hacer, hacer y hacer todo el tiempo."
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