Caminar por la vereda equivocada casi le cuesta la vida a Bock, un pitbull de cuatro años que apareció el año pasado en Gregorio de Laferrere, partido de La Matanza, probablemente víctima del abandono. Ladrarle al perro no indicado también le costó caro. Es que justo tuvo que cruzarse con el que era conocido en el barrio por ser agresivo, aunque su humana lo defendía a capa y espada. Tanto que ese día cuando el animal cruzó unos ladridos con Bock, la mujer salió furiosa de la casa y le pegó una palazo al pitbull que, desde luego, se defendió mordiendo.
La escena no terminó ahí. Ante los gritos de la mujer, un vecino salio a defenderla y le dio un fierrazo a Bock en el lomo, además de propinarle una patada el el hocico que comprometió gravemente su ojo. Mientras todos se marchaban, Bock quedó tendido en el suelo, solo e inconsciente.
Rápidamente cuatro efectivos policiales acudieron al lugar. Mientras uno tomaba la denuncia que realizó la mujer, los otros subieron a Bock al patrullero y se dirigieron al centro de zoonosis más cercano. Allí el animal recibió los primeros auxilios y fue puesto en observación por un plazo de quince días donde se lo mantuvo recluido en jaula. Además, los efectivos se contactaron con Jimena Jubells y Claudio Fernández, un matrimonio que se ocupa de rescatar y rehabilitar a pitbulls en situación de maltrato y abandono. "Desde que ingresó a zoonosis fuimos todos los días a verlo, mañana y tarde. La idea era que Bock se fuera acostumbrando a nosotros y que el personal del centro entendiera que el animal no estaba solo. Asumimos la resposabilidad por él y lo seguimos haciendo", explica Jimena que con mucho esfuerzo lleva adelante el refugio para la raza De Corazón a corazón por los pitbulls.
Bock estaba completamente desnutrido, pesaba tan solo 12 kg. Pero con el estrés de estar encerrado, ganar peso no iba a ser un objetivo posible. Cumplidos los quince días de aislamiento y de visitas programadas, cuando llegó el día en que por fin Bock iba a ser liberado, Jimena y Claudio se encontraron con otra sorpresa. Bock no sólo había perdido uno de sus ojos por completo producto de la golpiza, sino que estaba extremadamente agresivo, tenía la mirada fija en la persona que se ocupaba de abrir y cerrar su canil y se mantenía a la defensiva, muerto de miedo. "Suponemos que durante las horas que nosotros no lo veíamos recibió algún tipo de maltrato porque no encontramos explicación a esa conducta. Así que tuvimos que sacarlo sedado para evitar problemas", reconoce Jimena.
Una vez en el refugio comenzó el trabajo de hormiga que el matrimonio hace con cada uno de los perros que rescatan. Fue muy difícil ganar su confianza: Bock necesitaba comprender que con Jimena y Claudio estaba a salvo, que ya nadie más le iba a hacer daño. "Fueron cuatro meses de trabajo intenso con él. Le hablábamos, le enseñamos que tiene que sentarse y esperar la orden para comer. De a poco empezamos a hacer caminatas con bozal y ejercicios de estimulación y relajación en la pileta para evitar que los ruidos lo asustaran o estresaran", cuenta ella.
Ya en una segunda etapa pudieron comenzar a trabajar en la socialización con otros perros ya rehabilitados y el paso siguiente fue introducirlo al mundo de los humanos y de los chicos. Y así pasó un año de dedicación y compromiso con el trabajo.
"Los perros como Bock tienen lógica de manada, con un territorio marcado, trabajo y jerarquía: si uno no es su líder, de acuerdo a su naturaleza lo está obligando a ocupar ese lugar de poner orden (y ellos no discuten, sino que lo hacen gruñendo o mordiendo). Y cuando su humano lo regaña por eso, ¡se confunde aún más! Si uno deja que el perro duerma donde quiera (idea de posesión), si le da de su comida sin que la gane con esfuerzo (por ejemplo con una orden previa), si su comida está a disposición, si no se le enseña obediencia, el animal va a creer que comparte por igual el territorio y lo que hay en él (personas, comida, animales, camas, juguetes) y en esa confusión, puede generar un desafío. Tampoco es bueno para ellos acumular la elevada que tienen, pues se frustran y se desestabilizan", explica Jimena, que es educadora y tiene amplio conocimiento de la raza.
E insiste: los perros se deben educar de acuerdo a las necesidades de cada animal, eso es amor para ellos. Desde luego los mimos cuentan. "Pero tampoco hay que humanizarlos. Se trata de respetarlos como perros. Es tarea del humano guiarlos, mostrarle cuál es su lugar. Así el perro va a ser feliz y equilibrado. Hoy podemos decir que Bock ya está listo para formar parte de una familia. Tiene que ser alguien con conocimiento de la raza, con ganas de conocer a Bock, de tomarse el tiempo para pasear, jugar y entender sus necesidades. Creemos que se lo merece. Estamos convecidos de que un animal es el reflejo de cómo lo trata su humano, no de la raza".
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