Manza Esaín: "Los recitales son mi lugar de pertenencia"
En los recitales de la movida under se lo reconoce por su sonrisa franca. Y porque casi siempre está. "Me encanta ir a ver bandas cualquier día de la semana. A tal punto que podría ir todos los días", dice Manza Esaín, quien al frente de Valle de Muñecas y también como productor artístico, se convirtió desde hace varios años y sin buscarlo en un guía y "padrino" de muchos colegas más jóvenes que por ahí –en alguna fecha compartida o festival– se le acercan y le piden espontáneamente consejo: cómo terminar una grabación que se les está complicando, cómo resolver algún problema interno. "A veces me sucede eso. Y me encanta. Soy sensible a esas cosas", dice Manza, que vive con alegría el reciente estreno de Más allá de Valle de Muñecas, un documental que tuvo su presentación en el Museo de la Lengua de la Biblioteca Nacional (y se seguirá exhibiendo en ciudades del interior), y la pronta salida de un disco en vivo que celebra los 15 años de este grupo referente del rock-pop alternativo.
"Es raro estar acostumbrado a mostrar tu música en un disco o sobre un escenario y de repente ver tu cabeza en tamaño gigante desde la butaca de un cine", se ríe Esaín, que como casi todo músico criado en la cultura under de los ochenta y la alternativa de los noventa es cultor del bajo perfil y el antiestrellato. Un espíritu y una ética que la película dirigida y producida por Emiliano Cativa y Federico Pérez Losada logra capturar al combinar fragmentos en vivo con otros detrás de escena, siempre en plan testigo; sin testimonios directos a cámara ni subrayados grandilocuentes. "Es una peli que se construye mediante pequeños momentos y conversaciones. Que te permite hacerte una idea de cómo son esas cuatro personas que componen el grupo. En ese sentido creo que es un documental que puede interesarle no solo al seguidor de Valle, sino al fan de la música en general".
–En la película se puede ver que tenés un interés particular por el sonido, cómo suena una banda y cómo alcanza esa personalidad, ¿coincidís?
–Sí. Siempre fui de leer lo que se escribe acerca de la música y de chico ya me preguntaba por qué en el rock-pop, a diferencia de la música académica o el jazz, no hay una evolución desde lo armónico, lo rítmico o lo melódico, en el sentido de que si uno agarra un hit del 67 y otro de 2010 no hay una gran diferencia en esos aspectos. Y sí en cambio en cuanto a la producción, a cómo suena la batería, la voz, la textura de lo que se escucha, los distintos planos de lo que se escucha.
–¿Cómo y cuándo fue que empezaste a interesarte por producir?
–Creo que arrancó en el mismo momento que quise grabar el primer demo con la banda que tenía en el colegio y me resultó casi imposible explicarle al técnico cómo quería que sonara. Ahí me di cuenta de que me gustaban los dos lados del vidrio y que no tendría problema en ocupar el rol de productor frente a una banda. Resolver los planteos que yo mismo le estaba haciendo al técnico de sonido.
–Desde entonces, llevás más de 130 discos grabados o mezclados. Y te convertiste en algo así como el "padrino o partero del indie", con muchos casos que cobraron relevancia como Mataplantas, Coiffeur, Los Pels y tantos otros. ¿Qué te produce esa imagen?
–Me gusta. Es lindo ayudar a nacer. Que alguien te abra la cocina de su arte, de su laboratorio, algo tan personal. Esa sensación de sentirte un integrante más. Me parece fantástico y al mismo tiempo me retroalimenta porque me permite conocer músicas que no conocía; maneras de hacer que no tenía en cuenta y modos de relacionarse que no tenía en cuenta. Cada grupo tiene su manera particular y a veces única de hacer las cosas. Y eso se aprende grabando y produciendo con ellos.
–Si tuvieras que extraer una enseñanza de todos tus años apadrinando al indie, siendo un referente. ¿Cuál sería?
–Es difícil. Tal vez el aprender a cuestionarme una manera certera de hacer las cosas. Que siempre puede haber otro camino.
–Es muy usual verte en recitales under. ¿Qué te hace estar casi siempre ahí?
–Sí. Es verdad. Y no solamente viendo a los grupos que más me gustan, sino también viendo a muchos otros. La experiencia en sí de ir a un recital es lo que me moviliza. Lo siento como mi lugar de pertenencia. Y no solo por placer: creo que es lo que corresponde. Si no, ¿con qué derecho puedo quejarme de que alguien no venga a ver mi banda si yo no hago lo mismo por los demás?
–¿Qué cosas te sensibilizan más allá de lo musical?
–Al mismo nivel de la música, muy difícil. Disfruto, sí, con igual pasión, el fútbol. Y con el mismo nivel de involucramiento intelectual el cine, la poesía.
–¿Qué cine te gusta?
–Es raro porque al revés de la música soy muy top 40 hits del cine (risas). Por supuesto que entiendo y puedo disfrutar del cine más arty o intelectual. Pero la verdad que las películas que más disfruto son las masivas y comerciales.
–¿Y cuáles fueron las que te marcaron?
–De chico las típicas de mi generación: Volver al futuro, la saga de Rocky, las películas adolescentes de aventura como Cuenta conmigo, Los Goonies... La parte en que McFly (Michael Fox) sube a tocar y hace ese solo que resume la historia de la guitarra eléctrica, arrancando con Chuck Berry y terminando con Van Halen, me parece lo más. Recuerdo que me pegó mucho.
–Y de más grande, ¿cuáles te gustaban?
–Muchas. Te puedo nombrar Suban el volumen, que es tremenda y me contagió ganas de hacer cosas. También otras algo más artísticas como Corazón satánico con Mickey Rourke. O Calles de fuego, que era casi un cómic.
–¿Eras más de ir al cine o de alquilar en el videoclub con amigos?
–Salvo Cuenta conmigo y Los Goonies, que las vi en el cine, todas las demás sacábamos del videoclub. Veíamos muchos documentales de música también: clásicos como Let’s Spend de the Night Together o Monterey Pop. Todo esto en la zona comprendida entre Devoto, Villa del Parque y Villa Pueyrredón.
–Hace un rato nombrabas la poesía. ¿Qué te nutrió de ahí?
–Sí. No soy un especialista ni nada parecido, pero siempre fui de leer poesía. Me gusta mucho Paul Eluard, poeta surrealista de los años 20. También Oliverio Girondo, Enrique Molina. También Aldo Pellegrini, que fue difusor del surrealismo acá. Y también Olga Orozco, Alejandra Pizarnik.
–Son poetas que en general tu generación les puso el ojo. Poetas reconocidos pero no tan famosos.
–Lo que pasa es que los fanzines punks con los que crecimos en los ochenta recuperaban esos poetas. Los incluían dentro de su ideario punk. Ahí podías descubrir a los beatniks, pero también a toda esa otra poesía argentina. Un montón de la literatura que yo leí fue a través de esos fanzines y más tarde de las revistas de música. Desde On the Road, de Jack Kerouac, hasta las novelas de Nick Hornby. Eso también es cultura rock.