Maquillar no es mentir: las cosas que tardás en blanquear cuando estás en pareja
Cuando empezás a salir con alguien actúas como si fueras una actriz de Hollywood, un exitoso emprendedor que sale en la tapa de las revistas o Gwyneth Paltrow, que sería una conjunción de todo eso que está bien. Cuando empezás a salir con alguien no sos un ser terrestre; no tenés problemas con la AFIP, no te sentís mal, no te agarran ataques de ansiedad, tu trabajo es perfecto porque lo elegiste "y es lo tuyo", tu familia es ideal y tu numeroso grupo de amigos es cancherísimo. Cuando empezás a salir con alguien siempre tenés programa, tu agenda explota, durante la semana estás a mil con el laburo y las clases de boxeo y el máster o doctorado y "los eventos", y los fines de semana te vas a navegar, a ver a tus sobrinos al country, a un té con amigas, a un asado con los chicos o "aprovechas para adelantar trabajo" porque tenés un puesto re groso que te requiere 24/7.
Cuando empezás a salir con alguien sos Bradley Cooper en la peli esa que se toma una pastillita y se convierte en un Superman de la vida moderna. Como todos sabemos, después la cosa cambia. Pero, ¿cuándo es momento de arrancar con el blanqueo de miserias escondidas?
La gente que tira todas las desgracias cotidianas de una en pos de "ser re auténtico y no caretearla" no califica para este relato. Sería esa que a la tercera conversación por WhatsApp no tiene problema en decir: "bancame que voy a tender la ropa" o "esta noche me voy a cocinar unos fideos con aceite porque ando medio revuelto". Muchas veces esto lo que más logra es romper la tan anhelada burbuja inicial con un relato sobre su conflictiva relación con la madre (como si estuvieras en una sesión de terapia) o un pedido de ir a un lugar "barato" porque se acerca fin de mes, sin ofrecer alternativas copadas.
Porque lo importante es ir por partes. ¿Vale mentir? Vale, mientras no ocultes un hijo, una segunda familia, un proceso judicial, o mientras no te inventes que vivís donde no vivís o que trabajás de lo que no trabajás, los maquillajes románticos de la realidad valen. Sin llegar a ser, claro está, el banana que siempre está feliz y nunca tiene problemas.
Un pequeño balde de realidad
Lo cierto es que la realidad aplasta, y si una pareja dura más de cuatro o cinco meses es hora de empezar a blanquear. Porque un día va a tener que conocer a tu madre y se dará cuenta de que es la persona más intensa del universo, porque un día irá a tu casa familiar y verá que tus domingos no son tan Nordelta como los mostrabas en Instagram, y algún amigo tuyo se emborrachará en una comida y empezará a decir pavadas que lo dejarán -y te dejarán- en evidencia.
Y la lista sigue. ¿Cuándo van a ir juntos al supermercado y te relajarás y mirarás los productos de precios cuidados como si estuvieras solo sin nada mejor que hacer? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que se de cuenta de que no cambias el auto porque no te da para más, y no porque le tenés cariño a ese Clio del 2010? ¿No es mejor decirle que te vas a quedar viendo el Bailando un viernes a la noche comiendo patitas de pollo con ketchup en lugar de inventarle que pediste sushi con unos amigos que vinieron de Londres?
Un punto de inflexión puede darse el día que te enfermes. Están juntos y te agarra una gastroenteritis y chau. Tus defensas están bajas, sos un despojo humano, solo querés morir y hacerte el espléndido no es una opción. Cuando pasas por eso, la pareja se hace más real. Y empezás a blanquear que tu familia es medio desastre y te da un poco de vergüenza ajena, a reconocer que estás atascado en un trabajo que no va para ningún lado y te da terror terminar jubilado ahí, a contarle que últimamente te fuiste peleando con un montón de amigos y solo te quedan tres o cuatro reales, a reconocer que fuiste medio psico celosa con tu ex y que por eso te dejó, a admitir que hace cinco años no pudiste volver a formar una pareja por más intentos que hayas hecho, a contarle que no amas tanto el lugar en el que vivís pero te da miedo irte a uno con servicios carísimos, a confesarle que la desidia te llevó a nunca entregar la tesis de la facultad y que técnicamente no estás recibido, y aceptar que a veces sufrís ataques de pánico porque te da terror volver a creer en el amor.
Blanquear todo eso, dicen, es estar en una relación en serio. Lo que no implica achancharse y actuar como si uno estuviera solo en casa todo el tiempo –esa soledad que te habilita a comer con la mano desde la heladera, a cantar Celine Dion en bata y hacer todo con la puerta abierta- o ser un sincericida absoluto, pues lo importante es que siempre haya un poquito de misterio, de seducción y de glamour.