Más adolescentes que nunca
Hay más depresión, más violencia, menos ilusión y confianza en el futuro. La crisis golpeó fuerte en una etapa de la vida de por sí muy conflictiva. Cómo se vive la adolescencia en un país donde siete de cada diez jóvenes son pobres
Emiliano González (de 17 años) abandonó los estudios en 2002, luego de sufrir una serie de ataques de sus compañeros, el último de los cuales consistió en dejarlo desnudo en la parada del colectivo. No quiso volver más a esa escuela de su barrio, en una zona paupérrimo de González Catán, en el conurbano bonaerense. Entonces Francisca, su madre, una empleada doméstica que trabaja por horas y gana $ 25 por día, lo inscribió en una escuela nocturna de Florencio Varela, el único lugar donde -avanzado el año- logró conseguir banco.
Pero la distancia de su casa, el miedo a circular por barrios que parecen tierra de nadie y las reiteradas dificultades para conseguir colectivos, que después de las 22 comienzan a espaciarse hasta -en algunos casos- desaparecer, lo empujaron a abandonar la ilusión educativa.
Hoy, Emiliano forma parte de ese 17,2 % de jóvenes argentinos, de entre 15 y 24 años, que no tiene ninguna actividad, lugar de contención o proyecto: no trabaja, no estudia y no busca empleo.
Lucas Inchausti (de 17 años) va y viene del colegio en un ómnibus escolar que lo recoge en la puerta del country donde vive, en Pilar, y desde que regresa, a las 17, hasta que finalmente se acuesta, pasada la medianoche, se lo pasa encerrado en su cuarto navegando por Internet y, básicamente, chateando. A pesar de que allí tiene canchas de tenis, de golf, de polo y hasta caballos para hacer equitación, Lucas casi no asoma la nariz fuera de su casa de dos plantas, enclavada en medio de un espectacular jardín. Tampoco lo hace su hermana mayor, que sufre ataques de pánico desde que asesinaron a su mejor amiga y al novio, ambos de 20 años, para robarles la 4 x 4.
Hoy, Lucas forma parte de ese ejército de adolescentes con las necesidades básicas largamente satisfechas, pero con sus hábitos de vida condicionados por la inseguridad y el miedo. Causales que, sumadas a una multiplicidad de factores, llevaron a la Sociedad Argentina de Pediatría a advertir sobre un aumento de intentos de suicidio, cuadros de depresión y de estrés, ataques de pánico y consultas por uso de drogas, entre diciembre de 2001 y septiembre de 2002, en los servicios de adolescencia de varios hospitales.
Contextos adversos
Son dos historias, entre millones, de una etapa de la vida de por sí conflictiva, pero que, además, hoy aparece especialmente atravesada por la crisis. Y que golpea a todas las clases sociales.
Lo que caracteriza este momento es que nunca, en la historia argentina reciente, tantos jóvenes fueron tan pobres. Nada menos que el 70 % para la franja comprendida entre los 15 y los 24 años, según estudios publicados por la Consultora Equis sobre la base de datos del Indec, de mayo de 2002. Y lo que le pasa a ese 70 % impacta en toda la sociedad.
"Ser pobre significa mucho más que no tener dinero para cubrir las necesidades básicas. La pobreza es como el vagón de un tren que conduce directo al aumento de la violencia, el uso de drogas y alcohol, las enfermedades, la depresión, el sida, los embarazos no planeados, y que disminuye la escolarización, la profesionalización y los proyectos de vida de las y los adolescentes", dice Luciana Peker, coautora del informe La adolescencia en Argentina: sexualidad y pobreza, elaborado por la Fundación Para el Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), que preside la doctora Mabel Bianco. El trabajo, que fue presentado en las Naciones Unidas, es una radiografía de la situación de los jóvenes en la Argentina, del que se desprende que en épocas de crisis como la que vivió el país desde fines de 2001 se generan contextos sociofamiliares que afectan los cambios biopsicosociales individuales de la adolescencia.
La pérdida de trabajo de los padres, la falta de dinero para cubrir las necesidades básicas y la angustia que se vive en el hogar impactan en esta conflictiva etapa de la vida. "La crisis reciente de la Argentina destruyó y acabó con la adolescencia de miles de chicos y chicas", dice la psicóloga Celia Correa, coordinadora del Area Jóvenes de la FEIM y de la Red Nacional de Adolescentes por la Salud Reproductiva. Destaca que muchos quedaron atrapados en un repentino crecimiento que los llevó a autoabastecerse, generar ingresos, salir de sus casas, abandonar a sus padres y familias, o sostenerlos económicamente.
"Junto con la pérdida de los proyectos de vida y de ilusiones, aumentó la maternidad o paternidad adolescente, con los riesgos que depara: abandono de la escolaridad, inserción laboral prematura, pérdida de vivencias de la adolescencia, como amigos, fiestas y salidas", dice.
"Mi hija nunca pudo superar el caos en que se convirtió nuestra casa. Juan, el padre, perdió un trabajo de $ 10 mil por mes y nunca consiguió otro. Tuvo varias oportunidades, pero él sentía que después de aquel sueldo y aquel puesto nada estaba a su altura, y menos por $ 1500, que es lo máximo que le ofrecían. Empezamos a pelearnos y nuestra vida se volvió un infierno", cuenta Inés, que acaba de divorciarse y pide mantener su apellido en reserva. Su hija (de 15 años) empezó con un cuadro de bulimia y anorexia, y pasó a formar parte de las estadísticas del Programa de Adolescencia del Hospital de Clínicas, donde estos cuadros crecieron un 30% sólo en 2002.
"Pero, además, hace un mes, nos enteramos de que Lucila está embarazada", dice Inés.
Ahora, además de apoyarla en el embarazo, la meta de esta madre es lograr que su hija no pase a formar parte de ese 80 % de madres precoces que, en el país, no terminan el secundario.
Los embates de la dura realidad facilitan, también, las adicciones. Según la Fundación Manantiales, la edad del inicio del consumo de drogas se ubica alrededor de los 13 años, cuando tres años atrás ese promedio se ubicaba por encima de los 16.
La bebida, las drogas, la deserción escolar y la violencia se vuelcan, tarde o temprano, en la sexualidad. "El exceso de tiempo libre, la ausencia de un proyecto de vida, el deterioro físico, la falta de plena conciencia o la aceptación del autoritarismo y las agresiones terminan metiéndose en la cama con los adolescentes", dice Bianco, que coordina el Grupo de Mujeres de la Sociedad Internacional de Sida.
Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, entre 1989 y 2000 la maternidad en menores de 20 años aumentó un 14,2%. Pero en los de 2002, lo alarmante es el crecimiento del embarazo y la maternidad en las niñas menores de 15.
"El embarazo en menores de 18 años está creciendo de manera alarmante. Es una bomba de tiempo", afirma Gladys Boldi, médica de guardia del Hospital Evita Pueblo, Berazategui. Entre otros motivos, porque en 2000, por primera vez en el país, se registraron muertes maternas en menores de 15 años, por abortos.
En vivo y en directo
Los tabúes en educación sexual comprenden a todas las clases sociales. Como destaca la FEIM, la Argentina es un país donde por TV se puede ver sexo en vivo y en directo (más datos, ver dossier). Sin embargo, no se puede hablar de la sexualidad abiertamente ni se € la puede enseñar a los niños y adolescentes en la escuela.
Bianco destaca que, mientras los programas como Rebelde way dan por sentado que la iniciación sexual ocurre en la adolescencia indefectiblemente, todavía los adultos dudan de promover el uso del preservativo y de distribuirlos para que los protejan del sida y de embarazos no planeados, aduciendo que esto podría promover la promiscuidad.
Marta Granata, profesora de formación ética y ciudadana de un colegio confesional de la Capital, cuenta: "El año último fui llamada al orden por la rectora porque varios padres de 9º año se habían ido a quejar porque en mis clases yo les daba educación sexual a las chicas. En realidad, lo que hacíamos era comentar programas de televisión que todas veían sin que a los padres se les moviera un pelo, donde habían permanentes escenas y diálogos de sexo, corrupción, violencia. Sólo pretendía hacerlas pensar, reflexionar y desarrollar su espíritu crítico. Así me fue", se queja.
"Si la doble moral siempre fue peligrosa, hoy lo es más", dice Bianco. Porque la gente puede decidir si ve o no un programa de sexo por TV, "mientras cada vez más argentinos sólo dependen del Estado para prevenir embarazos no planeados y enfermedades de transmisión sexual", concluye.n
Para saber más
www.datasalud.com.ar/fundmanantiales
www.cdc.gov/spanish/adolescentes
www.feim.org.ar
www.luchemos.org.ar/espa/guiap.htma
Emoticones
La inseguridad, la violencia, la marginalidad que avanza y lo invade todo, han contribuido en los últimos tiempos a desalentar las salidas y los encuentros cara a cara entre muchos adolescentes. Recluidos en sus cuartos, chateando horas y horas, intentando protegerse de los riesgos de ese afuera cada vez más hostil -donde más que navegar, naufraga ese otro 70 por ciento de pares sin presente y sin futuro- sustituyen la socialización vía contacto directo, físico, imprescindible en esta etapa de la vida, por la lógica de las pantallas.
"Mi vieja me reta, me dice que invite chicos a casa, que salga, que haga un programa, pero me parece un embole pasarte horas y horas dando vueltas por el shopping. Si con la compu estamos conectados igual y hablamos de lo que queremos. Es mucho mejor", dice Matías Ordóñez, de 14 años.
Lo que Matías no sabe, o no se da cuenta, es que así se está perdiendo lo bueno de la comunicación interpersonal: sonrisas, enojos, contacto físico, caricias, besos, colores, olores, sabores... Por muchos emoticones que se añadan a los mensajes.
"A mí también me encanta chatear -dice su hermana Sofía, de 15 años-. Pero los otros días hablábamos en la clase de geogra-fía y la profesora nos decía que somos unos Robinson Crusoe informatizados. Ella dice que chatear es muy lindo, pero que el gran peligro es terminar como una sociedad de seres aislados."
Los ídolos modernos
Gritan, aúllan, se tiran de los pelos, se pasan horas e incluso días en vigilia para tratar de verlos, tocarlos, arrancarles un botón, un zapato o un sombrero. Son las (y los) adolescentes en estado de idolatría. Un proceso típico de la sociedad de masas, que durante las últimas décadas ha entronizado como figuras emblemáticas de los adolescentes a las estrellas del deporte y la música, mayoritariamente. Pero los tiempos cambian, y aparentemente no por falta de ídolos, sino de idólatras. "Hoy, los jóvenes están más preocupados en crear ídolos que en admirarlos", dice Omar Bello, autor de un trabajo sobre el comportamiento y los consumos de los jóvenes, realizado por encargo de la agencia Leo Burnett Argentina.
"Sobre el nuevo milenio, los idólatras conquistaron un derecho: antes podían matar a sus ídolos, ahora también los pueden parir", dice.
Y lo explica: en los años sesenta, los jóvenes terminaron aniquilando al Club del Clan (casi). Y aunque acompañaron su crecimiento, no los parieron, no participaron del acto de creación. "En cambio, los admiradores de Bandana o de Mambrú observaron el acto de creación. Y los de Operación Triunfo, definitivamente, los crearon con el voto", dice.
Escalera a la Fama, Pop Stars, reality shows... La TV es el máximo generador de ídolos. Hasta el punto de que si en el pasado se accedía a ser ídolo por medio de la aparición en TV, hoy la TV intencionalmente los fabrica.
Adultos en crisis, jóvenes a la deriva
El libro de Silvia Di Segni Obiols, psiquiatra, jefa del departamento de Filosofía y Psicología del Colegio Nacional de Buenos Aires: Adultos en crisis, jóvenes a la deriva (Novedades Educativas, 2002), es una radiografía perfecta de estos tiempos turbulentos. Di Segni Obiols sostiene que los cambios culturales de Occidente a partir de la segunda mitad del siglo XX tuvieron un fuerte impacto en el rol adulto, que dejó de ser un referente para los jóvenes.
-Esta orfandad, ¿qué consecuencias trajo?
-Los jóvenes necesitan padres, personas que se diferencien de ellos, que pongan límites. Cuando esto no ocurre no logran sociabilizarse correctamente, no aprenden a hacer el mínimo esfuerzo, no toleran frustraciones y, en casos más graves, recurren a hacerse adoptar por personas autoritarias, la droga, una banda.
-En el libro usted sostiene que buena parte de los problemas de la escuela proviene de la crisis del rol adulto. ¿Podría explicarlo?
-Cuando los adultos actuales éramos chicos, la escuela sabía qué hacer, como lo sabían rígidamente la mayoría de los adultos. Hoy, la escuela, habitada por adultos en crisis, no tiene muy claro qué hacer. Pero igual se le pide que sepa cómo actuar. Además, cada vez se le pide que sepa más cosas: alimentar, detectar enfermedades físicas y psíquicas, enseñar valores, contener... Le pedimos a la escuela ser el adulto que conocimos en nuestra infancia, el que tenía las respuestas, en una época en que ya no hay sólo una respuesta posible.
-Si la crisis de los adultos se potencia con la económica se da lo que tenemos hoy: un cóctel explosivo. ¿Cómo hallar una salida?
-Primero, tomando conciencia de la situación, lo que significa no esperar que el Estado o la escuela se hagan cargo; segundo, ocupando el lugar adulto, mejor o peor, pero no dejándolo vacante; tercero, tratando de acordar entre nosotros -padres, docentes, vecinos- para lograr un mínimo de coherencia y contención hacia a los chicos.
-Usted propone recrear el rol de adulto, ¿cómo, desde dónde, ayudados por quién?
-Ser adulto supone asumir la orfandad. Si tuviéramos a quién preguntarle no seríamos adultos. Los libros de autoayuda han enmascarado esto durante años, con seudorrespuestas. Se puede pedir consejo a profesionales, pero no recetas ni soluciones. Ocupar el rol adulto significa no sentir vergüenza de equivocarse, asumir que se cometerán errores y aceptarlo cuando ocurra, aprender de ellos; implica animarse a proponer soluciones para los chicos que están a nuestro cargo y tolerar la angustia que produce apostar a ellas.
Temas
Más leídas de Lifestyle
Uno por uno. Estos son los alimentos que nunca hay que calentar en el microondas
“Se notaba que quería vivir”. Cayó del camión rumbo al matadero, no tenía chances de recuperarse pero alguien quiso darle una oportunidad.
Emocionante. La emotiva historia de Vaguito, el perro que espera a su dueño frente al mar y tendrá su propia película