Maximiliano Patané. "Veo que acá nadie se relaja"
Con un estilo personalísimo y desprejuiciado, el modelo argentino triunfa en Europa y ya cautivó a marcas como Gucci, Brioni y Etro
José Ignacio.- Parece un profeta bíblico. Si los profetas bíblicos fueran increíblemente hot . Maximiliano Patané, el modelo argentino de marcas como Gucci, Brioni y Etro llega a nuestro encuentro vestido con babuchas étnicas multicolores. Las acompaña con un chaleco patchwork iraní, una cantidad de amuletos colgando del cuello (la virgen de Fátima, una "bala budista" de cuarzo, llaves de metal "para la vida, el amor y la salud") y alpargatas de campesino magrebí. La barba tupida, su marca registrada, viene al viento, y el pelo largo con destellos dorados definitivamente remite más a una versión hollywoodense del libro de Isaías, Jeremías o Ezequiel que a un surfer parafinado de Punta del Este.
-¿Qué te convierte en el modelo del momento?
-Es cómo llevo el carisma y la energía. Mirá, a Kate Moss, la conozco, somos amigos. Es bajita, apagada, la ves y decís: "No puede vender", pero tiene ángel. Así que, sin dudas, tienen un porcentaje la belleza y esas cosas, pero hoy en día, para mí, la cosa va mucho más por la personalidad y la actitud. De golpe, en una foto ves un pibe divino, pero no te da nada. Y ves a otro más gordito, con cicatrices, más croto, y tiene algo. Bueno yo voy más por esa onda, algo más artístico.
-¿Cómo empezaste?
-Conocí a Tommy Dunster en una pizzería. Muy buena onda, me dio el teléfono de un representante. Trabajé un par de meses en la Argentina y en seguida, en un scouting , me llevaron a Europa. Al principio, la peleé como todos. Pero me supe administrar, trabajé con Testino y ese tipo de grandes fotógrafos, hice campañas mundiales muy importantes y como 20 desfiles increíbles y, bueno, la cosa se encaminó bien.
-¿Siempre tuviste este look?
-Al principio tenía pelo largo, pero no barba. Después, en un viaje por Marruecos, me relajé y dejé de afeitarme. Ahora ni la mantengo. Me gustan las cosas naturales.
-¿Y si te piden que te cortes el pelo al estilo marine americano para una producción?
-No lo hago, pierdo dinero. Pienso en mí primero y después en proyectar mi carrera.
-¿Te aplican Photoshop? Porque lucís superconservador, por ejemplo en las campañas de la gran cadena de lujo tradicional americana, Brooks Brothers?
-¡No! ¿Qué decís? Ni ahí. Si a mí el cliente me quiere, me quiere como soy. No siempre tengo el mismo look en las campañas, a veces el pelo va para atrás y parece largo, pero no tanto, o me ponen algún producto o me hacen un recorte, pero mínimo. Siempre estoy supervisándolo todo, soy muy pesado con eso.
-Tenés 33 años. ¿Envejecer para un modelo masculino es tan terrible profesionalmente como para las mujeres?
-No, somos como el vino tinto.
-¿Y te tenés que cuidar muchísimo con las comidas?
-No es como en el caso de las modelos, es otro metabolismo. A mí, igual, lo de la nutrición me interesa. Quizá cuando empezás, tenés que cuidarte como loco y andar todo afeitadito, pero ahora ya no.
-¿Te gusta Punta del Este? ¿Por qué la elegís?
-Vengo a Punta del Este desde 2002. Me gusta mucho la comida. El mar no, es frío, me debo haber metido dos veces en toda la temporada. Y acá hay lugares divinos que son otra película, pero, en general, donde voy está lleno de gente, fiestas, es muy masivo, y la verdad, no se compara con Ibiza.
-¿Pero Ibiza no está ahora colapsada de adolescentes de países nórdicos en turismo de bajo costo para ir a las fiestas tecno?
-Sí, pero en Ibiza tenés una energía distinta. Olvidate de la gente, hay rocas y montañas, y es por todo lo que se vivió como parte de Europa. Y la mentalidad de la isla es increíble, porque si la mentalidad no acompaña, al final no tenés más que gente sentada en una roca. A mí me gusta la onda luz, luna, mar y yoga, pero lo que veo es que acá nadie se relaja. Estuve en Chihuahua. La playa es divina, pero está un poco lejos. En Ibiza podés estar en bolas en casi cualquier parte. Las mujeres en tetas, mínimo. Y estás al lado de una familia cualquiera y está todo bien. No vas a bajar en bolas a un restaurante, obvio. Es otra película, pero todo viene con muy buena onda.
-En el circuito donde te movés, ¿todos son modelos?
-Tengo pocos amigos modelos, son compañeros. Mis amigos, en general, son más grandes y profesionales. Fotógrafos, actores y actrices y, sobre todo, muchos artistas, porque ahora también estoy pintando. Intervengo ropa de hombre y de mujer, puede ser cualquier cosa, shorts, una cartera, zapatos, lo que importa es que tengan que ver con el movimiento. Después quedan como objetos artísticos para usar. Nada es cero kilómetro, son piezas retro o vintage de los 20, 30 o 40 que, a mí, que tengo ojo para la ropa, me llamaron la atención.
-¿Las exponés? ¿Las vendés?
-Lo que pasa es que me enamoro de las piezas. Me voy tres meses a Ibiza donde tengo una villa increíble, y me dedico a trabajar. Pero como ahora me piden tanto, puede ser que empiece a vender este año. Yo soy así, un poco lento, y como no tengo necesidad de venderlas, por ahora me negué.
-¿Y tus parejas? ¿A qué circuito pertenecen?
-Yo estoy abierto a todo. No es que digo metro ochenta, rubia, alta. Lo que pasa es que al final estás en el ambiente y la gente que conocés, con la que terminás saliendo, es de ahí. Si vos sos modelo y el otro es abogado en un estudio del que no se puede mover, por ejemplo, se te complica con los viajes. Pero yo voy a la cabeza de la persona, a que sea inteligente y abierta a la belleza interior.
-Esto último suena a cliché...
-Pero es verdad. Imaginate que a mí me rebota todo, ni que hablar si las chicas son lindas o no.
-¿Las chicas de Punta qué te parecen?
-No las vi todavía.
-¿De verdad?
-Es que yo vivo afuera, vengo por pocos días, y quiero estar todo el tiempo con mis amigos, es la única oportunidad en el año. Además tengo novia desde hace cinco meses. Se llama Magda, nos conocimos en París, cordobesa, 21 años. Me importa cero que sean modelos, pero si se da, se da.
-¿Planes a futuro?
-No soy muy de planes o de futuro. Lo mío es vivir el presente, seguir sobreviviendo. O cada tanto sorprender, que es lo importante.