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 • HISTORICO

Motivos para odiar el verano




Nobleza obliga, ante todo hay que agradecer que esta temporada los amantes del frío tuvimos todo octubre y noviembre de ventaja. Nobleza obliga, también hay que reconocer que en verano hay más horas de luz, y eso ayuda a la felicidad. Nobleza obliga, por último, a admitir que el verano remite casi siempre a tomarse vacaciones, que es una de las pocas cosas por las que vale la pena vivir. Pero aún así, hay muchos motivos para odiar el calor agobiante de la ciudad.
Las ojotas en todos lados. ¿Por qué exponer a todos a esas uñas amarillas, a ver esas curitas infantiles que le robaste a tu hijo, a esa mugre acumulada después de haber pateado todo el día, o a todo eso junto? Las ojotas no son un objeto de moda, y mucho menos un instrumento de diseño para engrandecer el ego de algún zapatero. Para la pileta, y punto.
Las musculosas. Salvo que seas jugador de basket y estés efectivamente jugando un partido, la musculosa no va. Un flagelo.
El transporte público. A pesar de que cada vez hay más colectivos y trenes con aire acondicionado, el transporte público durante el verano se convierte en una aleación de olores, humedades y alientos que, cuanto menos, invitan a que uno se cuestione si el desodorante no debería ser repartido gratis por el Estado. Conciencia, por favor.
Los cortes de luz. ¿Cuánto falta para que los noticieros hablen de un nuevo pico en el consumo de energía eléctrica, y así expliquen los cortes de luz? Edenor y Edesur, no los queremos.
Bermudas cargo, camisa manga corta, cinto y mocasines. Una combinación letal para el buen gusto, que instantáneamente te convierte en un señor de 60 que vive en un country y compra ropa en Cardón. No lo hagas.
La televisión de verano. La guerra de las vedettes, la puja por las recaudaciones y demás atracciones que en un principio resultan simpáticas, pero que a la larga aburren. Como Intratables, que también empezó en verano, y ahí está. Un dolor. Menos mal que está Netflix.
Gotitas en la calle. La normativa vigente establece que los aparatos de aire acondicionado deben tener un desagüe, lo que significa que cada gotita que cae en tu cabeza cuando caminás por la calle le pertenece a un infractor. Mangueritas para todos.
Las bermudas. Y me refiero a esas bermudas cortitas, unos cinco centímetros por arriba de la rodilla, que empezaron a circular desde el año pasado. ¿Acaso quieren que los hombres usemos pantalones largos, que lo único que se consigue es eso? Old school.
Las remeras con cuellos gigantes. Reconozco que esto es un TOC mío, pero es notable cómo las marcas y diseñadores se excedieron en el tamaño de los cuellos de las remeras de hombres. Aflojen que parecen escotes.
Los defensores del verano. Fundamentalistas que -aún con 37º, sin pileta ni aire acondicionado- afirman una y otra vez que el verano está buenísimo. La grieta climática.

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