
Naturalizar pero sin neutralizar la patología
En los últimos tiempos nos permitimos mostrar cada vez más las situaciones imperfectas que por lo general ocultábamos; hoy hablamos de nuestros defectos, que en muchas casos terminamos ponderando y confirmando que son virtudes. Podemos hablar de nuestras manías o cábalas: del temor al número 13, del orden perfecto de nuestro placard con la ropa en degradé de colores, de cómo tal deportista entra con el pie derecho a la cancha, de cómo tienen que estar los billetes en nuestra billetera, etcétera. Todas ellas nos parecen insignificantes y hasta graciosas, puesto que no alteran nuestra calidad de vida.
Es un avance que permite de alguna manera naturalizar algunas conductas humanas. Basta con ver el éxito que ha tenido la obra TOC-TOC, que sigue batiendo récords en Buenos Aires y que nos muestra un tema que nos importa a muchos. O el cine, con Mejor, Imposible, El aviador, o la serie Monk con los rituales del detective y enThe Big Bang Theory las conductas de Sheldon.
En Internet vimos viralizarse la presentación de la final del concurso 2013 Rustbelt Regional Poetry Slam, cuando Neil Hilborn conmovió a los usuarios con su poema de amor "OCD" (TOC, Trastorno Obsesivo Compulsivo, en español), donde, a través de la repetición y la teatralizacion, representa una imagen de su padecimiento.
Todo esto nos lleva a poder reconocer que al día de hoy los trastornos obsesivos han salido a la luz y han logrado una mayor aceptación social, lo que es muy bueno. Pero cuidado, a no neutralizar esta patología que es una verdadera enfermedad mental cuando las ideas y los rituales se vuelven desmedidos e irrefrenables. El sólo hecho de saber que 1 de cada 50 personas en el mundo lo padece y que muchos de ellos no comentan su problema y no buscan tratamiento, nos lleva a pensar que es una materia pendiente. Por lo tanto, podemos naturalizarla, pero no la neutralicemos, ya que muchas personas, todavía, pasan horas de sus días realizando rituales, sin salir para evitar contactos y con una magra calidad de vida
El autor es doctor en Psicología, director general de la Fundación Fobia Club






