Obsesiones de un escribidor
En el transcurso del año, diversos elencos estrenaron diez piezas suyas. Insaciable, el dramaturgo y actor no para y ensaya dos nuevas obras
Con mucha timidez abre la puerta enrejada del pasaje en el que vive -que parece extraído de un barrio sevillano-, en pleno Once porteño. En el mismo tono nos invita algo para tomar. La primavera se resiste, pero ya se empieza a notar la pesadez de la ropa. Aparecen la gata y Andrea -y su incipiente embarazo de cuatro meses- que trata de atraparla para que no moleste. La redondez o lo puntiagudo de la panza hace que el matrimonio vuelva a discutir sus teorías sobre la posibilidad de que sea nena o varón. Sea del sexo que sea, ya han acordado que que llevará un nombre italiano. Que queda bien con Cappa.
En su ambiente familiar y con una breve charla decontracté, Bernardo Cappa conversa en forma enérgica y segura -que a las claras contrasta con aquél que abrió la puerta-. El dramaturno y actor se embala y va de tema en tema como si no quisiera guardarse nada. Tiene varios motivos para estar eufórico. A lo largo de este año, diez de sus piezas nutrieron la cartelera porteña -sólo en noviembre la cifra trepó a siete-. En varias actuó y en una - Coágulo - hasta dispuso de su casa como espacio escénico. Por estos días está en pleno ensayo de una nueva pieza, Perfume de pedigree y el año próximo lo encontrará en Madrid -y lo mantendrá durante más de tres meses- ensayando Desinsectación , una obra con elenco binacional que integrará la programación del Festival Alternativa de la capital española.
"La velocidad de producción es una elección. No es una máquina de hacer chorizos, de ninguna manera, pero no me gusta y no tengo paciencia para dedicarme mucho tiempo a una sola obra. Además, una me lleva a la otra. Así trabajo yo, no me gustaría que quede como un amante del virtuosismo", se ataja Bernardo. Que además de ser quien es, ostenta el título de hijo de un Cappa más popular: Angel, DT de la escuela de César Luis Menotti y compañero de Jorge Valdano.
Con un padre futbolista, una madre modelo publicitaria y Bahía Blanca como lugar de nacimiento, nada hacía preveer que en Bernardo se despertaría una veta artística. Pero ni su papá era un futbolista común y corriente ni su mamá una modelo de molde. Uno de los únicos rasgos machistas - cuida , quizá- de Angel Cappa fue pedirle y suplicarle a su mujer que abandonara el mundo de la moda: los celos eran más fuertes que él. El resto de papá Cappa procuraba abrir su cabeza y otras ajenas. Militante de izquierda en los tempranos setenta, gustaba de llevar a su familia a recitales, obras de teatro y performances varias. Por aquellos años, el plano profesional -era profesor de filosofía- todavía se imponía al mundo futbolístico.
De aquella época a Bernardo le quedó fascinación por "esos lugares donde la gente se preparaba para actuar" y cierto gusto por el fútbol -en más de una obra aparece el tema, aunque sea de manera tangencial-.
Después del colegio secundario casi no hubo dudas y se inscribió, rindió y entró a la Escuela Municipal de Arte Dramático para enfrentarse a sus dos destinos: la dramaturgia y la actuación. "Aunque todo empezó con la actuación, había algo que no cerraba. Una necesidad, una angustia con no saber qué hacer que solamente con el actuar no se resolvía y empecé a escribir y ahí no pude ni quise parar", resume Cappa.
Eduardo Tato Pavlovsky dice que es una necesidad esquizoide esa de escribir teatro, de resolver varios personajes. Bernardo concuerda y suma:"de alguna manera es cierto, en los personajes empezás a encontrar esas cosas sobre las que uno se miente y terminás desplegándote en todos ellos". De la escuela de teatro egresó actor y dramaturgo y se puso a escribir sin reglas ni estructuras. Y el producto de ese trabajo son quince piezas "caóticas, desprolijas que, precisamente, tienen ese estilo. Es que no trato de representar la realidad porque no sé lo que es. Arrancó desde una imagen, desde una pulsión o una idea torpe". Y allí comienza el fantaseo de Bernardo, que se mezcla con determinado suceso hasta que los límites de uno y de otro se vuelven borrosos.
Cappa escribe por placer, por convicción, para un proyecto determinado y a pedido. ¿Cómo? " Celo de gato -que se estrenará el año próximo- surgió porque vino una de las actrices de Coágulo y me dijo "somos tales y cuales y queremos hacer algo tuyo". Sólo con eso le dí vía libre al azar y salió esta obra en la que un hombre que dice ser escritor llega a una casa habitada solamente por mujeres y se inventa a un hermano del que todas se enamoran..."
-Si te llega tanto la escritura, ¿por qué seguís actuando?
-Me gusta estar en las obras, me gusta el proceso, los ensayos, el estreno, todo. Todo menos la dirección. Como director le hago mal a las obras que escribo, las vuelvo solemnes. En cambio, en la actuación soy casi irreverente, me importa menos el texto. Me gustó algo que alguna vez que dijo Ricardo Bartis sobre el hecho teatral:"hay una relación entre el actor y el texto, otra entre el actor y el director...", son muchas las variables". Ahí me di cuenta de que cuando dirijo me quedo fijo en el texto y eso es muy poco creativo.
Entonces Cappa juega con sus textos de manera irreverente, deja de controlar los relatos, deja que suceda lo que tiene que suceder y, casi en contra de su esencia, revela "No tengo nada importante para decir, sólo puedo compartir un suceso".
Bernardo Cappa
- Tiene 32 años, nació en Bahía Blanca y se hizo un lugar en el mundo de la escena porteña a fuerza de puño y letra.
- Un hacedor compulsivo de teatro que niega ser un virtuoso, "simplemente no tengo paciencia".
- Pertence a la nueva camada de escritores jóvenes pero prefiere no adherir a ningún grupo determinado.