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 • HISTORICO

Otra narrativa con Alejandra Laurencich




Dirige La Balandra, Otra narrativa, una revista que se publica dos veces al año, hecha por escritores para escritores y para lectores que quieren espiar el universo de la creación literaria. Sus talleres literarios son una marca registrada en el mundo de las letras, hasta el punto tal que tuvo que publicar un libro llamado precisamente El Taller, devenido en herramienta fundamental para quienes buscan nociones prácticas del oficio. Es una protagonista entusiasta de las redes sociales y su facebook está repleto de amigos: es una anfitriona exquisita siempre dispuesta a convidar eso que sus invitados necesiten: una recomendación, una invitación a un encuentro, un aplauso para un escritor que acaba de publicar su primera obra, una anécdota contada con tanta maestría como una obra literaria en sí misma.
Alejandra Laurencich, es una persona sencilla, humilde, sensible. El proverbial perfil bajo. Casi una señora de su casa, podrías pensar si no fuera porque las señoras de su casa como estereotipo hace tiempo que no existen, y porque entre todas esas cosas es una narradora consagrada, a fuerza de puro talento y de eso que a ella le gusta llamar oficio.
Hace tiempo que la sigo en facebook y me compré -salvo el último número que me lo regaló gentilmente en la entrevista- algunos ejemplares de La Balandra. Pero no había leído sus cuentos ni novelas, por eso posponía y posponía mis ganas de entrevistarla.
Pero el mes pasado me compré su última novela, Las olas del mundo (Alfaguara). ¡Dos veces la compré! Es que últimamente me pasa que salgo con un libro y me lo dejo olvidado en algún negocio. Ya me pasó varias veces, algunas de la cuales volví al lugar a recuperar mi ejemplar, pero en esa ocasión no me dio ni el tiempo ni las ganas de volver hasta el negocio y para colmo justo había leído el post de la mamá donde Ine Saiz contaba sus ganas de liberar un libro, que me hizo pensar que no tengo que ser tan agarrada con los objetos, así que me contagié algo del misticismo que hay en esta costumbre que muchos cultivan, de soltar los libros y me convencí de que si me lo olvidé será porque debe haber alguien que necesita leer esta novela y yo no soy quien para negarle ese derecho.
Y la verdad es que esta obra de Alejandra Laurencich, bien vale comprarla dos veces. En el momento en que leía la primera parte, que transcurre durante la preadolescencia de Andrea, una nena que cumple sus 13 años el mismo día del golpe del 76 y empieza a vibrar en ese otro registro de la vida cotidiana que se instalando lenta y hondamente en nuestras consciencias durante la dictadura, nuestro país estaba atravesando otro momento histórico: el traspaso presidencial en una democracia que hoy ya lleva más de treinta años. Serán muchos para algunos, pocos para los tiempos de la historia, lo cierto es que hoy cualquier oportunidad - y este libro es una maravillosa- de comparar una y otra época nos sirve para darnos cuenta de que hoy por hoy, con todas las complicaciones, quejas e imperfecciones de nuestra sociedad, podemos disfrutar de la libertad de pensamiento y de sentimientos. Y eso es invalorable. Parece normal, natural, un derecho inamovible, pero en la historia de nuestro país no fue siempre así y es revelador de pronto darse cuenta de que si algún privilegio tenemos en esta vida es gozar del derecho de vivir en democracia: no tenemos la sensación de que tenemos que callar ni que ocultar nada y eso es la esencia misma de la libertad. Alejandra lo transmite de un modo tan sutil, te va llevando en el relato desde que esa niña empieza a registrar que ya no puede hablar de cualquier cosa en cualquier momento y en cualquier lugar, empieza a sentirse sospechosa, a perder afectos y a asumir una culpa que no es tal por la pérdida de esos afectos, su vida o lo que podría haber sido su vida empieza a cambiar desde la llegada del gobierno militar y ella encuentra refugio en su fantasía. Y junto con ella nos adentramos en esas historias que Andrea empieza a imaginar, en sus personajes inventados a partir de personas reales, y entramos en el juego del relato dentro del relato de la mano de esa narradora adolescente que busca el amor y lo encuentra en su ídolo: Spinetta.
Bueno, pero no les cuento más, si quieren les dejo un link a un fragmento y después me cuentan si les dio ganas de leerlo completo. Yo nunca recomiendo libros pero esta vez no puedo dejar de hacerlo. Sabrán comprender.

El cuento de hoy

Sobre el cuento que les propuse leer para hoy Lo más grande que hay, que es parte de Lo que dicen cuando callan, Alejandra me contó que la historia surgió de una conversación que escuchó de una vecina y su mamá cuando veraneaba en Mar del Plata. La señora comentaba que por casualidad logró descubrir cuál era el secreto de la comida que a su marido tanto le gustaba, que le hacía su madre y que por años ella no había logrado reproducir.
"Es una de esas historias que un escritor escucha y le quedan dando vueltas hasta que un día dice la escribo. Me pareció muy curioso que el tipo lo que quería era el olor de la madre, aunque sea cualquier olor, no importa si es rico, si es feo, todos queremos un poco eso: el olor que te forma, el olor que te cría... También quería mostrar esa adoración que sienten los hombres por las madres y algo de la competencia inevitable que se juega entre la mujer y la suegra, por más que ellas se lleven muy bien, siempre esa rivalidad está".

Continuará...

La entrevista con Alejandra Laurencich fue larga y charlamos de muchas cosas que quiero compartir con ustedes. Por eso este posteo va a tener una segunda parte que es la reproducción del diálogo en sí. Pero hoy no quería dejar de compartir con ustedes este cuento sobre comidas, madres, olores, ahora que nos vamos a reunir con nuestras familias, que vamos a volver a ser un poco niños y que la cocina va a ser el escenario de tantas reuniones donde -les deseo- reine el amor y el encuentro.
Feliz Nochebuena, felices fiestas, Navidad, Jánuka y Año Nuevo.
¡Los espero el jueves próximo!
Dani

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