Pablo Culell: "Soy un tipo muy seguro de mí mismo hasta que no lo soy"
Se supone que la historia se forjó en Pergamino, cerca de un arroyo, disfrazando amigos de cowboy y "pidiéndoles" a perros y gatos que hicieran de leones. No lo divertía el fútbol, sino jugar a armar situaciones. El circo, por ejemplo. Y él siempre dirigía la orquesta.
Pablo Culell, exitoso productor de contenidos y producción de Underground, ganador de cinco Martín Fierro de Oro entre otros tantos premios, dupla infalible con Sebastián Ortega, propone charlar en una casa de té vecina a su departamento. Pide una sopa que no toma porque el mediodía gris y algunos intercambios de tips hipocondríacos encenderán un diálogo donde las emociones le ganarán a lo vital.
–No era la idea, pero podríamos empezar hablando de pánicos...
–Por suerte ando muy bien, pero los tuve. Yo soy un tipo muy seguro de mí mismo hasta que no lo soy. Mi primer gran miedo fue cuando murió mi papá. Al tiempo tuve un episodio, pero me salvó una doctora, una especie de ángel que conocí en la guardia. Tomó mi mano y me salvó la vida. Ella erradicó mis miedos, me encontró la vuelta. Me dice que me deje de hinchar, que estoy sano, que salga a tomar una copa de vino.
–¿Ya detectaste cuál es tu miedo concreto?
–Me asusto cuando siento que no puedo dominar algo. Si tengo síntomas, si me pasa algo que no conozco, ahí la cosa se pone complicada. Pero ahora tengo herramientas. En primer lugar, busco gente que sabe más que yo para que me guíe y me contenga. Pasé por varias etapas, incluso me hice devoto de San Expedito. Pero ahora, si algo sucede, sé que el combo sanador es respirar profundo, tomar un ansiolítico, llamar a mi mamá o a un amigo. Busco mi ángel de la guarda y todo pasa.
–Vacaciones que no se extienden más de siete días. El rating, la competencia feroz, proyectos nuevos y simultáneos. Tal vez necesites parar un poco más.
–No tengo la cultura del ocio y me cuesta mucho desconectarme. Viajé mucho, pero por trabajo. Cuando me toca salir un rato, me voy una semanita a Río de Janeiro o Nueva York. Y es real que cuando estoy afuera sigo enganchado a un punto que Sebastián me tiene que pedir que relaje. Igual, él es parecido en ese sentido, hace lo mismo. Somos muy diferentes en cuanto a idiosincrasia, porque yo no vengo de una familia de artistas. Pero en lo profundo somos muy parecidos. La familia, los amigos. Lo más importante de la vida nos une mucho.
–En el momento en que Marcelo Tinelli decide asociarse con el Grupo Clarín y Ortega toma nuevo rumbo, vos no lo dudaste. ¿O sí?
–Me preguntó qué quería hacer, porque yo tenía la posibilidad de seguir en Ideas del Sur. Pero no lo dudé un instante, ni siquiera me lo cuestioné. Obviamente me fui con él. Por dos razones. Primero, porque el que me había llevado hasta ese lugar era él. Y yo soy muy leal a la gente que creyó en mí. En segundo lugar, porque sentía que teníamos el mismo lenguaje, códigos. Fue un poco volver a empezar, pero sabía que la podíamos romper.
–Y ahí comenzó el rock.
–Bueno, tuvimos un año en Canal 9 en el que nos fue bien, una novela que fue un fracaso, otra a la que le fue más o menos y otra que fue un éxito. La rompimos con El tiempo no para porque fue una novela de culto, fundacional de la generación de los treinta y pico. Y había actorazos, estaban todos. Además, fue la primera novela que tocó la temática gay. Todo esto fue antes de que existiera el matrimonio igualitario.
–Innovar en las temáticas y en la manera de contarlas. Salir del costumbrismo. Hablar de los temas que la gente quiere escuchar. Si ese fue el objetivo, lo lograron.
–Sí. Siempre arriesgar e ir a fondo. Con El marginal, que llegó a todo el mundo, tenemos una satisfacción enorme. La manera de contar el universo de la marginalidad en lo visual, el tremendo elenco. Fue como el summum de la serie unitaria. Otro golazo fue 100 días para enamorarse. Son dos fenómenos sociales diferentes, pero con el objetivo logrado: llegan al gran público, logran identificación absoluta, generan reflexión y debate, naturalizan temáticas.
–Dijiste que 100 días para enamorarse fue una novela oportuna.
–No oportunista, sino oportuna, lo que significa ser referente de tu época. A lo oportunista siempre se le notan los hilos y no fue el caso. 100 días dialogaba con el público. Fue un programa feminista que provocó la sororidad femenina de algún modo.
–Los tiempos previos a decidir qué tienen ganas de contar deben ser intensos. ¿Está la presión de tener que adelantarse a la época?
–De algún modo, los guionistas y productores creativos tenemos la obligación de intentarlo. A veces para bien, otras para mal. La gente puede tomarlo o no. Nosotros, afortunadamente, de diez goles que teníamos para meter logramos siete u ocho. Creo que es porque sabemos lo que nos gusta, que es hablar de las relaciones humanas, identidad, códigos, amistad en ámbitos marginales y terribles, como también en otros maravillosos. Siempre con excelentes actores y una vuelta de tuerca de temas que no fueron contados. Sin demagogia ni actitud panfletaria.
–Hubo quien se indignó cuando en alguna escena se coló algún pañuelo verde...
–Bueno, todo el mundo sabe cuál es nuestra mirada. Si uno baja una línea, siempre es sutil y metafórico. El único tema controversial era el del aborto y se escucharon las dos campanas.
–Estudiaste periodismo, te gusta la política y no sos de grises en Twitter.
–Tampoco tanto. Yo hablo porque soy un tipo independiente de verdad. Vengo de una familia peronista, en mi juventud me gustó el Partido Intransigente, voté muchas veces a Carrió y me arrepiento. Yo me siento identificado con Perón y Evita, que es el personaje histórico que más amo.
–La conociste a Cristina.
–Sí, fue en una reunión por una cuestión cultural y quedé magnetizado con su personalidad. Y lo digo porque soy una persona libre, independiente, no le debo nada a nadie. Por supuesto nunca voy a apoyar la corrupción. Si hubo, hay que juzgar, y si la condena es justa, que vayan todos a la cárcel. Pero a mí no me lo van a hacer creer los medios, sino la Justicia. Yo no soy un tipo fanático. Yo no soy un tipo fanático. Por ejemplo a mí Larreta me gusta. Creo que por la ciudad trabajó muy bien y las veces que estuve en contacto sentí que estaba hablando con una persona inteligente.
–Contame un poco sobre tus padres.
–Mamá era maestra. Papá trabajaba en el campo hasta que en una de las tantas crisis económicas decidió instalarse en Buenos Aires. Y bueno, yo pude hacer mi carrera en una universidad jesuita interesante porque tenía la escuela de televisión adentro. Siempre tuvimos una hermosa relación. Papá murió sin saber sobre mi sexualidad porque yo empecé de grande a estar con hombres. Eran otros tiempos. A mi mamá se lo dije con mi última pareja, pero igual ella siempre lo supo.
–Es alucinante. Hablar de esto hoy ya resulta antiguo.
–Y sí. De hecho me pasó algo muy gracioso con Sebastián Ortega, pero hace como diez años atrás. Un día, de la nada, sentí la necesidad de contárselo. Pero con una solemnidad... "Soy gay", le dije. Y le dio un ataque de risa. "¿Vos me estás jodiendo? Siempre lo supe", me contestó. Pero bueno, yo necesitaba romper una barrera, sincerarme. Y me salió esa cosa de chico de campo.
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