
Tenía 19 años cuando la descubrí y siempre me dio vueltas en la cabeza", confiesa Pancho Dotto (63) apenas se sienta a conversar con ¡Hola! Argentina acerca de la maravillosa casa de 1960 en la que vive desde mediados de 2000. "De chico, venía a pasear por San Fernando con amigos y me parecía increíble que estuviera ‘colgada’ de la barranca", agrega, apasionado, acerca de la obra maestra que el arquitecto Raúl von der Becke proyectó a fines de la década del 50, inspirado en "La Casa de la Cascada" de Frank Lloyd Wright.
"Después de quince años de vivir en un departamento de 55 metros cuadrados en Núñez, finalmente estaba por comprarme un piso en Libertador. En medio del cierre de la operación, me llamó una chica de una inmobiliaria de San Fernando y me dijo que tenía la casa perfecta para mí. En cuanto me confirmó que era la de la calle Vito Dumas, no lo dudé: corté, fui a buscar a mi hermana y a mi madre y salí arando hacia allá", cuenta.
–¿Qué recordás de la primera vez que la visitaste?
–Tengo una foto de los tres, en la terraza, que en ese entonces tenía pasto… ¿Qué sentí? ¡No podía creer estar pisando la casa que me había quitado el sueño durante tanto tiempo! Hacía seis años que los dueños la querían vender, la gente venía a verla y no la entendía y yo no lo podía creer, porque a mis ojos, era –y es– una joya arquitectónica.

Espejé las columnas para darles más amplitud a los espacios. No hay ni un mueble, ni un aplique que no tenga que ver con la impronta de la casa


Me encanta recibir gente y me obsesiona que todo esté impecable. Aunque algunos de los invitados no entiendan de estética, cuando las cosas son bellas todo el mundo se conmueve


Los ambientes lindos, estéticos, me dan paz y serenidad, porque la belleza es sinónimo de armonía

UNA CASA SOÑADA
–¿Cómo es la historia de la casa?
–El arquitecto, que tiene 88 años y hoy sigue viviendo al lado, la hizo para un amigo de él, que se volvió a Alemania cuando su mujer murió. Es la obra maestra de Raúl [von der Becke], que ganó premios por este proyecto, cuya obra duró tres años. Después la compró un sindicalista, quien la modificó y le sacó un poco el espíritu. Por ejemplo, bajó la pileta al jardín [N. de la R.: la pileta estaba en el tercer piso, donde está el quincho ahora].
–¿No te daba miedo de que fuera demasiado grande para vos?
–Fue un cambio muy importante para mí, es verdad. Pensá que yo pasé de vivir en dos ambientes a más de 550 metros cuadrados. Si bien de vez en cuando sigo sintiendo que es grande, también tiene el espacio que un loco de los autos, como yo, necesita.
–¿En qué te concentraste a la hora de darle tu toque a la casa?
–Es real que tengo una obsesión importante con la estética. No soy arquitecto, ni decorador profesional, pero me nace naturalmente. La restauración de esta casa me llevó diez años, en los que me concentré en devolverle el estilo original. Hicimos un trabajo fuerte de carpintería en los techos y en las aberturas, espejé las columnas para darles más amplitud a los espacios, limpié todos los canteros y trabajé mucho sobre el jardín. Acá no hay ni un mueble, ni un aplique que no tenga que ver con la impronta de la casa.
–¿La decoración es una "profesión frustrada" para vos?
–No, pero tengo un talento natural en ese sentido y desde siempre me comuniqué a través de la belleza. Por otro lado, esta no es la única obra de restauración que hice, antes de arrancar con Dotto Models hice dos restaurantes, que se llamaban Bistró y Ferdinando Parrilla. Los lindos ambientes me dan paz y serenidad porque la belleza es sinónimo de armonía. Cuando la belleza interior se combina con la belleza exterior, la persona se convierte en una estrella. Eso es lo que a mí me partió la cabeza de Carolina Peleritti y de Déborah de Corral, dos bellezas que la gente en un principio no veía, aunque sí vieron a Carola del Bianco y a Liz Solari. Lo que quiero decir con esto es que hay una belleza que la gente interpreta con naturalidad y otra que lleva más tiempo interpretar, pero ambas tienen un mismo componente: la armonía.
–¿Vivir en espacios que te dan paz es fundamental en tu vida?
–Sí, pero no es algo muy consciente… Los busco sin darme cuenta. Con esta casa, por ejemplo, me pasa que cada persona que la conoce muere. Con "El Refugio", mi chacra en Entre Ríos, me pasa algo similar. El otro día estábamos hablando con uno de mis vecinos, un tipo que tiene un campo cerca, y me dijo: "Pensar que yo siempre pasaba por acá y sabía que estaba a la venta y nunca me di cuenta de lo lindo que era el lugar".
–¿Y de esta casa qué te dicen?
–Me sorprendió una vez que, en plena reunión con tipos grosos de México y de Chile, uno de ellos –un millonario que estaba tomándose un whisky frente a la chimenea, pensativo– me agarró y me dijo: "Conozco varias casas en el mundo, pero la tuya es la más linda de todas. La recorrí tres veces y lo que más me gusta es que no tiene ninguna pretensión". Como esta tengo mil anécdotas.
–¿Es cierto que Francisco de Narváez quiso comprarla?
–Sí, fue en un cumpleaños mío hace varios años. Estaba recostado en una reposera y me preguntó si la vendía y le dije que no porque no todo en la vida tiene precio. Tuve seis ofertas por esta casa y también me quisieron comprar autos míos por el doble de su valor. Lo que pasó con el "Colorado" De Narváez es que no era un momento para vender: no tenía la urgencia monetaria, ni la necesidad de un cambio. Hoy, quizás sí la vendería.
–El jardín merece un capítulo aparte…
–La casa contaba con vegetación antiquísima y eso tiene que ver con el estilo donde la naturaleza es un elemento más a la hora de proyectar. Con Gabriela Crespi, mi paisajista, nos concentramos en volver a darle vida al jardín, que ya tenía un nogal de sesenta años, y lo hicimos aún más selvático, por eso agregamos palmeras y dejamos la cortina de lianas, que es un sueño. También agregamos treinta toneladas de piedra bola, porque me parecía feo que en partes del jardín hubiera barro. Después, para seguir la línea de la "Casa de la Cascada", agregamos piedras grandes al lado de la pileta. Además, la casa entera está envuelta por maceteros con malvones, que me encantan. La naturaleza estimula y relaja.

LOS FIERROS, UNA PASION
–¿Cuáles son tus espacios preferidos de la casa?
–No me identifico con un espacio en particular, la casa entera me gusta, pero al principio, cuando arreglé todo el garaje que estaba totalmente destruido, pasaba mucho tiempo ahí. Llegaba tarde y miraba una película entre los autos para relajarme.
–¿Qué "fierros" forman parte de tu colección?
–Para mí los autos son obras de arte. En Entre Ríos, por ejemplo, sigo teniendo una camioneta Ford A, de 1929, que me compré a los 17, y que amo profundamente. Después, tengo una Pagoda, modelo 69, que me compré hace catorce años después de buscarla durante una década y que ahora está en el taller, un Mercedes-Benz 250, modelo 66, que perseguí a su dueño anterior durante cinco años para que me lo vendiera, y otro 220 de 1962 que le compré a Paco Mayorga, un Mercedes emblemático. Además, tengo un Mini Cooper que se encargó de comprarme un amigo porque yo me estaba yendo de viaje cuando vi el aviso en el diario, y un Mercedes-Benz 324, modelo 93, que me enamoró en la película Fachada –en la que Tom Cruise hace de abogado– y compré en 1998. Después, tengo un Chevrolet Doble Phaeton de 1929, una F100 de 1964 y una Voiture de 1932, pero estos últimos están en "El Refugio".
–¿De dónde surge tu pasión por los autos?
–A los 14 años, busqué trabajo en un taller mecánico porque quería aprender cómo funcionaban, me interesaba involucrarme y aprender de motores. Mi hermano menor, Carlos Alberto, se llama así en honor al "Lole" Reutemann, a quien admiramos toda la vida. Además de ser un maestro al volante, era un fachero total, como el "Nono" Pugliese, que tenía una gran colección de autos. Yo creo que tiene que ver con haber sido un adolescente del interior, que vivía en un pueblo, Ramallo, donde a dos cuadras del colegio vivía el "Loco" Traverso y, por ahí cerca, "Marito" García. Escuchabas de autos todo el tiempo, el tema era furor en aquel momento. No es casualidad, entonces, que el Rally de las Princesas que hicimos a fines de septiembre pasado en Entre Ríos, combine mis dos pasiones: los autos clásicos y las mujeres.

Como adolescente que nació en el interior, escuchaba de autos todo el tiempo, el tema era furor. No es casualidad que el Rally de las Princesas combine mis dos pasiones

Cuando arreglé el garaje que estaba totalmente destruido, pasaba mucho tiempo ahí. Llegaba tarde y miraba una película entre los autos para relajarme
EL ARTE DE RECIBIR
–Tenés fama de buen anfitrión.
–Me encanta recibir y ese, justamente, es uno de mis grandes problemas: que soy anfitrión siempre, aun cuando estoy en la casa de otro. El otro día fui a la casa de un amigo y me encantó verlo al tipo tan relajado. A mí me obsesiona que todo esté impecable, siempre. Aunque algunos de los invitados no entiendan de estética, cuando las cosas son bellas, todo el mundo se conmueve y eso es lo que yo siempre busqué: causar un impacto.
–¿Cuáles son tus reuniones preferidas?
–Me encantan los asados y, para que todo sea perfecto, no tiene que faltar nada. En casa, me obsesiona que mis invitados coman bien y que se sientan a gusto.
–Después de una buena reunión, ¿con qué sensación te quedás?
–Quedo muy cansado, porque mis estándares son altos. Por suerte, mis invitados siempre se van agradecidos. A veces, alguno que otro me dice: "La próxima vez, armá algo más chico, así podemos compartir más".
–Mirando hacia atrás, ¿cuál es tu balance de vida?
–Me siento un afortunado por todo lo que hice y, ahora, estoy en un momento que quiero que sea de disfrute. Quiero que los próximos diez años de mi vida sean más lentos. Viví demasiado rápido y, hace un tiempo, me di cuenta de que no tuve tiempo ni de hacer los duelos de mis parejas. Viví siempre para el trabajo y para los demás. Pagué un precio muy alto por ser el número uno.
–¿Te da melancolía no haber formado tu propia familia?
–Siento que fue algo que no se dio porque no había espacio. Tuve al lado mujeres increíbles, contenedoras y amorosas que me bancaron y a las que les fui infiel con el trabajo. Me gustaría volver a armar una pareja y dedicarle el tiempo que le corresponde a un amor.






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