Para beber y comer, sin selfies
Ocho en punto de la noche de un miércoles cualquiera y se abren las puertas de Bradley para la gente que ya estaba esperando afuera: una pareja, un grupo de amigas, otro más numeroso que parece haber venido directo de la oficina. Con puntualidad británica, Lucas el doormen los hace subir la escalerita que conduce al interior de un antiguo vagón de tren, donde este viaje se inicia. Unas pequeñas pantallas, del tamaño de las ventanillas, muestran el breve video que explica Chiara, la maquinista, contando la historia del hombre que inspiró la creación de este lugar –no vamos a spoilearla–, y en apenas un minuto la primera tanda de pasajeros ya llegó a destino. Antes de que el vagón abra su puerta trasera, sin embargo, empiezan las primeras selfies.
Por un lado, se entiende: Bradley es un bar temático y su escenografía, que evoca a la estación King Cross de Londres (la misma donde Harry Potter se tomaba el tren a Hogwarts) es una tentación en ese sentido. Según datos de la consultora Deloitte, la Argentina es el país con más celulares por habitante de América del Sur y el segundo con más usuarios de Facebook, mientras Tinder y Happn suman más usuarios que en cualquier otra parte del planeta. Y los smartphones están convirtiéndose en los protagonistas de nuestras vidas. El 65% de los argentinos reconoce que los chequea durante la noche, cifra que aumenta al 84% entre los jóvenes de 18 a 25 años, y 30% admite que se saca una o más selfies por día para subirla a las redes. Algunos de estos índices están entre los más altos del mundo.
Por eso, iniciativas como Modo Mesa, del programa Mundo Epicúreo de HSBC, son un soplo de aire fresco para levantar la cabeza de los dispositivos: en Bradley, donde la cena y los tragos van de la mano, pidiendo una entrada y un plato por persona te acompañan con una botella de espumante Saint Felicien cada dos personas y con el postre, explica Agustín, el encargado del lugar. La única condición es prescindir del celular durante la comida, y sumergirse en el viaje de sabores que propone seguir la ruta del mítico Orient Express. Si te sentás en la barra, por ejemplo, apenas Ignacio u otro de los bartenders –son dos chicas y dos varones–, te ofrece amablemente sus recomendaciones de la original carta de tragos de autor, dedicados a estaciones, anécdotas y personajes del tren, la tecnología queda relegada en el fondo de la mente y la imaginación se enciende junto con las papilas gustativas, como en la era pre-selfies.