Newsletter
Newsletter

Para emocionarse: las cartas de tres papás a las madres de sus hijos




Son mucho más que cartas de amor, son relatos de cuando todo comenzó. Tres papás escriben a las madres de sus hijos. ¿Tenés un pañuelo a mano?

De Rodrigo a Jimena

Jime:
Cierro los ojos y te veo. Estás sentada en ese sillón que cobró tu forma y la de Emilia. Un año después de transformarte para siempre en madre. Haciendo lo que más te vi disfrutar en la vida. Aprendiendo a alimentar. Alimentándola. Alimentándonos.
En ese instante sos pura como el viento. Lo veo en tu mirada húmeda, en tu sonrisa blanda. Y lo escucho en tu voz.
La melodía de la canción que suena repite "mi despedacito de río, hasta dónde bajarás". Y yo te contemplo, lento, como un paisaje amplio, y te admiro. Sos mamá. Somos tres.
Admiro tu instinto animal que nos empuja adelante por este camino. Admiro tu pasión por una crianza saludable, consciente y responsable. Admiro esa manera que tenés de contagiarme, de compartirnos en esta vida. Admiro esa manera de enseñarme, siendo madre, a ser padre.
Te deseo feliz vida de madre, hoy y siempre. Te amo. Las amo.
Rodrigo Villarruel es director de proyectos de Mutis Agencia. Papá de Emilia.

De Juan a Eri

Eri:
Me senté a escribir esta carta, pero como words don’t come easy to me, voy a empezar con un recuerdo: "El día más aterrador de tu vida es el día que nace tu primer hijo. Tu vida, la que conocés, se acaba, y nunca volverá; pero luego aprenden a caminar y a hablar y querés estar con ellos, y acaban convirtiéndose en las personas más deliciosas que conocerás en toda tu vida". Bob Harris (Bill Murray) le soltó esta frase a Charlotte (Scarlett Johansson) y nosotros dos, que estábamos acostados en la cama de mi antigua casa de Barracas, la escuchamos tratando de entender qué quería decir. Desde ese 2004 hasta hoy pasaron 14 años, cuatro mudanzas, tres hijos, y creo que recién ahora empezamos a entender qué significa.
Cuando nació Felipe, nuestro primer hijo, lo primero que hiciste apenas lo sacaron de tu panza fue olerlo. Te miré sorprendido sin entender lo que estabas haciendo, uno no anda oliendo niños ajenos, pero ese era nuestro y podíamos hacer lo que quisiéramos. Era nuestro y para siempre. A partir de ese minuto fuiste una montaña rusa biológica. Te desprendiste el camisón y, a la vista de todos, sin importarte más nada ni nadie, le empezaste a dar la teta. La naturaleza es muy poderosa y yo estaba siendo espectador de cómo mutabas en una nueva persona, una mamá, con un coraje que daba envidia. Yo, por el contrario, en pánico, contando cada una de sus respiraciones. No quería dejar de ser testigo de su crecimiento, creía que dependía de mí que eso sucediera. Vos me enseñaste que la vida se abre paso sola, los hijos crecen con o sin uno, y que el privilegio es estar cerca para no perderse nada, ni un minuto. Nunca voy a terminar de agradecerte lo suficiente por eso.
El primer mes de Feli fue como un día largo, sin noches ni días, no dormíamos y apenas comíamos. No entendíamos lo que estaba pasando, nada era como nos lo habían contado. Con una carcajada me preguntaste si te estabas volviendo loca, que hacía un mes que tenías puesta la misma ropa; entramos juntos a una nueva dimensión y no había vuelta atrás, tu entrega sin resistencia hizo que yo también me entregara a lo inevitable, ya no éramos los de antes. Parecía que vos sabías algo que yo no sabía, o por lo menos lo disimulabas muy bien. Show me, show me, show me how you do that trick, canté para adentro y a partir de ahí se volvió un mantra; cuando no sé qué hacer o decir, te miro y encuentro una respuesta.
Mi aporte en ese primer mes fue cero, vos le ponías el cuerpo y el alma y yo chocaba contra las paredes preguntándome adónde se había ido la vida que tanto nos gustaba; Bob Harris tenía razón. Adiós a las largas charlas con vino. Con el tiempo, supimos que las mejores conversaciones son por WhatsApp si querés terminar una oración completa sin que se escuche un "mamáaaaa".
A los tres años llegó Antonio, Toti, para nosotros dos también conocido como el Grinch. Todo lo que habíamos aprendido como padres con el primero se borró como se borra un mensaje en la arena con la subida de la marea. Para ser justos con Anto, no una ola más, un tsunami. Aprendimos que la llegada de cada hijo te da la oportunidad de cambiar, de empezar de nuevo, toda la familia avanza un casillero. Nos entusiasmamos tanto con el juego que al tiempo llegó Aurelia y con una sonrisa movió todo a su alrededor. Ahora sí, somos cinco, un auto lleno, un equipo entero.
No te escribo esta carta de corrido, porque me conocés, borro, vuelvo a empezar, busco la mejor manera de decir las cosas y siempre encuentro la peor. Pero quería que supieras que fuiste por esa vez mi héroe vivo. ¡Bah! Sos mi único héroe en este lío.
Juan
Juan Bogisich es director de Arte y Fotografía de Grupo de Revistas La Nación. Papá de Felipe, Antonio y Aurelia.

De Facu a Romi

Hola, Gorda:
Hace seis años te convertiste en mamá y hoy no tengo duda de que fue el principio de lo más lindo, de lo más sorprendente y de lo más desafiante que me pasó en estos años.
Voy a contarte lo que siento cada vez que te veo convertida en una mamá con todas las letras, cuando te veo agotada, después de trabajar, cuando sacás fuerzas de quién sabe dónde para estar con el gordo y dedicarle el tiempo que necesita.
Nunca voy a dejar de sorprenderme cuando veo el esfuerzo que hacés en esa especie de alquimia entre el crecimiento profesional y el desarrollo familiar. Sé que no es fácil, sé que contás conmigo y también sé que no siempre fue así.
Esta carta puede ser de amor, de reconocimiento y de alegría ahora, pero escrita hace unos años el tono y el género serían otros por varias razones.
Porque no la tuvimos fácil, por inmadurez, por imprevisibilidad, por individualismo, por destino o por la razón que fuera, no la tuvimos fácil. Gracias a las personas que nos acompañaron, al esfuerzo que le pusimos, a Dios y a todos los planetas juntos, pudimos salir adelante.
Por eso, es tiempo de decirte algo de lo que nunca dudé y es que sos la mejor mamá que podría haber tenido nuestro hijo.
¿Sabés? No lo supe enseguida. Es que todo pasó muy rápido, apenas un año juntos y ya estábamos embarazados.
Pensándolo bien, creo que toda la vida supimos que habíamos nacido para estar juntos y para tener familia.
Pero, de repente, de un año para el otro, aquí estaba este recién nacido regordete diciéndonos con la mirada: "Hey, ¡hola! Gracias por traerme, agárrense fuerte porque ya nada volverá a ser como antes".
Sé que te costó ponerte en la piel de mamá, que el instinto materno no viene de fábrica, que es más bien una construcción cultural, que en tu cabeza no encontrabas la manera de combinar crecimiento profesional con maternidad, al menos no a tu edad, al menos no en ese momento de tu vida cuando estabas empezando en el trabajo que siempre habías soñado tener, que eras independiente, que vivías sola y que no le rendías cuentas a nadie.
Y, sin embargo, aquí estaba el niño.
¿Te acordás? Los primeros meses, el primer año, diría los dos primeros años, no fueron fáciles. Nos tiramos con todo.
Y sin embargo, seguimos juntos.
El amor es esa química irresistible de atracción sexual que no se completa si no es con una amalgama de valores forjados con la experiencia; es el respeto y es la admiración por quien te acompaña, es la comprensión, es el aguante, es ceder aun cuando no estás de acuerdo, es respirar hondo, contar hasta diez y empezar de nuevo.
Suena lindo y no es fácil llevarlo a la práctica.
Hace unos años nos dimos cuenta de que, a pesar de todo lo mal que a veces nos llevábamos, y de las cosas y de las palabras que nos habíamos tirado por la cabeza, valía la pena seguir intentándolo.
Fue un domingo a la mañana, no sé si te acordás. El gordo amaneció en nuestra cama, como casi todas las mañanas. Y nos dijo algo que, me parece, marcó el fin de nuestras peleas sin sentido. ¿Te acordás?
Él tenía tres años y casi no hablaba, y si lo hacía, era con monosílabos. Vos estabas muy preocupada por esto. Pero esa mañana, el gordo, que hablaba poco y nada, en el medio de nosotros dos, la luz que entraba por la ventana, nos tomó por el cuello con sus bracitos fuertes, nos amarró, nos juntó y nos puso frente a frente, en un abrazo que todavía recuerdo por su fuerza sobrenatural, y nos dijo, espontáneo, de corrido, con alegría y la voz bien clara: "Somos una familia".
Si el amor es esa química irresistible de atracción sexual que no se completa si no es con una amalgama de valores forjados con la experiencia, es el respeto y es la admiración por quien te acompaña, entonces yo te amo.
Facu
Facundo Di Genova es periodista, actualmente dedicado a la comunicación política y a la redacción de discursos. Papá de Pietro y pareja de Romi.
¿Qué te parecieron estas declaraciones? ¡A nosotras nos conmovieron mal! También te mostramos: Regalos para el Día de la Madre y Segundas mamás: tías, abuelas o niñeras que son fundamentales en nuestras vidas

Las más leídas

Te contamos cuáles son las notas con más vistas esta semana.

¡Compartilo!

En esta nota:

SEGUIR LEYENDO

Cómo decorar tu casa con antigüedades y muebles vintage

Cómo decorar tu casa con antigüedades y muebles vintage


por Carolina Cattaneo
A los 35 años adoptó a Juani

Mamá monoparental. A los 35 años adoptó a Juani


por Ana Gutiérrez Matus
Congelar óvulos: todo lo que tenés que saber si lo estás considerando

Congelar óvulos: todo lo que tenés que saber si lo estás considerando


por Daniela Chueke Perles
3 recetas con leche materna para darle a tu bebé

3 recetas con leche materna para darle a tu bebé

Conflicto entre Israel y Palestina: 5 documentales para saber más sobre lo que está pasando

Conflicto entre Israel y Palestina: 5 documentales para saber más sobre lo que está pasando


por Laura Gambale
Tapa de revista OHLALÁ! de abril con Gime Accardi

 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.