¿Que tienen en común David Bowie, Jennifer Aniston y el príncipe Guillermo de Inglaterra? Que todos ellos están en periodo sabático. Son famosos, si, y pudientes, pero el exceso de dinero no es la única razón que los empuja a la pausa laboral.
Bowie, hace cinco años (con 59) dijo basta. Vocifero eso de que estaba >"harto de la industria" y no volvió a aparecer más, excepto en contadísimas ocasiones. Hubo ansiedad entre los fans, pero ni rastro de disco nuevo hasta el día de hoy. Como él, miles de personas en el mundo deciden seguir aquella máxima de "el que no arriesga no gana" y, tras más o menos deliberaciones, salen de la cancha para tomar aire en el banquillo, para cambiar de campo o para no volver al terreno de juego nunca más. El club de los audaces es cada vez más numeroso y menos exclusivo. Pero ¿por qué?
"Existe una insatisfacción crónica con el modo de vida actual", justifica Pablo Slemenson, de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. "La vida cotidiana no nos llena y por eso buscamos una fuga, una respuesta a nuestro vacío a través de situaciones ideales que nos liberen. Y el período sabático es una muestra."
Pero sabático no quiere decir tiempo de ocio, de vagancia o aburrimiento. Etimológicamente, viene del hebreo šhabbat (sábado), que es el día de descanso semanal, de reflexión de la actividad de los seis días anteriores. También se remonta a cuando la tierra pedía un año de respiro (por cada seis) para reponerse y volver a dar cosecha con ímpetu.
En la práctica, y en lo individual, las causas para huir de la rutina son varias. El príncipe Guillermo de Inglaterra, por ejemplo, pidió el beneplácito de su abuela la reina para ausentarse durante dos años de sus obligaciones reales. Quiere afianzar su matrimonio (dice) y evitar que su nuevísima esposa, Kate Middleton, pase por el desconcierto y la soledad de Lady Di en sus años de palacio (se intuye).
La actriz Jennifer Aniston –la eterna ex de Brad Pitt– también optó por un descanso temporal para darle más espacio a su nueva pareja, Justin Theroux; mientras que la cantante italiana Laura Pausini se volcó en reencontrarse con los suyos durante sus dos años sabáticos. En ambos casos, la familia fue el objetivo, aunque no pocas veces representa el freno o la excusa para no soltar y continuar en la rueda.
"Muchas personas piensan que el período sabático es un limbo, una situación sin tiempo ni espacio en la que nos deshacemos de nuestras ataduras. Y esto es irreal, es una fantasía. Porque la vida sigue y hay que prestarle atención", apunta Slemenson. "Otras veces, en contraste, lo irreal es el circuito diario que nos construimos cada uno en la vida cotidiana, que es circular y está llena de automatismos. Que es falsa. En esos casos el paréntesis es bienvenido", dice el especialista. Porque la distensión en las obligaciones facilita la reflexión: abstraerse, sopesar, calcular y cambiar.
Le pasó a Ricky Martin, que al borde de sus 40 se fue a meditar (como Julia Roberts en la película Comer, rezar, amar ) y dos años más tarde volvió con una decisión que le cambió la vida por siempre. Hizo pública su homosexualidad.
Había un riesgo, y de los intensos, en el caso del puertorriqueño. ¿Cómo gestionar la transición de macho latino a artista gay? Y, los otros, ¿cómo reaccionarían a la reapreciación? "El riesgo es una constante en este tipo de decisiones, porque se rompe con las prácticas, o con los vínculos que hasta ese momento nos organizaban, nos ordenaban la vida. Por eso hay miedo también: por ese salto al vacío, a lo desconocido, y a la inestabilidad que puede traer consigo", continúa Slemenson. Para este psicólogo, el año sabático no hace sino expresar la necesidad de una transformación profunda, aunque él prefiere recomendar una metamorfosis menos violenta, más lenta y progresiva. Que sea día a día cuando reajustemos nuestros mecanismos para encontrar más plenitud. (Guarecer la felicidad con el esmero constante.)
El día a día, sin embargo, no es suficiente para algunos, o es tan rápido que no lo ven pasar. Y precisan de más tiempo para buscar y encontrar. Uno de estos exploradores es el cineasta Steven Soderbergh (director de cintas como Che, Traffic o Sexo, mentiras y video), quien anunció hace apenas unos meses un "descanso temporal" cercano, porque sentía "la necesidad de recalibrarse para poder descubrir algo nuevo". Dicen que a Soderbergh se le escondió el impulso artístico y por eso se propone escarbar hasta volver a dar con él.
Además de la desconfianza en el futuro, hay otro factor que ahuyenta al año sabático: la ética protestante de la sociedad. Esa que, según el sociólogo de la UBA Marcelo Urresti, "condena al vago" y penaliza al que trabaja a un ritmo diferente. El sentimiento de culpa que se deriva se suma al resto de inconvenientes (junto con la inestabilidad emocional o a la dificultad de reinserción laboral).
Y al otro lado de la balanza hay introspección y ensanchamiento de miras (es el premio al riesgo, a la curiosidad). Lo hicieron ellos, el abuelito Bowie, la novia Aniston, Soderbergh el rastreador o Ricky Martin el valiente. Aminoraron la marcha, sacudieron su rutina y, hoy, detrás del umbral, buscan más.
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