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 • HISTORICO

Pensamientos desordenados de una embarazada a término




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Hace unos meses estaba charlando con mi partera sobre mi embarazo anterior cuando me dijo: “Los mamíferos tienden a gestar períodos similares. Salvo que haya alguna patología o que el bebé nazca prematuro, es raro que si tuviste a Julieta en la semana 40 ahora vayas a parir en la 36. Puede ser una semana más o una menos pero no creo que haya mucha diferencia, aunque obviamente siempre hay excepciones”.
Sus palabras me tranquilizaron. No voy a parir en cualquier momento, pensé, no voy a romper bolsa ahora, todavía falta. Y hacerme la idea de que falta me alivió. Me hizo no estar pendiente todo el tiempo, ni preguntarme si ¿será hoy?, como me pasó la otra vez. De hecho, cuando alguien me dice “¡Ya estás!” respondo que no, que faltan dos semanas.
Estoy particularmente tranquila, calma. Sin embargo, cometí el mismo error que con Julieta. No mentí sobre mi fecha de parto, todos saben que es el 10 de noviembre y al menos una vez por día me encuentro contestando si tengo contracciones, si tengo todo listo y cómo me siento. Si no contesto mensajes piensan que estoy pariendo y cuando cuento que estoy tan tranquila me preguntan si no tengo miedo, cómo va a ser la logística con mi hija y demás. Parecería ser que el afuera está más ansioso que uno. Me hace acordar a cuando te preguntan de forma insistente ¿Cómo duerme tu hijo? ¿Dónde? ¿Cada cuánto se levanta?
Capaz es porque tuve un embarazo divino, sin sobresaltos como la otra vez (retraso de crecimiento y reposo). Todavía me siento ágil y llevo muy bien la panza y los once kilos que tengo de más.
Últimamente también se me vienen a la cabeza los primeros días de Julieta, donde tenía cero experiencia y mucha disponibilidad (al revés de lo que me pasa hoy). Me acuerdo de lo que me costó la lactancia al principio, el dolor que sentía y el pensar que iba a ser así para siempre. Creo que la ventaja de la segunda maternidad es que sabemos que “todo pasa”. Puede ser que dar la teta nos moleste un poco al principio pero sabemos que en unos días todo se va a acomodar. Tenemos la certeza que algún día vamos a volver a ver una serie, salir con amigas o hacernos las manos. Obviamente la idea es disfrutar y entregarme a cada etapa, pero ese saber que “todo pasa” me parece que ayuda bastante.
Por otro lado, la llegada de Julieta fue tan disruptiva (cambió 180 grados el eje de mi mundo) que me pregunto qué me va a traer Camilo. Si bien la novedad puede ser lograr el parto que tanto deseo o todo lo que trae aparejado ser mamá de un varón, me pregunto si su llegada también va a significar un cambio rotundo en mi vida –prioridades, rutina, trabajo– o si se va a acoplar a todo el cambio que vengo atravesando desde hace tres años.
Una de las cosas que más me ilusionan es ver cómo van a construir el vínculo de hermanos y una de las que más me preocupan es cómo se va a sentir Julieta con todo este cambio (y cómo va a estar mientras yo esté internada, que ojalá sean muy poquitas noches). Ella tiene súper presente a Camilo, lo nombra todos los días, todo el tiempo. Me da mucha ternura que está súper monotemática con el tema. Todos los días le da de comer a sus bebés, los acuesta a dormir, nos dice que hablemos bajito así no se despiertan y hasta les da la teta. Y yo, obvio, muero de amor.
Hace poco una amiga me dijo algo que me encantó: “No escatimes besos y abrazos con Camilo por miedo a cómo se pueda sentir Julieta. De esa forma, ella se va a acordar de todos los mimos que recibió de bebé y va a naturalizar ese amor madre-hijo hasta apropiarse de él”.
¿Cómo estuvieron sus hijos antes de la llegada del hermanito? ¿Qué cosas les preocupaban a ustedes? ¿Cómo transitaron los últimos días? Las espero en @upalalaok y en mi FanPage
Debbie

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