Pensar en chico: por qué ahora la innovación apunta a la pequeña escala
La construcción y las tecnologías digitales buscan mejorar la vida cotidiana en espacios cada vez más pequeños
Desde los años 60 las revistas de decoración buscan el santo grial de la vida en la ciudad: soluciones para habitar espacios reducidos sin sentirnos aprisionados. "¿Cómo convertir un rincón en escritorio?" "Cinco ideas para tener un solárium en el balcón". "Cocinas en sólo un metro cuadrado".
Esa búsqueda sigue activa hoy, más que nunca. Las ciudades se volvieron nuestro ecosistema por excelencia. El 80 por ciento de los latinoamericanos vivimos en ciudades y seremos el 90 por ciento para 2050. Cuantos más somos, más caro se vuelve el espacio y más se reducen nuestros metros cuadrados. Este problema -como suele pasar con los problemas- está generando un mar de innovación.
Por un lado, las nuevas formas de construcción y las tecnologías digitales buscan cambiar el entorno y agregarles nuevas funciones a todos los espacios, no importa cuán chicos sean.
Por otro, nuevos modelos sociales promueven la vida a pequeña escala como un aporte a la sustentabilidad del planeta. El movimiento conocido como tinyhouses tiene su propia película -Tiny, de Marette Muelle y Christopher Smith, estrenada en el festival de innovación SXSW- que sigue la historia de personas que decidieron vivir en espacios reducidos, con lo mínimo indispensable, para buscar un nuevo sentido a su existencia y reducir su huella ecológica. Menos militante pero igualmente en boga, otra tendencia social privilegia el acceso sobre la posesión. Espacios de coworking y coliving, donde se comparten lavarropas, impresoras y cualquier otro amenity, son una forma de ahorrar espacio y evitar la multiplicación de objetos.
En su último número, la revista inglesa de diseño Monocle reseñó varios emprendimientos que buscan aprovechar estas tendencias. Blue Crates es una star-tup nacida en Chicago que ofrece espacio para almacenar ropa fuera de temporada. Algo así como el outsourcing de los placares. Laundrapp retira, lava y devuelve la ropa en Gran Bretaña, Nueva Zelanda y Australia. Y Muji, de origen japonés, tiene toda una línea de productos para el hogar en versión extrasmall, desde planchas hasta tostadoras, desde pavas eléctricas hasta cafeteras.
Todo en miniatura
"El fenómeno de la miniaturización se da en tres casos distintos", dice Alex Blanch, fundador del estudio de diseño Blinks y director de la carrera de Diseño que la Universidad de San Andrés lanzará en 2018. "Puede ser por acción voluntaria, cuando los ciudadanos quieren reducir su huella de carbono. También por falta de espacio pero no de recursos, como sucede en el caso paradigmático de Tokio, donde existen microespacios altamente equipados con tecnología. Y por último, cuando simplemente no hay recursos para costear espacios mayores", enumera.
"En la Argentina, vivir en espacios reducidos es una consecuencia del alto costo de la vivienda en relación al poder adquisitivo", suma Sebastián Lew, especialista en planificación urbana que el año pasado dejó su lugar como consultor del Banco Interamericano de Desarrollo y co-fundó Das Haus, una start-up basada en un nuevo sistema de construcción modular sustentable.
"Vivir en espacio pequeños es una decisión que toman las familias para poder seguir cerca de lo que necesitan: empleo, transporte, educación, cultura. Sus opciones son resignarse a vivir más lejos, donde la incidencia del costo del suelo sea menor o resignarse a una calidad de vivienda inferior. Para las familias de bajos ingresos esta situación se torna dramática, y explica en buena medida el crecimiento de asentamientos informales de las últimas décadas".
"Podemos vivir en espacios privados más pequeños si el espacio público es de calidad", dice Lew. "Eso implica garantizar que todos los habitantes de la ciudad vivan a poca distancia de pulmones verdes, o que las calles ofrezcan una mejor experiencia a los peatones".
Otras soluciones pasan por mejorar los sistemas de construcción para que sean menos costosos y sigan una lógica escalable. "Los problemas de acceso a la vivienda se deben en parte al costo elevado de la tierra, y en parte a que construimos de manera ineficiente. La construcción húmeda es un sistema obsoleto pero hay una reticencia histórica de la industria de la construcción a innovar", agrega Lew.
Los mecanismos de construcción son un enorme campo para la disrupción. Hace cuatro meses una start-up basada en San Francisco, Apis Cor, levantó una casa completa en 24 horas mediante impresión 3D. No usaron partes prefabricadas. Se valieron de una impresora móvil para todo, salvo la pintura y la colocación del techo. La casa, de 37 metros cuadrados, costó poco más de 10 mil dólares y se presentó como una opción para los seguidores del movimiento tiny houses. El video de la construcción está en YouTube.
"En el futuro cercano crecerá la oferta de viviendas más sustentables, inteligentes y adaptables a los cambios", asegura Lew. "Hay una demanda de eficiencia energética y construcción verde que sumada a los nuevos materiales, conceptos y tecnologías lo harán posible".
Las novedades no están sólo en cómo se levantan las viviendas, sino también en todo lo que cabe en su -reducido- interior. El hogar inteligente es uno donde la cantidad de metros cuadrados importa menos que la cantidad y calidad de las funciones que esos metros puedan ofrecer. "Se está terminando la era de la multifunción. Ya no alcanza con una multiprocesadora que resuelve varias tareas en poco espacio", dice Blanch. En su opinión, los objetos que necesitamos en nuestros monoambientes, más que achicarse tienden a desaparecer por completo.
"Pantallas que no se ven cuando no se usan, interfaces que se accionan con la vista, chips embebidos en la ropa que usan como batería el movimiento del cuerpo... Los mecanismos son cada vez más sofisticados e independientes del espacio disponible. El trabajo del diseñador es cada vez más orquestar estos nuevos objetos. La próxima gran invención no será una cosa, sino una relación entre muchas", sostiene.
Emiliano Horcada, design partner y director de User Experience de Globant, cree que la clave está en entender el contexto en que los usuarios llevan adelante cada actividad, más allá del tamaño o la forma de los dispositivos. "Por ejemplo, no vas a leer un libro desde tu reloj -señala- pero quizás sí lo uses para activar la reproducción de un audio-libro durante un viaje".
Incluso puede que el reloj sea prescindible. "Las experiencias sin interfaz hace dos años parecían lejanas y hoy son cada vez más habituales", dice Horcada. "En ciudades cada vez más inteligentes vamos a ver interacciones sobre superficies rugosas, sin las típicas pantallas: señalética en movimiento, realidad aumentada a través de implantes, espacios de interacción en comercios y lugares públicos", agrega.
Muchas de estas interacciones no requieren más espacio que el de nuestro cuerpo. "Los usuarios pueden accionar funciones mediante gestos y los diseñadores contamos con ellos como parte de nuestra caja de herramientas", sostiene Horcada. "Eso nos obliga a considerar aspectos cognitivos y motrices para optimizar cada movimiento". Quién sabe..., pronto, para terminar de leer esta nota, sólo alcance con asentir dos veces y verla desaparecer para ganar espacio en la mesa.
sonia@sociopublico.com
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