Soy un privilegiado. Vivo en una casa inmensa con un terreno en el que armé una especie de reserva ecológica con plantas, ciento veinte palmeras… Soy muy delirado para todo y para armar mi hogar también. Además, estoy con mis perros, mi hijo, mi tía… Y tengo mucho trabajo: doy clases por Zoom y Viviana [Saccone], que es mi representante, me consiguió lo de Cantando por un sueño. ¡Por primera vez en 52 años tengo representante!", cuenta Pepe Cibrián Campoy (72), mientras termina de almorzar y antes de empezar con los alumnos que lo están esperando a la distancia.
–¿Cómo te ves como jurado del Cantando?
–Estoy muy entusiasmado, me cuidan mucho y creo que la vamos a pasar muy bien. En realidad, no es algo nuevo para mí porque hace muchos años que escucho gente cantar, que marco, que enseño, que dirijo… Me atrae mucho también la mezcla de los participantes, algunos con experiencia y otros con casi ninguna.
–¿Cómo te llevás con tus compañeros: Moria, Nacha y Karina, la Princesita?
–A Moria la amo y me llevo maravillosamente bien. A la chiquita Karina no la conozco, pero debe ser fantástica. Y con Nacha… tenemos una relación cordial.
–¿Hay temas no resueltos con Nacha?
–Yo no tengo ningún problema con ella. Es una mujer que respeto, talentosa, fascinante y empedernida, pero si ella ha tenido algún problema conmigo no es mi tema.
–¿Cómo es tu día a día en cuarentena? ¿Te arreglás o andás de entrecasa?
–Me levanto, me ducho, hago gimnasia y me cambio como si fuera a salir. No me dejo estar.
–¿Te llevás bien con el aislamiento?
–A mí me encanta estar en mi casa y soy muy feliz acá. Pero no me vengan con eso de qué descubrí estando encerrado. [Se ríe]. Como sigo haciendo terapia online descubrí lo mismo que hubiera descubierto en cualquier otra circunstancia. Sé que hay mucha gente que la está pasando verdaderamente muy mal y eso sí me preocupa muchísimo y me hace sufrir.
–Recién hablabas de tu rutina de gimnasia.
–Es algo que me fascina. Hago cerca de ochocientos abdominales por día, te lo juro por mamá. Soy muy coqueto, me encanta andar perfumado –debo tener como cuatrocientos perfumes–, pero después de los dos cánceres que tuve y la rotura de cráneo cuando me caí, ya no necesito más cosas materiales. ¡Esas cosas sí me cambiaron! Con lo que tengo ya está.
–¿Cómo reaccionaste cuando te dijeron que tenías cáncer?
–Nunca me enojé con la vida y en lugar de preguntarme por qué a mí, me preguntaba para qué. Y me sirvió para ser menos consumidor, ser más rejalado con mi relación con la gente, más empático y hacer –dentro de mis posibilidades– que los demás vivan mejor.
–¿Tuviste miedo?
–No, te juro que no. Cuando iba al Hospital Alemán a hacerme rayos o la quimioterapia, decía que iba a Disney. Estaba haciendo lo que iba a curarme y tenía que ir contento y esperanzado en busca de eso. Y la vida me dio una nueva oportunidad.
–Contame de tu tía y de tu hijo…
–Hace meses que traje a mi tía Carmen, que tiene 90 años, a vivir conmigo. Es una hermana de mamá, la luz de mi vida y por suerte, puedo tener dos personas que me ayudan a atenderla. Y lo de mi hijo Luis es una historia más larga. Hace dos años, adopté a Luis (27), un joven actor y cantante mendocino, muy culto, gran compañero, que conocí cuando di un seminario en Mendoza. Lo invité a vivir conmigo porque me sentía muy solo después de separarme de Santiago, con quien me casé y estuvimos veinte años juntos. Nos llevamos muy bien, tenemos una relación muy paternal. Él hace su vida, tiene su novia, su mamá Miriam, sus hermanos que son encantadores…
–¿Pero cómo se te ocurrió invitar a vivir a alguien a tu casa sin conocerlo?
–Es que me sentía realmente solo, estaba muy mal. Todas las noches se tenía que quedar alguien a dormir conmigo en este caserón. No podía con tanta soledad. Te juro que nunca lo miré con ojos de deseo –lo juro por mi madre– y eso que es muy guapo. Lo sentí, no puedo explicarlo… Y mis amigos me decían: "¡Estás loco, estás loco!". "Vení a casa, probamos, yo te ofrezco una plataforma de estudio –todos los profesores y las clases que quieras– y nos hacemos compañía", le dije. ¡Y funcionó! Ahora somos una gran familia, los míos y los suyos. Durante quince años quise adoptar y nunca lo logré. Creo que con Luis estoy poniendo en práctica mi costado de padre y hasta pienso darle mi apellido. Él me llama "Pepé" en vez de "papá". A los José nos dicen Pepe por San José, que fue el Pater Putativus (P.P.) de Cristo.
"CONOCÍ ALGUIEN POR TINDER Y ESTOY MUY ENTUSIASMADO"
–Hace poco se cumplieron catorce años de la muerte de Ana María Campoy, tu madre.
–Sí y el viernes 24 voy a hacerle un homenaje. Voy a hacer por streaming La importancia de llamarse Wilde, que fue la última obra que hicimos juntos. Las entradas se pueden comprar por Plateanet y será la mejor manera de homenajear a esa mujer que me ha hecho reír tanto en la vida, algo que no tiene precio.
–¿Tus padres siguen estando presentes en tu vida?
–Están presentes –sobre todo papá, porque era un referente muy grande en mi vida– en los momentos en los que necesito y les pregunto qué hago, cómo resuelvo tal cosa. Antes de dormir, les rezo, cuando me despierto les agradezco por un nuevo día. Soy un resiliente.
–¿Y cómo sentís las respuestas de ellos?
–Resuenan internamente como una sensación de caricia, de generosidad… [Se emociona]. Me resuenan en el alma, sé que ellos me cuidan. Cuando me enfermé y después cuando me rompí el cráneo, ellos se metieron en el medio y arreglaron todo para que yo pudiera salir adelante.
–De ellos también aprendiste a convivir con los momentos de abundancia y con la falta de dinero que tiene la profesión del actor…
–Totalmente. Yo tuve la suerte de conocer a Tito Lectoure y haber hecho Drácula hace casi treinta años en el Luna Park y haber ganado muchísimo dinero. Y también he gastado mucho. Me encanta viajar, invitar a amigos, hacer regalos… Estuve dos años sin poder trabajar cuando tuve cáncer y debí vender un departamento para poder pagar mis gastos y terminar con la hipoteca que tenía de esta casa… Pero no me importa nada, son cosas materiales. En algún momento, pondré en venta esta casa, es demasiado grande, para qué quiero 420 metros cuadrados, siete dormitorios en suite… Mi habitación tiene 120 metros cuadrados, ¡un delirio! Soy muy exagerado en todo y más allá de mis plantas, que cuido y les hablo todo el tiempo, todo lo demás me da igual tenerlo o no tenerlo.
–¿Tenés ganas de volver a enamorarte?
–Estoy en eso. Conocí alguien por Tinder y estoy muy entusiasmado. Es un gran profesional, tiene 46 años. Igualmente, todavía no nos vimos personalmente, pero las charlas que tenemos son muy interesantes. A él no le importa la diferencia de edad, así que ¡adelante!
–¿Hace mucho que estás en Tinder?
–No tanto. Ahí estoy con mi nombre, mi edad, mis fotos… Es un medio maravilloso para conocer gente. Lo que pasa es que no me escriben mucho porque no pueden creer que sea yo. ¡Pues ellos se lo pierden! [Se ríe].
–¿Qué dice tu perfil?
–Que busco alguien que se comprometa, que tenga ganas de formar un espacio en común. No quiero otra cosa. Me parece bien los que buscan sólo sexo y divertirse, pero yo ya no estoy para eso.
–¿Estás listo para otra convivencia?
–Sí, me gusta mucho la convivencia. Mis padres eran muy familieros, se ve que heredé eso de ellos.
UNA DECISIÓN MUY PERSONAL
–¿Qué te produce la palabra "muerte"?
–Me da miedo, lo reconozco. No quiero vivir la decadencia, ni la decrepitud. ¡Y no las pienso vivir! Lo mejor sería morirme sin darme cuenta. En mi familia todos fueron muy longevos y se murieron de golpe. Yo vivo la vida plenamente y cuando llegue, que me encuentre habiendo disfrutando cada minuto. Antes era más ansioso, pero aprendí a parar.
–¿A qué te referís cuando decís "no pienso vivir la decadencia ni la decrepitud"?
–Es algo que ya tengo hablado. Si mi parte cognitiva fallara o si tuviera una enfermedad terminal, yo no pienso sufrir ¡nada! Me da igual si están de acuerdo conmigo o no. Ser un vegetal y que se tengan que hacer cargo de mí en ese estado, no. Tengo un pacto ético con ciertos amigos y así será, ellos me ayudarán a morir.
–Pero en Argentina la eutanasia es ilegal...
–Es que esto es una trampa, nadie va a saber cómo fue. ¿Me van a llevar a la cárcel? Ya voy a estar muerto. [Se ríe].
–¿Y tus amigos?
–Nadie va a saber quién fue. Igualmente, mi mayor deseo es morirme en un teatro, trabajando. ¡Pero no por ahora!
Más leídas de Lifestyle
Para los médicos era estrés, pero tenía un ACV “Me recomendaron hacer postrecitos caseros y venderlos para dejar atrás las situaciones complicadas”
No es para mirarse. La verdadera razón por la que los ascensores tienen espejos y seguro no conocías
¿Cómo consumirla? La poderosa sopa natural que ayuda a "quemar grasas" y permite bajar hasta 8 kilos en una semana