Hay momentos en los que María Fernanda siente que su vida dio un giro tan extraño y complejo, que parece ficción. Y, sin embargo, tanto su historia como la de otras almas que transitan este mundo son intensamente reales, aunque en ocasiones ella hubiera deseado que no lo fuera. Pero, aun a pesar de ciertos anhelos imposibles, la mujer sabe que, a veces, ciertos sucesos surgen para ponernos a prueba y desafiarnos a observar la existencia con otra mirada, para crecer y cambiar.
Una pérdida irreparable
Todo ocurrió en apenas un año, el último año. "Es asombroso, la vida tal como la conocemos puede dejar de existir en muy poco tiempo", observa la madre de Valentino, de 9 años, y Santino, de 5.
Con la muerte inesperada de su querida Mariana, marzo del 2019 fue el mes que marcó el inicio de una etapa revolucionada y transformadora. Súbitamente, su suegra había enfermado, la internaron y en pocos días falleció. "Fue inexplicable. Ella no era tan solo mi suegra y la abuela de mis dos varones, era el pilar de la familia. Con toda su delicadeza y amor nos guiaba, acompañaba y ayudaba siempre. En su vocabulario no existían los `nos´ ni los `peros´. A pesar de ser la mamá de mi marido, era una mamá para mí, y también como una segunda madre para mis hijos: ella estuvo en los nacimientos, cumpleaños, fiestas escolares, días de semanas y domingos. Siempre estaba presente, preguntando o llamando para saber. Todos la adorábamos".
Fernanda sostuvo a su marido, Bruno, y a sus hijos en el velatorio, el entierro y los días nublados que siguieron. En cuanto a ella, resistió como pudo para contener a una familia que de pronto se sentía poseedora de un vacío agobiante, pero que debía continuar. "Fue el primer aprendizaje de este último año: debíamos quedarnos con todo aquello que Mariana nos había brindado con tanto amor; recordarla de la mejor manera posible y seguir nuestro camino con los valores transmitidos".
Vida inexplicable
Y fue justo cuando las piezas se habían comenzado a acomodar que llegó septiembre, y con aquel mes, otro golpe azotó sus vidas con la fuerza de un huracán despiadado. Bruno, su amor, su marido, el padre de sus pequeños, se descompuso en su hogar, fue trasladado al hospital de inmediato, y luego de practicarle reanimación por cerca de media hora, murió de forma repentina. "Tan solo 39 mágicos años", dice su mujer conmovida. "Apenas unas horas antes había estado jugando con los nenes y tomando mate en la cama".
Para Fernanda el tiempo se detuvo. Se sentía una extraña en una existencia que le era ajena. Lo inesperado descoloca y desorienta y, sin dudas, ella había extraviado el sentido de su vida: "Millones de sensaciones y emociones entremezcladas", rememora. "Lo peor de todo fue el momento en que tuve que decírselo a mis hijos. En ese instante, en el hospital, hablé con la psicóloga y me dijo: ¿querés darles la noticia vos o pensás en otra persona cercana? De inmediato respondí: soy la mamá y voy hablar con ellos. Tomé fuerzas no sé de dónde, fui hacia mis niños, esperé que terminaran de cenar y les dije que tenía que hablarles a solas. Me senté junto a ellos, los abracé y les expliqué que a papá se le había parado el corazoncito, que se había ido al cielo con la abuela Mariana. Que no iba a estar más físicamente, pero sí toda la vida en nuestros corazones. Creo que fue la primera vez que vi a mis hijos sufrir desgarradamente. La verdad que no se lo deseo a nadie. Tan pequeños, tan inocentes, tan indefensos y tener que pasar por semejantes pérdidas".
Allí estaba Fernanda, foránea en su cuerpo, nuevamente en un velatorio y entierro, pero esta vez de una forma diferente, más difícil. Los días pasaron y las cosas comenzaron a complicarse. Dolor, tristeza, agonía, soledad."La sensación de no poder ni querer seguir, sumado a que en estas situaciones fatales surgen infinidad de trámites y cuestiones para resolver de todo tipo", agrega. "Pero en nuestro presente solo cabía el llanto y más llanto de los tres todos los días. Abrazos y besos. Enojos, preguntas, miedos, cuestionamientos. Culpas. Palabras quebrantadas y otras de aliento entre nosotros. Dos soles al lado mío diciéndome: mamá tenés que comer, mamá te necesitamos, mamá no queremos que te vayas. ¿Cómo no intentarlo cuando mis dos hijos fueron el motor de mi vida y me impulsaron a salir?"
Continuar el viaje
En un abrir y cerrar de ojos la vida de Fernanda había cambiado radicalmente y, por aquel sendero desconocido, le dio inicio a la compleja tarea de la adaptación, "o intentarlo al menos". Con el paso de los meses, junto y gracias a la ayuda de muchas personas, familiares, amigos, vecinos y psicólogas, levantaron cabeza, resilientes de alma, para seguir. "Una vez más el aprendizaje es quedarnos con lo mejor de Bruno como esposo y papá. Agradecer siempre el tiempo compartido y las experiencias de vida que vivimos junto a él. Dicen que las heridas se curan con el tiempo, yo creo que se cierran un poco pero siempre van a estar, porque son huellas que quedan impregnadas en nuestros corazones que recuerdan con orgullo: el amor incondicional de todos hace la situación un poco más amena".
Una vez más, a la familia le había tocado rearmarse para continuar el viaje de la vida. Entonces llegó el año nuevo, 2020, ese que parece resistirse a un verdadero comienzo. Y en sus primeros días arribó la tercera desafortunada noticia en menos de un año: Juan, suegro de Fernanda y abuelo de los nenes fue intervenido en una operación en apariencia exitosa y, sin embargo, al día siguiente murió súbitamente, como Bruno: "Frialdad corrió en mi cuerpo y mi corazón al saber que teníamos que vivenciar la tercera muerte. Decirles a los nenes fue fatal. Más que nunca nos terminamos de unir para afrontar la pérdida y el dolor".
La vida es bella
Poco más de un año ha transcurrido desde la primera despedida. Tiempos impensados e inesperados. Una odisea inexplicable y, sin dudas, transformadora. Hoy, en días extraños de cuarentena, Fernanda y sus chicos son una familia de a tres que, como otras, necesita de la empatía por parte de aquellos que desconocen qué se esconde detrás de cada circunstancia de vida. El aislamiento aún en duelo y con hijos pequeños no es sencillo, así como animarse a dejarlos solos si se presentara el caso imprescindible de salir. Pero a pesar de las dificultades, en estos tiempos están reconstruyendo un núcleo de amor sólido, en donde cada día se apoyan uno en el otro para emerger en un futuro esperanzador y fortalecido.
"Unidos. Porque esta familia sigue resistiendo, creyendo que la vida es bella a pesar de todo. Porque sabemos que la vida es una sola y hay que vivirla. Porque somos lo que dejamos: amor y luz en el camino".
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