Josefina Pereyra (51) nació en Raco, un pueblo ubicado a 55 kilómetros al noroeste de San Miguel de Tucumán. Era la menor de 9 hermanos y como sus padres se habían divorciado cuando ella era una niña y su mamá debía trabajar todos los días, le pidió a una mujer si podía cuidar de su hija. Mientras ella se criaba con esta señora de absoluta confianza, sus hermanos realizaban diferentes actividades laborales en el campo.
A partir de los ocho años Josefina se trasladó junto a la mujer con la que vivía a la capital tucumana y luego estuvo un año en La Rioja. "Para ese momento ya había perdido el contacto con mi familia pero mi mamá me estaba buscando. Cuando nos reencontramos ella estaba en pareja con otro hombre y yo sentía que no encajaba en la casa, percibía que este señor no me aceptaba", recuerda.
Vendedora ambulante
A los 16 empezó a trabajar en casas de familia, con cama adentro, hasta que una noche, en un baile, conoció a Carlos con quien inmediatamente se flecharon y desde ese ese momento no se separaron nunca más. A partir de ahí, se juntaron y comenzaron a vender ropa por la calle ya que él trabajaba en una tienda y le entregaban mercadería para comercializar por los barrios. "Teníamos clientes fijos y después empezamos a vender sábanas y toallas puerta a puerta por los barrios".
Mientras iban naciendo sus primeros hijos (tienen siete), Josefina y Carlos se dedicaban a la venta ambulante y posteriormente comenzaron a fabricar porta-maceteros de diferentes modelos que vendían a diversos viveros de la ciudad.
Como a una gran cantidad de argentinos, la crisis del 2001 la tuvo a maltraer a Josefina y a su familia. "No la pasamos nada bien. Hubo días en que solamente les dábamos mate cocido a nuestros hijos. Yo estaba embarazada, no había trabajo y fueron días muy difíciles".
Una vez que pasó ese cimbronazo, lentamente se empezaron a recuperar. "Siempre hemos intentado progresar para que nuestros hijos tuvieran un bienestar. Al principio me costó mucho, me daba mucha vergüenza salir a vender porque no estaba muy acostumbrada pero cuando llegaba el final del día contaba lo que había recaudado y ya me daban ganas de volver a salir al día siguiente".
Josefina llevaba un tiempo vendiendo ropa en la calle y se sentía cansada de tanto trajín. En ese momento comenzó a pensar en la posibilidad de tener un local propio. "Siempre me proyecté, nunca dejé de ponerme metas, yo siempre sueño así".
El sueño de tener un local propio
Corría el año 2004 cuando una noche estaba yendo con su marido en el auto a una reunión en el colegio de una de sus hijas en Tafí Viejo y, de repente, pasaron por el barrio Próspero Mena. "Yo veía las luces de esas calles, era todo muy comercial y a la vuelta de ese evento paramos el auto y sacamos parte de la mercadería que teníamos en el baúl. La gente se acercaba, nos hacía preguntas sobre los precios. Al sábado siguiente volvimos y vendimos un montón de ropa", cuenta, exultante.
A partir de ese momento uno de los sueños de Josefina estaba más cerca que nunca: la meta de tener un local de venta al público dejaba de ser un deseo para transformarse en una realidad. Aprovechando que un supermercado en esa zona se presentó en quiebra, a su esposo y a su cuñado se les ocurrió la idea de armar una feria en ese mismo espacio y el primero de los 15 locales fue designado para Josefina. Era un lugar muy pequeño donde cabía muy poca mercadería. Pero se trataba de un primer paso más que auspicioso para lo que vendría luego.
Capacitación para tener más éxito
A través de una persona del barrio, al poco tiempo Josefina se acercó a Pro Mujer, una de las organizaciones más destacadas de desarrollo y micro-finanzas para mujeres en América Latina que abrió sus puertas en la Argentina en 2005. Y a partir de ese momento la fueron asesorando y capacitando en relación a diferentes temáticas vinculadas a emprendimientos, dinero, inversiones y costos.
A partir de ese momento, Josefina empezó a viajar a Bolivia y a Buenos Aires donde compraba ropa para revender en Tucumán. En otra de las capacitaciones aprendió a comercializar su mercadería a través de las redes sociales con el objetivo de ampliar su canal de ventas y de proyectase a más clientes.
Dos locales más
Como las ventas y los ingresos iban creciendo en ese primer local, a Josefina se le presentó la posibilidad de abrir dos locales nuevos, pegados al primer negocio. "En menos de dos años pudimos abrir dos locales más. Estamos atendiendo con mi esposo, tenemos dos chicas que nos ayudan y cada uno de nuestros hijos tienen sus propios comercios, todos son empresarios", dice Josefina, entre risas.
Habiendo pasado las necesidades que debió afrontar durante los primeros años de su vida, Josefina agradece a Dios por haberla ayudado en esos momentos duros. "Yo siempre fui de perseverar, nunca bajé los brazos, siento que con mi familia estamos destinados a progresar porque la peleamos y batallamos durante mucho tiempo. Yo les digo a mis hijos que hay días en que pueden vender por $ 10.000 y quizás al día siguiente solo se recauda $ 1000, pero siempre hay que agradecer a Dios porque en la constancia y en la perseverancia vos vas a ver que Dios siempre te ayuda al no bajar los brazos. Nada nos ha sido fácil, pero siempre quisimos darles el bienestar a nuestros hijos y ellos siguen adelante con nuestro ejemplo".
Gracias a todo el esfuerzo que vino realizando durante todos estos años, Josefina pudo terminar el colegio secundario. Además, estudió canto y en la actualidad está aprendiendo piano. Mientras tanto, disfruta mucho de su trabajo y, principalmente, de sus siete hijos, 10 nietos y un bisnieto.
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