Polémica en las redes: ¿la cuarentena es el único remedio?
En su último final de temporada de confinamiento y anuncio de comienzo de la siguiente, el presidente dijo "La cuarentena es el único remedio". De pronto, todo pasó a tener sentido. No era una metáfora, una de esas frases vacías que intentan estimular a la sociedad, como "Nadie se salva solo". No, el presidente realmente pensaba que el único remedio es la cuarentena y que como los 100 días tomando la medicina no habían alcanzado, se imponía reforzar la dosis y extenderla–por lo menos-- por quince días más.
La afirmación no pasó desapercibida en las redes, siempre siguiendo las líneas de la dichosa grieta. Muchos de los seguidores del gobierno reaccionaron inmediatamente haciéndose eco de sus palabras.
Parece mentiraTodos son expertos en COVID 19Periodistas economistasLos médicos virologos sanitarista infectologos todavía estudiamosEl virus nos sorprendeNosotros contra atacamosLa cuarentena sigue siendo el ÚNICO REMEDIO&— jorge rachid (@elkotur) June 24, 2020
La cuarentena no es un capricho, es el único remedio que hay para el Covid-19.#ParaSerLibresHayQueVivirpic.twitter.com/Rxqq4wOdOn&— Dulce Morocha (@DulceMorocha2) June 26, 2020
Repitamos hasta que quede claroPandemia: enfermedad Cuarentena: remedioNo hay mucha vuelta que darle ??[R]?[R]&— Mariana Cahn (@marianacahn) June 26, 2020
Algunos irresponsables enfrentan a la sociedad con el remedio. Los paises que ABRIERON la cuarentena cuando cursaban la fase que Argentina hoy atraviesa, RECULARON. Si, así es, RECULARON tarde con terribles consecuencias SANITARIAS, sociales y económicas. [R]&— Eduardo Bali Bucca (@BuccaBali) May 4, 2020
La oposición –tanto el tuitero de a pie como el político profesional, como Mario Raúl Negri—por el contrario, salieron a cuestionar el uso de la palabra "remedio".
#DaleAlberto hace tres meses nos dijiste que la cuarentena era para preparar el sistema sanitario, hoy nos decís que es el único remedio contra la pandemia. Tenemos que convivir con el virus y punto.&— Barbara Braunstein (@BarbaraBraunst3) June 26, 2020
Dice Beto que la cuarentena es un remedio..., Veamos: venimos tomando tu "píldora" desde el 20 de marzo, los casos no hacen más que subir. Más que un remedio, es un placebo. La economía nos está ahogando y Uds, los que deciden, no sufren ningún impacto.&— Rodo (@RodoTeEscribe) June 26, 2020
El énfasis en "la cuarentena es el único remedio" no sólo contradice la evidencia reciente; también desalienta todas las formas efectivas de distanciamiento que surgen de la evidencia reciente.https://t.co/j5eeFGztOp&— eduardoyeyati (@eduardoyeyati) June 27, 2020
Tres palabras: remedio, cuarentena y único
Lo interesante es analizar las tres palabras utilizadas por el presidente: cuarentena, único y remedio. La definición de remedio está asociada con algún agente que mejora la condición de un enfermo. Se trata de enfermos individuales, que tienen algún tipo de dolencia y cuya condición es mejorada por una vacuna, analgésico, antibiótico, té de yuyo o bota de yeso. Como vemos, remedio abarca pero excede la idea de medicamento, aunque muchas veces se las use indiferenciadamente. En este sentido, no hay manera de que la cuarentena pueda ser el remedio de las instancias individuales del coronavirus, de la manera en que lo fue, en su momento, el tamiflú para la gripe A. De eso, todavía no hay.
La cuarentena no mejora la enfermedad sino que evita el contagio
La pandemia no es una enfermedad, es la transmisión entre personas de una enfermedad. Lo que la cuarentena hace es impedir que una de ellas que porta el virus se lo transmita a otra, es decir, lo contagie. La cuarentena no mejora la enfermedad sino que evita el contagio.
Para pensar a la cuarentena como un remedio hay que pensar a la sociedad como un único cuerpo y a la pandemia como una enfermedad. Puede funcionar a nivel de la metáfora pero cuando se piensa en procesos políticos que aplicaron la idea de los individuos como meros componentes de un organismo superior, las cosas no salieron muy bien.
Esta no parece ser la excepción. De hecho, las acciones de los gobiernos de Argentina a distintos niveles (y de muchos otros países, hay que decirlo) se tomaron pensando al covid 19 de esa manera: la población es un cuerpo general al que hay que salvarlo de esa dolencia. Los costos no importan, lo que se mide es si hay éxito en combatir esa enfermedad en particular. Es curioso que el criterio sanitarista, que suele arrogarse la defensa irrestricta de la vida, en realidad esté pensando más en una entidad supraindividual que en los enfermos y otros perjudicados por las medidas. Y el punto extremo de pensar a la pandemia como a una enfermedad es la idea de que hay que llegar a que ningún miembro de ese cuerpo esté contagiado, una pretensión absurda e inalcanzable cuya búsqueda puede terminar destruyendo el aparato productivo, produciendo sufrimientos y muertes hasta ahora no contabilizados.
Habría que ver además si el confinamiento es el único modo de evitar que una persona contagie a otra y pensar si es un método eficiente y de rendimiento creciente, estable o decreciente. En ese sentido, hay una comparación que funciona muy bien y que hasta donde he leído,solo la hizo Luciana Vázquez en este diario. Vázquez recordaba la oposición del gobierno de George W. Bush en 2004, apoyado en grupos religiosos, a cualquier otro método para impedir la propagación del sida que no fuera la abstinencia sexual. El punto era claro: sin relaciones sexuales, no habría propagación del sida (simplificando un poco ya que había otras formas como la transfusión de sangre contagiada o el uso compartido de jeringas). No hace falta entrar en detalles para entender que la estrategia no funcionó: la pulsión por el sexo era mayor que el miedo a morir y las campañas basadas en agregar una barrera, como la del profiláctico, fueron mucho más exitosas.
La cuarentena es la abstinencia aplicada a la vida en general. Funciona perfectamente, aislando a los cuerpos sin permitir contacto entre ellos. El único problema que tiene es que es inviable. O mejor, dicho, es posible durante un tiempo para muchas personas pero es imposible para todos todo el tiempo. El futbolista quiere entrenar, el vendedor quiere vender, los niños quieren jugar con sus amigos y el político quiere abrazarse con sus camaradas e inaugurar cosas. No son ni suicidas ni necios: eso es lo que la vida significa para ellos, para todos nosotros. Como diría un economista, el rendimiento de la cuarentena es decreciente. No se puede extender indefinidamente sin perder eficacia.
No estamos como en la época de la peste de Londres de 1665. Ni siquiera estamos como en febrero o marzo de este año, cuando el coronavirus amenazaba de una manera imprecisa y aparentemente incontrolable. Sabemos muchas cosas ahora: que contagio no implica necesariamente muerte, ni siquiera síntomas; que las edades y la condición de salud son fundamentales para un mal desenlace; que el lavado de manos, la distancia, los espacios abiertos y los barbijos ayudan. Son un remedio, en el mismo sentido en el que la cuarentena lo es. O sea, no lo son. Pero ayudan.