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 • HISTORICO

Ponete primera en tu lista

A veces, la exigencia de cumplir con nuestras responsabilidades nos deja en último lugar. Cómo rankear primeras siendo genuinas con nosotras mismas.




Están por todos lados: en el celu, en la agenda, en libretitas o en miles de papelitos sueltos que encontrás en la cartera. Te las cruzás todo el tiempo porque las pegás en la heladera, en los azulejos de la cocina o en esa cartelera que instalaste hace poco en tu oficina. Y las más importantes, muchas veces ni siquiera necesitás anotarlas porque están ahí, en tu cabeza, siempre. Desde las más cotidianas –el súper, las tareas diarias, tu agenda de actividades– hasta llegar a esas cuyos ítems son más difíciles de tachar porque son las listas que te acompañan para decidir cuestiones más vitales. Las que te ordenan, las que establecen las prioridades y valores, esas en las que volcás tus sueños, tus deseos, lealtades y proyectos. ¿Y vos? ¿Dónde te ubicás? ¿Estás siempre rankeando en el top 5 o a veces sentís que no hay nada de eso que sea verdaderamente tuyo, que te represente, que esté en contacto con quién sos y lo que te pasa? ¿O que vivís atajando cuestiones ajenas y nunca tenés un par de horas (¡dos horas, eh, no estamos pidiendo un día entero!) para hacer ESO que te gusta? El mundo de hoy es muy complejo, las responsabilidades se multiplican, cada vez hay que "hacer más y mejor" y pareciera que los días nos quedan siempre cortos, que no llegamos a cumplir con todas las exigencias que nos imponen la cultura, la sociedad y los otros. O incluso nosotras mismas. Por eso, hoy te proponemos que escuches las señales de tu vida, que dialogues con tu "aquí y ahora" y que vuelvas a escribir una lista en la que estés más presente, donde equilibres tu "yo" y te permitas espacios. ¿Que no podés? ¿Qué es imposible? Son excusas. ¿Quién es la autora de la lista? Te damos algunos conceptos clave para hacerte cargo y tomar la responsabilidad de tu bienestar. Prometido: vas a salir fortalecida.

¿Cómo armar TU lista?

Tu lista es tuya y de nadie más. Si hubiésemos dicho "LA" lista, podríamos suponer que existe algo así como un inventario objetivo e ideal de prioridades que todas deberíamos compartir, como un "algo" a lo que tendríamos que someternos si es que queremos pertenecer al género humano. Y la realidad misma demuestra que no es así: quizá para algunas el ítem "ser una mamá presente" esté bien arriba, mientras que para otras ni siquiera tenga lugar. Por eso decimos TU lista. Porque queremos que la acerques a tu vida, que la sientas parte tuya, en vez de tener la sospecha oculta de que estás haciendo algo mal. Hoy, redes sociales mediante, las listas de los otros (las partes luminosas de ellas) se nos exponen como una vidriera espectacular de todo aquello que no somos. O de las prioridades que otros tienen y quizás nosotras no. Y sí, un poquito presionan. O te activan el "síndrome del monito imitador" que todas tenemos; la comparación universal hace que queramos irnos de vacaciones adonde fue nuestra compañera de trabajo, que la torta de cumpleaños nos salga como la que hizo nuestra amiga o que nos encare un hombre igual al que se levantó nuestra compañera del secundario. Todo el tiempo estamos negociando con listas ajenas –¿no te peleaste nunca con tu pareja por el orden de algún ítem que no comparten en sus respectivas listas?–. Por eso está bueno hacerlas. Para no perder el foco, para no marearse y engancharse con cosas que no valen la pena o que no tienen que ver con vos. Preguntate: ¿esto es mío o lo estoy tomando de otra lista?
Dale, hacé el ejercicio mientras vas leyendo esta nota. Escribí las cosas que son importantes. Hoy, ahora, en tu vida. Podés meter todo: cosas concretísimas –terminar de escribir la tesis, aprender a tejer o ahorrar para un viaje–, ideas más abstractas –como ser más tolerante y no discutir, ser reconocida por lo que hacés, dedicarle más tiempo a la pareja o criar hijos con libertad– o incluso proyectos e ideas que todavía no vieron la luz o que aún no tienen demasiada forma.

El balance entre cantidad y calidad

Para nuestra mente, es sano sentir que hay mucho por hacer, pero también necesita que esos proyectos se organicen de algún modo, simplemente para que no se acumulen o desaparezcan de tu horizonte. La lista siempre debe recordarte lo importante (capaz debas revisar lo que acabás de escribir y tachar algunos ítems, ¿no?). El multitasking –al que, por otra parte, ya estamos tan acostumbradas– siempre baja la calidad de lo que hacemos, en cualquier nivel. Y eso, en definitiva, transforma los encuentros en simples acciones para "tachar de la lista", privándolos de la razón por la que existen, que no es cumplir con miles de exigencias, sino crear vida. Que vos encuentres tu lugar en esa lista que acabás de armar no pasa solo por cuidarte a vos de manera responsable y así tener la suficiente energía para poder hacer todo lo que te demanda, sino para que eso que hacés realmente te rinda. Y que lo disfrutes. Es la mamá primeriza exhausta que se toma sus religiosos 15 minutos por día para salir a caminar sola con sus perros. Es la esposa que, cada tanto, organiza un viaje sola o con amigas. No es egoísmo ni soberbia, sino responsabilidad y una decisión consciente de no acumular porque sí. Acá también se cumple la máxima "calidad le gana a cantidad". Así que si todavía no incluiste nada exclusivamente tuyo en tu lista, es hora de que lo hagas. Es una manera de cuidar a los otros: no vas a ser una mejor mamá por no despegarte ni un segundo de tu hijo ni una mejor pareja si no te sentís con la libertad de irte un fin de semana con tus amigas. Todo lo contrario: no hacerlo sería lo riesgoso.

Ser primera es una actitud

"OK, ¿qué quiero? ¿Qué es importante para mí? ¿Cómo lo ordeno?". Da trabajo hacerlo. Es realmente un esfuerzo ponernos a pensar en nosotras y escuchar un rato a nuestro interior. No la tenemos tan clara como creíamos y muchas veces interpelarnos puede resultar más confuso que clarificador. Obvio, mucho más fácil es ir por la vida con el modus operandi "me piden, yo hago", poniéndonos siempre a disposición de las necesidades, deseos de otros o incluso de proyectos anteriores que quizá ya no sean prioridad para nosotras. En el fondo, jugándola un poquito de víctimas. Y ahí la sensación que sobreviene es "pucha, ni un minuto para mí". Pero… ¿qué pasa si empezás a observar tus decisiones más sutilmente? Porque siempre podemos sentirnos "primeras". Sin importar el rol que cumplamos. Porque el "creerte importante" es lo que tiene valor para no sentirte postergada. Si, en vez ir a una clase de yoga el sábado, preferís estar en el partido de fútbol de tu hijo, podés sentir dos cosas. La primera es "siempre estoy corriendo atrás de todos y nunca hago nada": creés que no podés hacerte cargo de vos y que vivís supeditada a las agendas de los demás. ¡Ahí, claro, sos la última de la lista! Y la segunda es "qué buena mamá estoy siendo, qué bueno poder tener este tiempo para compartir con mi hijo". Postergarse también es bueno y saludable cuando nos sentimos fuertes y seguras, y estamos en un proyecto que elegimos con responsabilidad. Muy diferente de lo que pasa cuando tomamos proyectos que no nos satisfacen o cierran del todo, solo por cumplir o por "subirnos" a la lista de otros. Ahí nos gana nuestro "yo" automático, competitivo e imitador.

Cómo lograrlo

Poné en práctica algunas herramientas:
Dedicate a pensar en vos. ¿Lo hacés o te da fiaca? Hay gente que se "percibe" más y otra que no tanto. Es cuestión de entrenarse. Tomá conciencia de tu vida y tratá de despojarte de la cuestión utilitaria –el famoso "¿qué tengo que hacer?"-. ¿Qué estás necesitando ahora en tu vida? ¿Cómo dialogás con tu presente? ¿En qué áreas concretas sentís que tenés que subir un par de puestos en tu lista?
Apagá un rato al evaluador interno. Sí, él es el encargado de hacer la lista muchas veces. Es ese que está pendiente de los "debería" y los "tendría que…". La lista no está hecha solo de obligaciones, tenelo presente. Porque si no, te volvés esclava de ellas, y eso te apaga la vida. Para hacer tu lista, es importante que no te sientas juzgada por vos misma.
Clasificá tus listas. Vas a notar que también podés ir agrupando tus valores y prioridades de acuerdo con lo que necesites. Podés tener una lista de "aplausos" (donde atesorar tus dones, fortalezas y disfrutes) y echar mano de esa para no bajonearte. Podés armarte otra lista de "proyectos", donde puedas enumerar esas cosas que te gustaría probar pero para las que todavía no estás preparada, e incluso armarte una de "no puedo" donde meter todo aquello que no sale. Para volver a intentar más tarde. O para tener un lugar donde depositar lo feo y que no te ocupe espacio mental.
No hace falta tocar fondo para prestarte atención. Cuando atravesamos una crisis fuerte, por lo general, llega el momento en el que queremos reivindicarnos bajo la bandera "ahora me voy a ocupar de mí". Sí, pasa cuando te separás y, de repente, te preocupás por ponerte más linda. O cuando te despiden de un trabajo y necesariamente te ves en la encrucijada de volver a conectarte con tu vocación y tus elecciones. En esos momentos de crisis constructiva es cuando aparecen las preguntas y volvemos a priorizarnos casi por una especie de instinto de supervivencia. Pero no está bueno esperar los cimbronazos para reaccionar. Podés anticiparte y hacer que ese diálogo interno sea una constante en tu vida.
Revisá tus listas y actualizalas. Somos conciencias dinámicas, y si nosotras cambiamos, nuestras prioridades también lo harán. Seguramente tu lista de hoy no sea igual que la que tenías hace unos años. Por otra parte..., ¡menos mal que así sea! Imaginate lo raro que sería vivir tus 30 con la lista de los 20. Y con cada decisión que tomes, pensá si es coherente con ese ranking personal. Muchas veces hacemos cosas que a posteriori evaluamos como ajenas.
Atesorá la sensación de sentirte importante. Ya dijimos que no siempre vas a poder ser primera, pero para esos momentos en los que no seas la protagonista, sentite segura y sabé que podés volver a ese lugar. Tené a mano algún hecho o recuerdo en el que hayas tenido esa sensación y volvé a recordarlo. Recrear la sensación en tu mente te conecta con tu "ser importante" en cada acto.
Tené siempre otros proyectos que te esperan. Mientras estén ahí "prendidos", podés confiar en que están "seguros", esperando, durmiendo una siesta, madurando, y te dejan libre el presente para lo presente. Es bueno mantener los anhelos en stand by, porque te dan excusas para tomar impulso.
Menos órdenes, más conexión. Es uno de los grandes desafíos. Estar de verdad en lo que pasa. No es lo mismo dar órdenes y que otros las ejecuten que meter el cuerpo y estar presente, habitando eso que elegiste priorizar. Por ejemplo, no tiene sentido que vayas al cine con una amiga y estés mandando mensajitos o contestando mails de tu jefe en el celular.
Hacé balances. Cada tanto, pará la pelota y revisá tu lista para ver si te da positivo el resultado. Y si es positivo, quédate ahí. Celebralo. No te cargues enseguida con todo lo que falta, con los nuevos ítems que tenés que agregar.
Tené en claro lo que no se negocia. En el libro Antifrágil, Nassim Taleb brinda recetas justamente para esto: para que podamos salir fortalecidas del error, del caos, del desorden o de las cosas que no nos salen tal como pensábamos (en definitiva, esto es la vida real). Si queremos tener todo controlado, en perfecto funcionamiento y cuidándolo siempre al máximo, lo que creamos es algo sumamente vulnerable. Para no ser frágiles, tenemos que saber que no vamos a poder hacer siempre todo bien y tener todo bajo control. Pero también ser conscientes de aquellas cosas que no se negocian. Pueden ser tus religiosas ocho horas de sueño, tu necesidad de teñirte las canas o incluso el hecho de sentirte bien tratada en cualquier ámbito. Vale lo que quieras, pero siempre tiene que haber algo en tu lista con lo que no transás. Defendé esos espacios. De última, poné en riesgo otras cosas que no sean tan esenciales en tu vida.

Tenete paciencia

Sí, te vas a olvidar mil veces de ponerte primera. Nuestra conciencia está diseñada para lograr cosas. Y cuando la ideología moderna que impera es "hay que poder siempre", sentimos que jamás hay descanso. El mismo estrés es el encargado de producir nuevos recursos para que hagamos las cosas más difíciles. Además, existe algo de la naturaleza femenina que también tiene que ver; las mujeres necesitamos que todos a nuestro alrededor estén bien para poder estar bien nosotras. Y naturalmente nos vamos a enganchar en el plan "exigencia full time", porque aparte estamos en el momento de la vida para hacerlo; desde los 30 hasta los 50 años, las tareas de la vida que construimos se multiplican y entonces la mente solo ilumina el "yo tengo que poder" (con la familia, con el trabajo, con la casa, con las relaciones, con estar bien…). Por un lado, se siente genial. Es linda y euforizante la sensación de poder concretar y plasmar realidades. Casi que somos unas diosas. Pero ojo, porque no todo merece nuestra preocupación. Porque si no nos priorizamos, gastamos recursos valiosos en lo que no lo es tanto, y puede ser que descuidemos lo esencial: nosotras mismas.
¿En qué orden te ponés en tu lista?

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