Detallecito: mucho de mi make-up estaba en al cartera. Lindo. Hay que reponer eso también. Más que nada un buen tapa ojeras para disimular esta cara de sueño con la que me levanto todas las mañanas. Revolví y revolví cajones y apenas pude re armar un kit de maquillaje muleto que ni loco hace las maravillas y milagros que el original. Voy a necesitar hacerme de todos los descuentos y ofertas para reponerlo. Con esas tarjetas de crédito y débito que por ahora no tengo, claro...
Tengo un plan: antes de almorzar con el yogui (que llamó ayer a la tarde para invitarme) me voy a ir a Galerías Pacífico o alguna de esas perfumerías grandes que hay sobre Florida (o incluso en los puestitos de las galerías) para que me prueben base y tapa ojeras. Tal vez un poco de rimmel para completar el look y de paso salgo maquillada. Es una salida de emergencia, francamente con esta cara ni a la esquina. Pedro dice que parezco Ringo Bonavena, se despertó en gracioso el muchacho. No sé qué es peor. Acá rescaté un brillo de labios y un rubor hecho pedacitos que hay que maniobrar con cuidado pero que pinta. ¿Por qué guardamos estas cosas viejas y rotas? Para sacarnos de una emergencia, supongo.
En mi agenda tenía una foto con mis viejos de la que creo no hay copia. Yo era chiquita y me tienen a upa entre los dos mientras me dan un beso en cada cachete. Cuando me acordé se me estrujó el corazón un poco. Nunca más la voy a volver a ver. Más vale me quede con ese recuerdo bien clarito en la cabeza. Y que dure.
LA NACION