Amanecieron temprano y quisieron prepararme una sorpresa: un desayuno en la cama sólo para mí. Aquí, la crónica de esta historia pequeña, pero colmada de deleites extraordinarios
En la mesa de la cocina, Juan (10) y Charlie (9) se disponen a trabajar. Sólo hacen falta papeles (pronto los encontraron en mi estudio), lápices, marcadores, tijeras, cinta y un poco de ayuda de algún mayor que quiera ser cómplice del proyecto.
Una taza de cerámica blanca ($69,90, Falabella), un marcador indeleble, cartulinas y sorbetes son el punto de partida para la obra de Charlie. Con ese toque, lo que traigan va a ser dulce.
Juan es el mayor y guía a Charlie en cada paso. El trabajo en equipo, sentirse grandes y capaces de llevar su plan a cabo juntos: ése será su gran triunfo de hoy.
En una bandeja (Falabella) con fotos elegidas por los chicos en la base, frascos de esos que no se descartan y que después sirven para especias, conservas o portalápices. El menú: yogur con granola, frutillas, tostadas con dulce y queso crema y huevo poché.
"Cerrá los ojos mamá". Cuando los abrí, me contaron en detalle cómo habían hecho cada cosa. ¡Ya se habían aguantado el secreto lo suficiente! Por supuesto, después compartimos el desayuno entre todos.
Aquellas pequeñas cosas
- En el día de la madre, del padre o en tu cumpleaños, el de la cartita es uno de los momentos más esperados. Me parece una costumbre que no habría que perder de grandes. Da enorme alegría.
- Agasajarnos entre nosotros es otro hábito que es lindo inculcarles a los chicos. Porque a veces parece que el empeño, la flor en la mesa o el mantel salen a relucir sólo cuando hay visitas.
- Está bueno ayudarlos a ver que con elementos muy simples lo cotidiano se transforma. Y facilitarles el impulso si quieren darnos una sorpresa.