No poseen un recuerdo específico que los vincule con el café. Sin embargo, aunque se criaron a kilómetros de distancia, ambos aseguran que sus infancias estuvieron marcadas por el olor al té de la tarde y las mañanas con mate cocido. Entre General Las Heras, en el noreste de la provincia de Buenos Aires y Juan María Gutiérrez, una localidad del partido de Berazategui, en el Gran Buenos Aires, sucedió entre ellos una conexión que se concretaría años más tarde.
Emiliano Escudero e Ignacio Oporto tuvieron infancias muy parecidas. Rodeados de verde, plantas, animales y conectados con la naturaleza, fueron las mujeres de sus casas las que les transmitieron su amor por las preparaciones dulces y caseras. Al finalizar la etapa escolar, y ya instalados en la Ciudad de Buenos Aires, cada uno se perfiló hacia una formación académica diferente que les dio las bases para el futuro que compartirían años más tarde y juntos.
Se conocieron mientras cursaban la Licenciatura en Relaciones Públicas en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES). Terminaron la carrera casi al mismo tiempo y, durante los años de cursada, compartieron la mayoría de las materias y estudiaron para rendir los finales siempre con el objetivo de terminar cuanto antes. "Nos conocimos por amigos en común, en una salida de grupo. Y ese mismo día comenzamos a salir: fue un 25 de septiembre de 2004. Estuvimos de novios tres años y luego decidimos ir a vivir juntos. Primero pasamos por Villa Crespo, hasta que encontramos nuestro lugar finalmente en el barrio de Villa Urquiza", cuenta Emiliano.
Una usina de energía
Y con la mudanza, llegó el proyecto nuevo. Para ese entonces ya habían viajado fuera del país y, siempre con el ojo atento, vieron la posibilidad de montar su propio negocio. Pensaron entonces en "una propuesta que todavía no estuviera desarrollada pero que tuviera interacción con la gente. Y durante un viaje a Colombia se prendió la lamparita: queríamos darle vida a una cafetería de especialidad con pastelería 100% artesanal. De nuestra investigación pudimos ver que las cafeterías de especialidad generalmente solo ofrecían café y una pastelería muy sencilla. Nosotros queríamos que el local tuviera una identidad de disfrute, que el cliente viniera a pasar un buen rato, que tomara un muy buen café y que, al mismo tiempo, pudiera disfrutar de algo de pastelería de buena calidad".
Son muy autoexigentes y detallistas. Pero Ignacio es doblemente detallista y pensó que si iban a hacer una cafetería de especialidad y contratarían baristas, uno de los dos debía conocer la profesión para poder supervisar, controlar la calidad del producto y elegir un buen proveedor de café. Por eso hizo un curso de barista para conocer su negocio desde las bases.
Sobre el lugar para montar su proyecto no había dudas. Villa Urquiza cumplía con todos los requisitos que buscaban: "tiene una avenida divina, todos se conocen, los vecinos son muy amables y la verdad es que nos sentimos cómodos desde el primer momento. La devolución y el amor de los vecinos de Urquiza fue algo que les llenó el corazón", asegura Emiliano.
Para bautizar al emprendimiento pensaron en la palabra "usina" como productora de energía y convencidos, también, de que el café es energía. "Después del agua, el café es la segunda bebida más consumida a nivel mundial y se cultiva en más de 50 países. Todos los días en el mundo se beben aproximadamente 3 mil millones de tazas de café. Y Usina Cafetera es un nombre que a la gente le gusta nombrar y usar". Con esa base, abrieron su primer local en 2015 y, el 18 de marzo de este año, cumplirá seis años.
Explosión de expectativas
Desde ese momento no pararon de crecer. Superaron sus expectativas ampliamente. "El local nos explotó en la cara. Esperábamos un crecimiento paulatino y sucedió todo lo contrario". En ese momento Emiliano seguía trabajando en una empresa como supervisor de eventos en una empresa de catering, en relación de dependencia y no estaba todo el día en el local de Urquiza. Semana tras semana tuvieron que sumar personal, contratar bacheros, camareros, baristas, ayudantes de cocina. Luego lograron afianzarse.
Hoy, pandemia mediante, el negocio reporta una facturación cercana a los $ 5,3 millones mensuales y decidieron habilitar franquicias. Ya tienen cuatro: con una en el corazón de Palermo Hollywood se sumaron San Isidro, Recoleta, Belgrano y Palermo. Las rutinas de trabajo, desde luego, se fueron modificando. Ya no tienen un día típico.
Ahora tienen su café preferido
Al comienzo Emiliano atendía e Ignacio preparaba los cafés. Ahora ambos manejan varios locales, seleccionan al personal -no derivan la lectura del currículum ya que creen que nadie entiende mejor sobre el perfil que ellos quieren: detallista, con un buen nivel de preparación en cuanto a lo que haga, quieren el mejor cajero, barista, pastelero, etc-, se manejan con manuales de proceso, de atención y tratan de ver que se cumplan todas las expectativas. Que los locales estén debidamente higienizados, ordenados, y que tengan buena presencia, que las plantas estén bien.
Cada uno tiene sus preferidos. A Ignacio le encanta el Doppio, lo toma todas las mañanas. Es un doble shot de café de su blend de Colombia y la Carrot Cake, creada a partir de un bizcochuelo aromatizado con especias, zanahorias y frutas secas, recubierto de una frosting de queso crema dulce. Es la más pedida por sus clientes. Por su parte, a Emiliano le fascina el latte, es su bebida favorita, porque le encanta el café pero en combinación con leche cremosa y texturizada. En cuanto a las tortas, su favorita es la Choco Usina, una torta húmeda de chocolate deliciosa.
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