Qué pasó
No había visto a Los Fabulosos Cadillacs en vivo en los últimos trece años. En aquel entonces, mi frustración fue tal que no quise saber nada más al respecto del grupo. Recuerdo el día que dije: "Basta, me cansé de saltar y saltar y tratar de llegar con las rodillas a mi pera". "Nunca lo voy a lograr", me sinceré frente al espejo y decidí no volver a verlos, ni a escucharlos. Además, a decir verdad, ese gordito con cara de nene bien y uniforme de escuela privada, me había aburrido. Desde ese entonces hasta este último fin de semana cuando, pasadas las diez de la noche, se subió el telón del Astral, no había tenido noticias de estos músicos con pinta de rugbiers bien alimentados. Tuvieron que golpearme con vehemencia para que aceptara la realidad que se presentaba ante mis ojos: ¿esos señores de allí arriba vestidos de frac, que recitan poesías, invocan a Blades y a Piazzolla , cantan tango, arriman una zamba, sostienen un jazz y se apoyan en una orquesta de cuerdas, son los mismos Fabulosos Cadillacs ? "Sí, sí", fue la respuesta que ya intuía desde el décimo de los veintitres cachetazos a la nuca que recibí. "Tienen razón, ahí está el del saxo que saltaba por todo el escenario", dije. "No, el que vos decís es Rotman y lo echaron de la banda", me sugirieron. "Ah..., pero sí me acuerdo de aquél, que tocaba la trompeta" "No, ése es otro, a Lozano lo rajaron hace un mes". "Claro, ahora me van a decir que tampoco está Siperman y que Luciano Jr. se fue del grupo para probar suerte con un proyecto de tecno berreta?" "Tal cual", fue el lacónico comentario de mis casuales colegas de fila. Y, encima, me vengo a enterar de que el gordito que cantaba sí es el mismo pero que ahora adelgazó; y que el morrudito del bajo también es el mismo y también adelgazó, aunque parezca embarazado de siete meses.
Versiones experimentales de hits a prueba de versiones experimentales, tributos rockeros setentistas, fans quinceañeros que corean canciones que no tocan y un par de zambas para cerrar los ojos e imaginarse una gran cama doble.
Esta vez no lo dije en voz alta para evitar una nueva golpiza, pero lo incluso recuerdo que lo volví a pensar antes de dormirme plácidamente: ¿esos señores eran los mismos Fabulosos Cadillacs ?
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