"¿Qué pasaría si me cruzo un animal en necesidad: le haría frente a la situación asumiendo sus consecuencias y responsabilidades o simplemente lo ignoraría y me haría a un costado, sin perdonármelo nunca en el futuro?", pensaba Germán Belis ese domingo 30 de diciembre por la mañana mientras paseaba a sus perros Cata (@lanegracatalina) y Rayo (@elgalgorayo) por el barrio de Palermo en la Ciudad de Buenos Aires. Hasta que llegó a la esquina de Nicaragua y Carranza y la imagen de un perro desorientado lo trajo de nuevo a la realidad de ese día.
Analizó la escena por unos segundos. Con la responsabilidad que implica mantener a dos perros, sumado al hecho de vivir en un monoambiente de 40 m2 –con balcón y mucho sol, eso sí- la decisión no era sencilla. "Además, si bien tengo ahorros, estoy emprendiendo el camino del marketing digital y social media de manera freelance –y la incertidumbre que le genera a uno esta independencia- y sumar un animal más –aunque sea temporariamente- implica mayores gastos, obligaciones y compromisos. Pero nada de eso me frenó y junto a mis perros corrimos a su búsqueda", relata.
Intentó mantener la calma y junto a sus perros empezó a perseguir a ese macho que tenía todo el aspecto de estar perdido y que no se dejaba agarrar. Esquivaron colectivos, dieron varias vueltas a distintas manzanas, cruzaron calles, giraron en círculos por varias cuadras dentro del radio de las avenidas Santa Fe, Juan B. Justo, Córdoba y Dorrego. "Cata y Rayo no entendían nada, pero me siguieron sin dudarlo. Varías veces estuvimos a punto de agarrarlo, pero estaba asustado y ante cualquier ruido raro seguía corriendo. Además de que, desgraciadamente, mucha gente que lo cruzaba lo ahuyentaba para que no se acercara a sus perros de raza". Finalmente, en la vereda de un restaurante por Gorriti y Fitz Roy -tentado por las sobras de comida que había en la vereda- Germán logró establecer contacto visual con él y empezar a ganarse su confianza.
"El perro se quedó quieto y me miró como pidiéndome ayuda. Le saqué el collar y la correa a Cata –un error mío, pero Cata se sabe manejar sola y no me quedaba otra opción- y se la puse a él. Muy despacio, porque el pobre estaba agotado, y así logramos los cuatro volver a casa".
Después de bañarlo y sacarle toda la tierra que había acumulado esos días, Germán dejó que el perro comiera, tomara agua y durmiera por horas. Y siguió haciendo lo mismo por varios días, como una suerte de terapia de sueño, porque evidentemente se había mantenido en alerta durante ese tiempo.
El lunes por la mañana Germán lo llevó al veterinario de sus perros y le hicieron un chequeo. "Afortunadamente no tenía nada, salvo el agotamiento por esta odisea que vivió y algunas pulgas, por lo que solamente le dimos la pastilla para combatirlas y un antiparasitario por las dudas, ya que no sabíamos qué había comido anteriormente y siempre es mejor prevenir. Lo pesamos y estaba en 25 Kg".
No pasó mucho tiempo hasta que Germán pudo saber que el perro que había rescatado formaba parte de una familia que lo ama. El día que lo encontró publicó una serie de stories sobre él en las cuentas de Instagram de sus perros (que tienen miles de seguidores y una gran audiencia) y en menos de 20 minutos -mientras lo bañaba- lo contactó Ezequiel, su humano. "Me comentó que se llamaba Raúl, que tiene una hermana, Zeta -que vive en Zárate y juntos formaban parte de una camada de 10 perros-, y que se le escapó en Juncal y Cerrito a la persona que lo estaba cuidando mientras él y su familia están de vacaciones en Uruguay. Y que lo estaban buscando ya hacía varios días, aunque sin suerte. Incluso su foto estaba circulando por Facebook, pero yo no había visto nada de eso. Entonces, ante la incertidumbre de no saber bien quién lo vendría a buscar, sumado a que desde un principio se llevó bien con mis perros, me ofrecí a cuidarlo hasta que ellos vuelvan. Así que Raulito está de vacaciones con nosotros".
Es que Raúl se hizo querer desde el principio. Germán asegura que es extremadamente sociable y que quiere saludar a cada perro que se cruza, incluyendo los de las otras veredas. "Está pendiente de cada uno de mis movimientos y aprovechando que mis perros son re independientes, me sigue a todos lados y me acompaña mientras trabajo con la computadora, cuando voy al baño, cuando cocino u ordeno el departamento, porque teniendo tres perros en casa ahora ¡nadamos en un mar de pelos!".
Hasta el regreso de su humano Ezequiel, Raúl está disfrutando de unas pequeñas vacaciones. Se lo ve relajado, como si estuviera con su familia. "Él tuvo suerte porque yo no bajé los brazos hasta poder ponerle la correa. Confieso que fue un poco decepcionante ver que la gente no colaboraba o trataba de ahuyentarlo. Se trata sólo de buena voluntad. Con muy poco, podemos hacer un montón por ellos. Siempre vamos a encontrar a alguien que tenga un lugarcito en su casa, un vecino, un amigo para poder transitarlos hasta encontrarles una casa. Cada uno pone su granito de arena. Sólo es cuestión de involucrarse".