Recuperar el espacio público, un cambio de cultura sin vuelta atrás
En numerosas ciudades europeas como Londres, Berlín, Madrid o Barcelona, y también en Nueva York o San Francisco, el momento de distensión, después de la jornada laboral, encuentra a miles de trabajadores y vecinos compartiendo una cerveza en la vereda. En los últimos años, en Buenos Aires, capital latinoamericana de la globalización, es cada vez más frecuente ver a grupos de amigos y compañeros de oficina disfrutar, de parados, de un after office, en nuevos bares que ofrecen cervezas artesanales y comida al paso. Este hábito es uno de los cambios culturales más importantes de los últimos años, porque ubica otra vez a las personas en un espacio que les pertenece y que por diferentes razones habían perdido. Entonces, la recuperación del espacio público como lugar de encuentro, de convivencia, de diálogo y de disfrute debería ser leída como una buena noticia porque lo contrario sería que los ciudadanos estuvieran encerrados en sus casas.
La Ciudad ha realizado intervenciones importantes para recuperar el espacio público: la peatonalización del microcentro y la calle Reconquista, la calle Báez en Las Cañitas y los nuevos food trucks son un buen ejemplo de políticas públicas que promueven el uso del espacio público de forma espontánea, recreativa y de manera inclusiva. Todo lo contrario a lo que ocurre en los barrios privados, en los countries o en las torres con amenities que promueven el encierro y la validación de pertenencia por nivel socioeconómico.
Como todo proceso, el cambio cultural implica también roces y resistencias, y no falta quienes recelan de estos nuevos hábitos o se quejan porque les molesta la gente en la calle, y habrá que entender estas posiciones desde la problemática natural de la convivencia urbana. Sin embargo, en tiempos de parejas virtuales y de exceso de amigos a quienes nunca vimos, la vuelta del cara a cara y de la charla sin más amalgama que una cerveza de parado y una vuelta al contacto físico y al reconocimiento del otro es lo que suele alentarse en otras ciudades del mundo atentas a las necesidades sociales de cada época. Más aún cuando el encuentro se produce en un espacio público reconquistado y, en consecuencia, resignificado: ocupar lo público, la calle, la vereda, la plaza, es el mejor antídoto contra la alienación, contra el aislamiento y contra la inseguridad.
Es volver al principio de la noción misma de ciudad en cuanto espacio compartido, intervenido y, por suerte, en estos casos, también disfrutado, donde las personas se encuentran en su diversidad y celebran la diferencia.
El autor es periodista y ex director de Comunicación del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la ciudad de Buenos Aires
Gonzalo Girolami
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