Redescubrir al genio oculto
El escultor Lorenzo Domínguez fue maestro de maestros. Su obra, rescatada, se exhibe en mendoza
Fotógrafo y luego uno de los escultores más importantes de América. Dibujante y casi médico, Lorenzo Domínguez fue el que realizó el mayor número de monumentos en la zona cuyana y, también, el primer americano que pasó un año investigando la cultura de Isla de Pascua. Nacido en Chile, estudió en Europa y vivió su madurez artística en Mendoza. Es decir, es un artista del mundo. Tuvo una formación clásica, pero con una fuerte impronta por lo latinoamericano. Dedicó su vida a la plástica y fue parte del quehacer artístico local e internacional desde la década de los 40, cuando el arte moderno hizo mella en las colectividades mundiales.
En 1963 falleció en los brazos de su mujer por causa de un sorpresivo ataque al corazón. Ella recuperó todas las obras expuestas y se encerró durante casi cuarenta años junto a ellas. Gracias a la puja de sus hijos y al interés de sus amigos los bodegueros Antonio y Manuel Mas, hoy, en una sala acondicionada especialmente para recibirlas, se exponen sus obras de arte. Los hermanos Mas contrataron a la famosa arquitecta Eliana Bórmida para que les diseñara dentro de su bodega, Finca La Anita, una sala de exposición. Para ello, las barricas cedieron un generoso espacio, donde se puede recorrer y apreciar las apasionantes piedras esculpidas.
Lorenzo Domínguez fue responsable, desde 1940, de la cátedra en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Cuyo (recién inaugurada). Fue entonces cuando decidió radicarse en Mendoza, que vivía una época de exaltación artística. Allí conoció a su mujer, Clara, con quien tuvo tres hijos: Federica, Lorenzo y Fernán.
Domínguez fue maestro de los mejores escultores argentinos y se codeó con los protagonistas de la vibrante atmósfera cultural del momento: artistas como Lino Enea Spilimbergo, Ramón Gómez Cornet, Pompeyo Audivert, Joaquín Lavado (Quino); escritores como Julio Cortázar, Armando Tejada Gómez; músicos como Jaime Dávalos; y filósofos, matemáticos, médicos (como Fernando Mas Robles, su gran amigo y padre de los bodegueros) y arquitectos, como Sánchez de Bustamante y Emilio Civit. Entre sus discípulos, se cuenta al gran Carlos de la Mota, y en sus viajes a la capital porteña solía reunirse con Líbero Badii, Emilio Pettoruti y Quinquela Martín. Clásicos y modernos, todos querían conversar con el maestro de la piedra.
En una entrevista publicada en 1939 por La Nación de Chile, Domínguez aseguraba: "La escultura es la expresión plástica poética de la tercera dimensión. La armonía se deduce de la ordenación perfecta y de la belleza, y la poesía es la aspiración suprema del artista, el vértice que une todas las artes". Con sus amplios saberes y como hombre del mundo agregaba: "A la cumbre de la creación sólo se puede arribar por los caminos del conocimiento; como ejemplo allí está Picasso. Pinta la poesía de las cosas en el verdadero sentido de la palabra. Una poesía plástica que se expresa en cánones clásicos, propios y revolucionarios, la revolución que asesinaron en García Lorca los fascistas".
En 1942 se trajo una veintena de obras a Buenos Aires para realizar la muestra en Amigos del Arte, que contó con la aceptación unánime de la crítica del momento, especialmente la de Romero Brest, quien más tarde le dedicaría un extenso trabajo monográfico.
Para sus obras, Domínguez prefería las piedras locales por sobre el mármol de Carrara. Son mayormente retratos con una estética tan personal que para describirla habría que cruzarla con el gótico, lo precolombino, el clásico europeo y el arte rapanui de la isla de Pascua.
Lorenzo Domínguez vivió en la época de las dos guerras mundiales y participó del mundo artístico limitado de la Guerra Civil Española. Al unir el arte con el plano de lo político, el escultor afirmó: "Se equivocan o mienten los que afirman que el artista debe mantenerse alejado y al margen de los problemas políticos y sociales. Mienten, porque el artista es una de las primeras víctimas de todo movimiento reaccionario, una de las preocupaciones de toda verdadera revolución".
Era una época en la que los escultores recordaban las estatuas de bronce de París arrancadas por los alemanes de sus pedestales para usar el bronce en la fabricación de elementos bélicos. Es por eso que siempre prefirió la piedra para la talla directa.
Nunca se encasilló ni en estéticas ni en temáticas, y en la actualidad hay 252 esculturas catalogadas, entre las que se cuentan los monumentos públicos de Luis Pasteur, Leandro N. Alem, San Martín y O’Higgins. Muchas de sus obras son retratos; otras pertenecen a la serie Planetaria, como Luna o Venus; creó asimismo algunos torsos desnudos y hasta objetos metafísicos. También hay esculturas de inspiración latinoamericana, como La cuyanita, religiosas y las planchas de cobre batido realizadas en la isla de Pascua.
Cada dos meses, la bodega renueva la exposición con la intención de poder mostrar la totalidad de las obras.
Para coordinar visitas: 4325-4498