Reunión picante de mujeres: los terroristas emocionales
Cada vez hay más consciencia sobre cómo nos alimentamos. Cada vez nos preocupamos más por comer sano, evitamos ingerir demasiada carne, harinas, azúcar blanca. Nos inclinamos por lo natural. Mucha gente, incluso, transforma sus hábitos y se vuelve vegetariana o incorpora un menú naturista como una manera de alcanzar el equilibrio emocional.
-Es indudable que cuando no estamos bien alimentados pensamos distorsionadamente- me dijo hace poco la nutricionista Liliana Ricauchi, una referente importante en el mundo de la alimentación orgánica y dueña de una ecoposada, en Villa de las Rosas, que propone un cambio de hábitos en esa sintonía.
Cada vez somos más conscientes que somos lo que comemos.
Pero, ¿tenemos ese mismo cuidado con el alimento emocional, con nuestras relaciones? ¿Estamos tan entrenados para saber qué es sano o insano emocionalmente? No creo exagerar si digo que las malas relaciones –entre las que incluyo la amistad- pueden intoxicarnos tanto como el alcohol.
El sábado pasado, mi amiga Marina, la abogada –que está de feria- nos organizó una cena de amigas en su casa de Palermo. Allí fuimos con Julia, la socióloga, e Irene, una de mis amigas de la secundaria, que es maestra y, como recién separada, está de vuelta otra vez en el mercado del amor.
Marina hizo unos fideos con brócoli, acompañado por un vino rosadito y al final, ensalada de frutas. Todo regado de velitas, sahumerios y charla nutricia de amigas.
Fue, entonces, cuando Marina dijo:
-Chicas, les voy a decir una verdad a la que he llegado después de veinte años de trabajo de campo (se refería a las citas y a las relaciones de pareja): el confundido puede hacerte tanto o más daño que el hijo de puta…
-Aclaremos el concepto de confundido- pidió Irene, que se sentía novata en estas lides.
-El confundido –explicó Marina, didáctica- es que no sabe qué siente por vos y todo el tiempo se lo está preguntando. Esa adrenalina permanente de la duda y la incertidumbre puede llegar a volverte loca…Más daños y perjuicios que el mismísimo psicópata hecho y derecho.
La mesa femenina quedó en silencio.
Nos quedamos pensando en sus palabras, muy teñidas de su especialidad: mi amiga es abogada penalista y piensa en términos de daño y delitos. En este caso, daño emocional.
Hace unos años, Marina inventó un término para los hombres tóxicos, esos que cometen crímenes amorosos imperceptibles, que a veces son tan destructivos como un golpe: los llama "terroristas emocionales".
Obviamente, eso aplica también para las mujeres. Debe haber tantas terroristas emocionales mujeres como hombres, pero acá estamos en una cena de mujeres hablando de hombres.
Ustedes hagan su propia lista…
Siempre me pareció un hallazgo el término "terrorista emocional" porque alude a un daño mucho más sutil que el que puede provocar un violento, un agresivo explícito, incluso un machirulo puro y duro.
El terrorista emocional –y el confundido está en el podio, por su alta toxicidad- puede ser "amoroso" en sus formas, suave en su voz; incluso puede ser un alma sensible, escribir, pintar, levantar la bandera de "Ni una menos" en las redes sociales….Puede ser todo ese combo atractivo y aun así destrozarnos con su personalidad ambivalente, que un día te elige como la mujer de su vida y al siguiente duda de su elección.
Marina venía de vivir una experiencia tóxica con un confundido, que la había dejado devastada. Su última pareja se llamaba Ignacio y era político. Habían salido ocho meses.
Cuando la conoció a Marina, Ignacio salía de una relación de cinco años con una mujer que vivía en Bahía Blanca, a 600 kilómetros de su casa en Caballito. La suficiente distancia como para no comprometerse mucho y sobre todo para sostener su duda, que era como su droga.
-No dudes de mi duda-le aconsejó cierta vez a Marina, durante los primeros tanteos amorosos- Entendedme bien: no sé bien si estuve enamorado alguna vez de ella…Terminé la relación, pero no sé bien qué siento ahora.
Tampoco sabía lo que sentía por Marina, aunque hubo un momento de la relación que parecía locamente enamorado. La abogada estaba en éxtasis.
-Me tenes completamente muerto…-le confesó una noche de verano, en la que le regaló una poesía. Ese estado de éxtasis le duró tres meses. Después, volvió a dudar. Y cuando él ingresaba en su trance de confusión, mi amiga entraba en estado de pánico. La relación con el político empezaba a rozar peligrosamente la pesadilla.
Llegó la Semana Santa y decidieron pasar juntos un fin de semana en Mar del Plata. Él había empezado a estar distante –durante la semana anterior, no le había mandado tantos mensajitos-. Y allí, frente a la rambla, le dijo:
-Esta semana no pensé tanto en vos…Y eso me preocupa porque yo me quiero proyectar en esta relación.- le dijo, él, confundido.
Marina le contestó que le parecía un poco perverso que le mostrara así el interior de sus emociones porque ella era su pareja y no su psicóloga.
-Es que si no puedo hablar de esto con mi pareja… ¿con quién? Si no lo hablo, algo se me pudre adentro- reflexionó, el dudoso.
Irene había conocido a Ignacio –de hecho, conocía toda la historia- y antes de que empezáramos con la lista de terroristas emocionales –sí, aquel sábado entre las cuatro amigas, hicimos una-, dijo en la mesa, mientras comíamos el postre:
-Esto nunca te lo dije. Pero el día de tu cumpleaños, el tipo estaba totalmente preocupado por él: por su ropa, por su imagen… ¡Parecía una mina!
-Un egocéntrico- definió Julia. Un narcisista. Siempre mirándose el ombligo.
Me gusta mucho una frase del escritor y psicólogo Sergio Sinay, cuando dice que el "el amor es registro". El amor es registrar que hay un otro. En las parejas parece una obviedad. Pero no lo es tanto.
Marina había escrito una lista de terroristas emocionales para discutir aquella noche. Cada uno tenía el suyo. Y cada uno se había topado con alguno, a lo largo de sus vidas.
En mi cuaderno solo volqué algunos de los que tildamos:
- El Fóbico
Aquí Julia trajo un aporte de nuestra querida Valeria Schapira, que tiene muy sistematizado a este tipo de ejemplar, que no siempre es tan fácil de detectar porque….acelera mucho en el arranque. Claro que esa intensidad del fóbico en el inicio –que luego se transformará en evitación- bien puede confundirse con la borrachera de cualquier enamoramiento.
Pero la intensidad inicial de este ejemplar tiene, sin embargo, un rasgo distintivo. En los primeros encuentros muestra lo contrario a su verdadero ADN emocional. Se presenta como un candidato que anhela el compromiso verdadero y enseguida habla de él. Manda miles de mensajes, piensa en el futuro, a la segunda cita habla de los viajes podrían hacer juntos, tal vez de una posible convivencia. Es probable que su retroceso –y huida final- sea directamente proporcional a la conexión desenfrenada.
Primera señal de alarma y detección temprana: protagoniza extrañas desapariciones.
Quien aparece y desaparece sin demasiadas explicaciones está enviando un alerta. Si bien todos tenemos obligaciones y falta de tiempo, si realmente te interesa alguien, se lo hacés saber y buscas las formas de mantener el contacto. El fóbico no fija agenda: ni siquiera a corto plazo; nada que requiera hora, día y la posibilidad de fijar una salida, por ejemplo, de antemano. "Vamos viendo", "cuando coincidamos", esas son sus frases de cabecera. El terrorista emocional en cuestión no hace planes porque simplemente no sabe si podrá - o querrá - sostenerlos.
Tienen una última característica: suelen huir de la escena, dejando a su pareja llena de preguntas: ¿qué hice mal?, ¿por qué no me explica?
Online, es muy simple detectarlo –advierte Marina, siempre con actitud detectivesta-: ausencia virtual por días, interrupción de contacto y reaparición sin explicaciones, como si nada hubiera sucedido.
¡Luz roja! –gritamos las cuatro a coro.
Ya el rosadito había hecho un poco de efecto.
La lista sigue:
- El Infiel compulsivo
A este ejemplar lo trae a la mesa Irene, que confiesa sus ganas de conocer más sobre la reconfiguración del actual mercado amoroso, que abandonó por quince años, mientras estuvo casada precisamente con un infiel serial. Irene lo definió así: "Cuando te conoce, te ensalza, te pone por las nubes. Es un gran seductor, que te hace sentir única pero después te das cuenta que eso lo hace con todas. Envenena tu autoestima"
Irene venía de los estragos de esa montaña rusa.
- El Inmaduro/ Susceptible
Al susceptible lo tilda Julia. Es el que tiene carácter cambiante y se ofende por cualquier cosa. Y cuando se ofende, amaga con terminar la relación o te culpa a vos por todos sus malestares.
-Es pariente del inmaduro- acoto yo.
El inmaduro, además, es el que evita tomar decisiones. Tiene un punto de contacto con el pasivo agresivo: son incapaces de tomar la iniciativa en cualquier campo, y ése es el problema: ¡que no hacen nada! Con el Inmaduro /Susceptible tenés que andar con excesivo cuidado porque cualquier cosa los hiere. Si no le respondes enseguida un mensaje, te hace un escándalo y malinterpreta en su contra cualquier comentario tuyo o de tu entorno. Son agotadores. Además, suelen ser mameros y si llegas a seguir con él, podes convertirte más en una madre, que en su mujer.
- El Vampiro emocional.
A menudo las mujeres no advierten que están con el hombre equivocado, hasta que sienten ese cansancio vital de haberse sin quedado sin esencia. Siempre, después de estar con él, te sentís sin energía y no sabés bien por qué. La respuesta es simple: el vampiro parece necesitar de la tuya para nutrirse y crecer.
- El Gastador/Deudor
Este tipo al principio es difícil de detectar pero es el que vive teniendo grandes sueños económicos y después termina arruinado. Al principio te encanta porque te invita todo, pero después te das cuenta de que no sostiene ningún trabajo, ni avanza concretamente en la concreción de ninguno de sus sueños. Su vida es insustentable –no sólo la economía- y suele terminar arruinado y deprimido.
- El Manipulador
Son los que te chantajean emocionalmente y sobre todo con la culpa. "Ayyy ella que está con las amigas y se olvidó de llamar". "Yo dejaría de ver a mis hijos esta tarde para verte, ¿vos no?"
- El Obsesivo/Celoso
Es la cara opuesta al fóbico al compromiso pero puede ser tan destructivo como él. Es el que se obsesiona con vos, su felicidad depende de vos, quiere saber todo el tiempo dónde estás y te llama a cada rato. Si por el fuera, relegaría con gusto el tiempo con sus amigos y hasta sus proyectos personales. Es pegote, desearía mimetizarse con vos. Cuesta darse cuenta de la insalubridad de la propuesta, pero en un esquema así, ambos quedan estancados porque no hay espacio para el crecimiento personal. En la fusión absoluta, se crece poquito. O no se crece. O alguno de los dos integrantes no crece y gira en torno al otro. Y algo importante para recordar: la obsesión no es amor; es obsesión. El amor es la intención del crecimiento propio y el de tu pareja. Es altruista. La obsesión, en cambio, está ligada a la propiedad y la posesión. Es egoísta.
- El Mentiroso Compulsivo
Es el que arma un relato con su propia vida y tiene una tendencia compulsiva a mentir, aunque sea en cosas menores. Nunca sabes si lo que dice es real o no. Edifica castillos en el aire, se vanagloria de logros o aventuras que nunca existieron, inventa situaciones. Erosiona uno de los requisitos básicos de los buenos amores: la confianza.
- El Looser Pesimista
Es el que te todo le sale mal y hace apología de su fama de perdedor. Te contagia su pesismo y destruye tus sueños. Es pariente del competitivo: ese que cuando le contás un logro, te retruca con otro más grande –que por lo general es falaz o exagerado- y nunca se pone feliz con los tuyos.
-Aunque suene una obviedad decirlo –interviene Julia- en las buenas amistades, como en los buenos amores, es esperable que el otro se ponga feliz con tu felicidad. Y si intuimos que no es así, lo primero que deberíamos hacer es darle crédito a nuestra intuición. Y luego, es encender las luces rojas.
En la cena en la casa de Marina terminamos hablando de importancia que habita en los detalles. En los detalles está todo.
-La verdad se esconde en los detalles-dice esa maravillosa penalista, que es Marina- En esas pequeñas frases que pasamos por alto, en esos gestos imperceptibles que más tarde –a veces demasiado tarde- revelan todo su significado.
Hablamos de aquella vieja película de De Niro, Una Luz en el infierno, donde un mafioso del Bronx Chazz Palminteri le enseña a su pupilo cómo detectar si una chica es o no la adecuada. Le enseña una prueba, que contiene un detalle: si ella es o no capaz de destrabar para él el seguro del auto, para que él ingrese.
"Ese detalle es crucial", dice el mafioso, que interpreta Palmintieri. "Si ella no es capaz de molestarse en extenderse para levantarte el seguro, no sigas con la relación porque es una egoísta"
***
"A mí lo que me preocupa es el otro maltrato, el que no deja marcas en la piel", Walter Riso.
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