San Martín: el hombre tras el bronce
Héroe republicano, constructor de estados y patriota prudente –como lo describió Bartolomé Mitre–, su imagen quedó sellada en el bronce más que en su humanidad. Los historiadores Miguel Angel De Marco y Luis Alberto Romero revisan al Libertador a partir de su entorno
–¿San Martín es el héroe del pueblo?
Luis Alberto Romero: –En principio, le diría que a San Martín le han hecho mucho mal convirtiéndolo sólo en estatua. Está visto que carece de esa calidez que, supongo, tendrán otros héroes más populares en otros países. No sé si éste es el mejor ejemplo… Pero fíjese que el almirante Nelson, en Inglaterra, antes que una estatua es una persona de la que se conoce casi todo sobre su vida privada. Con San Martín me parece que faltó ese toque de humanidad para que se pueda decir que es el héroe del pueblo.
Miguel Angel De Marco: –Comparto lo de la imagen. San Martín está en el bronce por lo que hizo en pos de la independencia de América sobreponiéndose a sus humanas carencias y debilidades, y no por haberlas tenido. La imagen de ser inalcanzable, de semidiós, que se trazó de él a través del tiempo, no condice con sus auténticas virtudes al servicio de una causa que iba más allá de las disputas fratricidas, en busca de un futuro de paz y dignidad para los pueblos que libertó. En los documentos oficiales, y también en su copiosa correspondencia personal, está claro ese anhelo y una voluntad inquebrantable para concretarlo. Pero, sí, desde siempre ha existido esa visión broncínea de San Martín que hoy, lamentablemente, no ha sido sustituida del todo por una imagen más humanizada. Por otro lado, hay una especie de desconocimiento generalizado acerca de él, así como de Belgrano. Esto se advierte en las escuelas, donde con mucha suerte los chicos dirán que San Martín cruzó los Andes y que Belgrano creó la Bandera.
–La pregunta anterior tenía que ver, además, con eso del derecho de propiedad sobre los símbolos patrios y los próceres que, por años, impusieron los militares. San Martín debe de ser de los pocos que está metido en la piel de la gente.
MADM: –Bueno, yo estoy en total desacuerdo con usted cuando habla de la apropiación de los símbolos y los próceres. Yo creo que no es tan así. Que los militares los exalten de una manera un poco más festiva mediante actos o rendición de honores no significa que los consideren como propios.
LAR: –A mí me parece que ustedes, en el fondo, están diciendo cosas parecidas. Una cosa es San Martín y otra, las imágenes que se van construyendo de él, y a veces con algunos personajes pasa que son tan fuertes esas imágenes que uno termina no sabiendo bien cómo eran en realidad. En este caso, me da la sensación de que hubo un acuerdo, a partir de fines del siglo XIX, de que San Martín debía estar por encima de los otros próceres, que tenía que tener alguna otra cosa que lo diferenciara del resto. Al colocarlo como Padre de la Patria, muchas cosas que eran propias del personaje histórico no podían ser demasiado mencionadas porque daban lugar a divisiones. Y San Martín tenía que ser la figura que uniera a todos. Y así, entonces, se lo coloca en las estatuas de todas las plazas del país y, simultáneamente, se va volviendo más borroso.
–De bronce y borroso, como en la película El santo de la espada.
LAR: –Bueno, yo tengo entendido que en esa película tuvo una intervención muy directa el Instituto Nacional Sanmartiniano, o sea que el producto final no fue en realidad lo que Leopoldo Torre Nilsson quería, sino una versión que bajaba del instituto, una versión más armada, como si impusiera no hablar de ciertas cosas, lo cual, por otro lado, es muy propio del instituto…
MADM: –Mire, yo soy miembro de un organismo del Instituto Sanmartiniano, que es la Academia Sanmartiniana, y en verdad eso no lo escuché… Pero es posible que haya sido así. No cabe duda de que esa película no le hace ningún bien a San Martín, porque es tan estructurada, tan infantil en su planteo, que hasta tiene aspectos formales muy poco destacables…
LAR: –Muchos historiadores, sobre todo los que han escrito para la escuela, han bloqueado la vida de San Martín para crear una imagen. Entonces, a partir del silencio se permite la fantasía. Y acá, me parece, surge otra cuestión importante, que es la de San Martín en la construcción de la Nación. Desde mediados del siglo XIX, en la Argentina se construyen paralelamente el Estado y la Nación. Y en este último emprendimiento la figura de San Martín ocupa un lugar central. Quien mejor lo recreó, Bartolomé Mitre, es precisamente uno de los grandes constructores del Estado, que surgía al final de largas guerras civiles. Desde su punto de vista, San Martín era un militar muy destacado, además un patriota prudente, que no se mezcló en las contiendas civiles, aún vivas en 1860 o 1880. Su figura resultaba esencial para construir una historia común, asociada con el momento considerado fundacional de la Nación, que Mitre y muchos otros no vacilaban en ubicar en 1810. La imagen que Mitre da de San Martín es la de un héroe republicano, un constructor de estados e instituciones. Después de 1880, cuando el Estado argentino se dedica activa y militarmente a construir la nacionalidad entre sus habitantes, San Martín es colocado a la cabeza del panteón nacional como el primero entre los próceres.
MADM: –Hay que diferenciar entre la conveniencia de humanizar esa figura, admirada en el mundo entero como libertador de pueblos, y la actitud de distorsionar caprichosamente sus rasgos personales y hechos en busca de rédito y escándalo. La invención de presuntas filiaciones sin respaldo documental serio, que llevaron incluso a proponer que se realizara el ADN de sus cenizas; el anacronismo absurdo de considerarlo adicto porque se le administraban dosis de opio para paliar sus intensos dolores físicos cuando no había otras medicinas eficaces para hacerlo, etcétera, sólo buscan lectores afectos a encontrar verdades entre comillas, que seguramente no hallarán en ninguna obra seria. Seria no quiere decir tediosa, cargada de datos y citas, sino basada en un espíritu de verdad y comprensión. Aparte de algunos excelentes aportes recientes, se halla esa extraordinaria Historia de San Martín y de la emancipación americana, de Mitre, que muestra al Libertador en su andadura humana, con tono literario de relato apasionante, respaldado por los documentos oficiales y, sobre todo, por la enorme correspondencia íntima de éste con sus contemporáneos.
–¿Usted se refiere al libro Don José, de José Ignacio García Hamilton?
MADM: –No sólo a Don José. Se ha dicho que San Martín era opiómano, que era un gran bebedor… Tantas cosas se han publicado, cuando en realidad no era nada de eso que se ha dicho de él. Para nada. Hay documentación muy variada que demuestra todo lo contrario.
LAR: –Bueno, en Perú no opinaban lo mismo...
MADM: –Sí, es verdad. Se decían cosas muy duras. Por ejemplo, que quería entronizarse. Allá se lo llamaba el Rey José; también se le atribuían un desmedido amor por los oropeles y una amante, Rosita Campusano.
LAR: –Usted habla de "cosas muy duras". ¿Por qué duras? Yo digo que el problema está en pensar que son cosas duras y no cosas normales o explicables, porque en el mundo de Napoleón, por ejemplo, que un general se transformara en rey no era absurdo ni necesariamente malo porque a veces se daba una monarquía constitucional que venía a poner orden donde no lo había. Y eso de que San Martín podía tener ideas monárquicas escandaliza. Pero en realidad, en 1815, el 80 por ciento de la gente era monárquica, y eso no era nada denigrante.
MADM: –Para nada. Yo no me refería a eso. Además, se sabe que San Martín era abiertamente monárquico y que en esa época, en ese contexto, lo más razonable era la monarquía constitucional.
–¿Qué cualidades habría que resaltar de San Martín para tener una idea más cabal de su significación en la historia argentina?
LAR: –Para entender a San Martín y su significación es necesario abrirse camino por entre una serie de imágenes cristalizadas. Si las ponemos por un instante entre paréntesis y nos permitimos un cierto juego intelectual, me parece que es más adecuado entender a San Martín en un contexto hispanoamericano que en uno específicamente argentino. Veamos los hechos. San Martín, hijo de un funcionario español, a los cinco años fue a España; allí vivió treinta años e hizo una carrera profesional. En 1812, cuando llegó a Buenos Aires, era un hombre de 35 años que había vivido en lo que más tarde sería la Argentina unos pocos años, quizá sólo cinco. Sus ideas estaban formadas en las circunstancias españolas. Estas eran, en primer lugar, las de la España ilustrada y reformista del siglo XVIII. Luego, una España dividida por una guerra que ya era civil: San Martín se alineaba con los reformistas liberales y se enfrentaba con los retrógrados y absolutistas. En 1812, los países hispanoamericanos aún no estaban formados: no había estados ni naciones, sino fragmentos de un imperio desmembrado. San Martín miró a Hispanoamérica como un bloque. Desarrolló desde el Río de la Plata un plan de emancipación que correspondía a su visión de una Hispanoamérica liberal. Estoy convencido de que le interesaba tanto el destino de Buenos Aires como el de Santiago o Lima. Era hispanoamericanista porque miraba las cosas desde un punto de vista anterior a la constitución de las naciones.
MADM: –Fue un hombre coherente con sus ideas, en una época en que se sobreponían los intereses personales y de partido, y se animó a desechar ofertas y honores para ser fiel a su promesa de no desenvainar jamás su espada para emplearla en peleas de facciones. Hacerlo le parecía desbaratar el inmenso esfuerzo que había encabezado para constituir un ejército formado sobre la base de los sacrificios del pueblo cuyano que gobernó. Bregó por una auténtica unión que permitiera vencer a los enemigos exteriores. Sus cartas a Estanislao López y a José Artigas, en momentos en que el país se debatía en una hecatombe, lo reflejan. Tuvo en claro que las armas que la Patria les entrega a sus soldados eran para defender los derechos y las libertades de sus ciudadanos, no para sojuzgarlos ni sostener intereses personales o de grupo.
–¿Cuántas miradas sobre San Martín se observan a lo largo de la historia?
LAR: –La historia del siglo XX es la del nacionalismo, en sus diversas versiones. En 1933, se funda el Instituto Nacional Sanmartiniano. Un nuevo biógrafo, José Pacífico Otero, declara que todo auténtico argentino debe ser sanmartiniano. Y esto lo convierte en la estatua de bronce que todos conocemos. La Iglesia afirmó que la Argentina era una Nación esencialmente católica, demostró su peso en cada paso importante de la vida nacional y, fundamentalmente, transformó a San Martín en lo que, por 1930, se entendía que debía ser un buen católico. Para eso fue necesario ocultar o negar toda una porción de su vida, particularmente si pertenecía a logias masónicas que en el siglo XIX impulsaban los ideales liberales y progresistas. En esta versión, San Martín fue presentado como un guerrero cruzado. Finalmente, en 1950, el peronismo proclamó que ése era el año del Libertador y lo transformó en una suerte de precursor de Perón. Hubo un único libertador, ahora hay un único líder: ése era el razonamiento implícito. Algunas cosas, episódicas, son divertidas: en la Marcha del Trabajo, cuya letra compuso el médico y poeta Oscar Ivanissevich, se dice: "San Martín cruzó el Ande trabajando". O sea, en eso también era precursor de Perón.
MADM: –No cabe duda de que su figura ha sido instrumentada repetidas veces para responder a intereses de tiempos muy diferentes de aquellos en los que vivió. El caso más evidente fue, ciertamente, el mencionado por Romero. Entonces, se volcó el inmenso y absorbente aparato oficial para convencer a los argentinos de que se hallaban frente a un modelo poco menos que digno de estar en los altares, en vez de enseñarles que había que apreciar en San Martín sus virtudes humanas, recoger sus ejemplos de austeridad, desinterés y compromiso pleno hacia la causa a la que había prometido brindar su existencia. Obviamente, el interés era promover comparaciones y hallar semejanzas entre Perón y San Martín. En esa forzada trilogía, "San Martín, Rosas y Perón", se buscaba cristalizar una imposible simbiosis entre la libertad y el autoritarismo.
LAR: –Después de 1955, la sociedad argentina se politizó intensamente y reconsideró el pasado a la luz de nuevas controversias. Los héroes fueron derribados, y los antiguos villanos, convertidos en héroes. Pero nadie cuestionó a San Martín. Cada facción dio una versión diferente del héroe: para los liberales siguió siendo el héroe republicano; los nacionalistas lo alinearon con Rosas y los peronistas agregaron a Perón en la línea. Cuando las pasiones políticas se acallaron, nuevas miradas se dirigieron a San Martín y encontraron lo que tanto tiempo se había ocultado: por debajo del bronce hubo un hombre de carne y hueso.
Para saber más
www.an-historia.org.ar
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