Oriunda de Mendoza, ya en el colegio no encontraba que hubiera incentivo artístico, por lo que decidió volar a Los Ángeles, y hoy brilla y suma cada vez más notoriedad como cantante
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Para Francesca Roggerone, su infancia fue maravillosa. Rodeada de un mundo peculiar para muchos, sus mayores enseñanzas llegaron a través de los viajes de su padre, un reconocido artista plástico. Allí donde él iba, la familia lo seguía, y así, en constante movimiento, la pequeña creció rodeada por un atmósfera artística y atrapada por un deseo constante de conocer acerca del arte, las personas, sus comidas, los idiomas, la historia de cada destino y sus culturas, tan diferentes a su tierra mendocina.
Pero aquel mundo idílico no duró por siempre. Con la llegada de la adolescencia, sus obligaciones en Argentina, en su escuela, habían adquirido un tono más serio. Ya no era posible acompañar a su padre en cada viaje, ahora debía cumplir con los días y horarios si quería recibirse con éxito. Sin embargo, aquella obligación, pero sobre todo las metodologías, se alejaban de su esencia, que desde siempre había albergado una identidad creativa, donde abrazaba al canto, la escritura y las actividades manuales. En su búsqueda por tener un título secundario sin desistir en el intento, Francesa pasó por seis colegios y en ninguno halló el equivalente a la riqueza que los viajes le habían obsequiado en su vida.
“Nunca me gustó la escuela, la verdad. Fue una tortura”, se sincera Francesca. “Nunca me gustó lo que allí se enseñaba. Ni tampoco vi que allí se interesaran por incentivar un enfoque artístico”.
El sistema que no va, Justin, el bullying y la inspiración: “Si él con 16 pudo, yo, que ahora tengo 12, también voy a poder”
Francesca cumplió su deber escolar sin abandonar los viajes imaginarios a través de la exploración de otras culturas. En los años de adolescencia (y hasta el presente), se dedicó a investigar los hábitos y costumbres de otras tierras, en especial su música, donde se sumergió en el universo de la electrónica, la música árabe, el pop, las melodías indias, italianas, así como música clásica.
Como muchas otras adolescentes, Francesca tuvo un amor platónico que caló profundo en todo su ser: “Con Justin Bieber, como le pasó a muchas otras chicas”, relata con una sonrisa. Su enamoramiento comenzó a los 12 y era tan intenso que sufría muchas burlas, acoso escolar por su pasión y, aun así, gracias a su ídolo pop, ella tomó una determinación: ser música.
“Fue una época muy difícil con todo el bullying, pero me acercó más a la música y a mi mejor versión. Todo lo malo trae algo bueno…”, reflexiona. “Mi contacto con la música se dio desde muy chica. Mis padres siempre fueron muy musicales, mi papá tenía una colección enorme, siempre estábamos escuchando algo, ya sea electrónica, Mozart o lo que fuera, así que yo junto a ellos me la pasaba dibujando o juntando piedritas (me gusta hacer joyas). Mi mamá cantaba y me incentivaba a cantar. Y entonces, cuando llegó la época de Justin Bieber, descubrí el poder de la música, la pasión en mí y lo que puede provocar. Me dije: si él con 16 años pudo, yo, que ahora tengo 12, también voy a poder”.
Volar hacia los sueños: “Sé que no todos pueden hacer lo que yo hice y por eso estoy muy agradecida”
¿Qué te imaginás para tu futuro?, le preguntó cierto día su padre siendo ella muy niña. Francesca conocía la respuesta. Quería volar lejos, irse a vivir a Estados Unidos, allí donde el arte explotaba y la música cobraba otras dimensiones.
Otro día -un gran día- su papá le hizo otra pregunta apenas ingresó en el secundario y que revolucionó su mundo: ¿Te gustaría estudiar en el exterior? La respuesta de Francesca, amante de los viajes, la música y las aventuras, llegó sin titubeos y con un agradecimiento infinito.
Fue así que el futuro de Francesca comenzó a construirse desde muy temprana edad: “Soy una afortunada. Sé que no todos pueden hacer lo que yo hice y por eso estoy muy agradecida. Gracias a Dios tuve la posibilidad, porque sé que para un argentino es muy difícil”, dice.
Apenas salió del colegio, junto a sus padres, Francesca viajó con sus 17 años a California. Conocía muchos destinos, pero nunca había estado en la tierra de sus pasiones. Allí, envuelta en una adrenalina indescriptible, la joven enfermó -según ella- consecuencia de la emoción extrema y terminó el 31 de enero en la sala de emergencias: “Ese primer avistamiento fue muy emocionante, todo lo que yo quería estaba allí”.
Durante los dos años siguientes, Francesca estudió inglés de manera intensiva a fin de rendir y aprobar todos los exámenes de ingreso a la universidad. Conquistado su objetivo, hizo definitivamente sus valijas y se fue a vivir a Los Ángeles a cumplir su sueño de toda la vida.
Un comienzo complejo en Pasadena: “Los vínculos humanos en Los Ángeles son complicados”
Se instaló en Pasadena. Francesca había sido aceptada en el Los Angeles College of Music, una universidad ubicada en una ciudad vintage, cerca de las montañas. En contraste con la usual modernidad de Estados Unidos, la joven argentina pronto percibió la antigüedad de aquella urbe en comparación a otras, una atmósfera ideal para el tipo de habitantes de la comunidad: pintores, músicos, cantantes, diseñadores, actores.
“Un lugar tranquilo en relación al bullicio que es la ciudad de Los Ángeles y eso me fascinó. Es un lugar maravilloso para vivir. Pero no voy a mentir, fue muy difícil la adaptación al comienzo, los primeros meses fue mucho llorar, extrañar. Es complejo acostumbrarse, pero una vez que lo hacés, los hábitos me empezaron a parecer increíbles”, continúa Francesca. “Me hice amigos estadounidenses, latinos, griegos, serbios, franceses, mexicanos…”
“Uno va pasando muchas emociones pero creo que, en perspectiva, me amoldé rápido. Mis amigos de Estados Unidos son mi familia”, dice. “Aun así, los vínculos humanos en Los Ángeles son complicados. La ciudad es ese lugar donde uno va a realizar sus sueños. Se viven muchas frustraciones, hay mucha gente que te va a hacer el mal y otras personas maravillosas. En el ambiente de la música hay de los dos tipos, hay que tener cuidado. Hay que ir con la cabeza baja y no creértela”.
Un dúo inspirado en el amor por la música, una señora que “creíamos que estaba loca”, y trabajar con músicos de Pearl Jam y Bowie
Ya habituada a Pasadena, Francesca comenzó a desplegar su talento y a abrir puertas. En las aulas de Los Angeles College of Music, conoció a Filip Blazic, un productor y multiinstrumentista serbio con quien formó FRANCHI, un dúo que para su último sencillo reunió a varios talentos: Dave Krusen, conocido por su icónica participación en el álbum Ten de Pearl Jam, quien aportó profundidad rítmica; la mezcla del sencillo estuvo a cargo de Tim Palmer, ingeniero de sonido de artistas como U2 y David Bowie, mientras que Peter Doell, veterano de la industria que ha trabajado con Miles Davis y Céline Dion, le dio el toque final con la masterización.
El resultado generó una canción que invita al oyente a una experiencia sonora única y emotiva. Room For Two - título del último sencillo- combina géneros como el pop y el alternativo con una estética cinematográfica, una mezcla que ha sido posible gracias al trabajo en equipo con la compositora y co-productora Erin Alden, a quien conocieron junto a Filip y el papá de Fran, Sergio Rogerrone, en una situación muy particular.
“Estábamos en un shopping, papá quería entrar al Salvation Army y yo no tenía ganas pero él insistió”, relata Francesca. “Allí Filip encontró un piano por 300 dólares que estaba destruido y se pone a tocarlo, mientras papi buscaba tacitas y platitos, y en eso se nos acerca una señora y nos dice: ´No crean que estoy loca, los escuché tocar y les cuento que tengo dos pianos antiguos. Uno, le dijo a Filip, te lo regalo´. Nos quedamos helados. Creíamos realmente que estaba loca, pero dos semanas después fuimos a ver el piano, una cosa maravillosa. Desde ese momento no nos separamos nunca más; ella, que era Erin Alden, y su marido, que casualmente también es argentino, ahora son mi familia”.
“Trabajar con Dave Krusen y con Tim Palmer ha sido increíble. Dave es una persona siempre atenta, siempre ahí. Es alguien que ha viajado por el mundo con Pearl Jam y sin embargo mantiene una sencillez maravillosa”, cuenta Francesca. “Y lo mismo puedo decir de Tim Palmer. No son personas que, por ejemplo, vos les escribís y nunca te contestan, no, están para lo que necesites, son gente que les apasiona lo que hacen, entonces se involucran, eso me encantó. Gente que va y cumple con su trabajo. Van a lo que estaba pactado”.
“Pero quiero destacar ante todo a Filip Blazic, con él nos hicimos inseparables en la facultad y fue quien siempre me alentó a seguir, quien me levantó si por algún motivo me sentía mal”.
“Argentina son las charlas interminables, los buenos vinos de Mendoza…”
Francesca, como muchas otras personas que habitan este planeta, se considera una ciudadana del mundo. En la Tierra tiene varios lugares que hoy considera su hogar y, sin embargo, Argentina para ella ocupa un espacio central dentro de la gran casa que significa el mundo.
En especial en suelo mendocino, Francesca siente las raíces más fuertes. Allí están sus amigos, su familia de sangre, sus padres, su comida y su lugar de nacimiento; allí permanecen parte de los puntos neurálgicos de la historia de su vida. Argentina es su país y la inspira.
“Argentina es el apapache, los abrazos, la buena vida que me dieron mamá y papá; las charlas interminables, las amistades maravillosas, los buenos vinos de Mendoza, es ese rincón del mundo para relajarte, donde yo estoy tranquila”, describe con emoción la joven artista, quien hoy, de hecho, se halla en tierra argentina.
Los aprendizajes en el camino: “Siempre ser muy cordial, respetuoso con el que sea, sin importar su carrera o popularidad”
Desde que tiene memoria, el arte y la música acompañaron a Francesca. El porqué eligió estudiar y desarrollarse en el exterior es algo que siempre supo: los límites de Argentina eran demasiados, aun a pesar de la capacidad creativa de sus habitantes.
Ya desde el enfoque arraigado a métodos tradicionalistas que la joven padeció en la escuela, ella necesitaba desplegar las alas y volar, ir asimismo hacia aquel lugar donde las melodías y los géneros musicales le hablaran de manera más conmovedora para sus preferencias.
“Estudié en el exterior también porque la industria de la música acá, en Argentina, hoy por hoy no está tan desarrollada, está desarrollada hacia un género de música que es la latina, el reggaetón, que no es algo sobre lo que yo escriba, no es la forma en la que me expreso. También necesitaba ir hacia un lugar donde pudiera cantar en todos los idiomas con llegada: inglés, italiano, español… Ahondar en la música clásica, en la producción musical; la posibilidad de tener horas delante de la computadora en materia de música, así como en estudio de grabación. Es muy vasto lo que te pueden dar allá”.
“Hay algo que me dice mi papá que es muy importante”, dice la hija del reconocido artista. “Hay que meterle pata e ir para adelante, uno no pierde nada con probar. Por ejemplo, cuando me lancé a escribirle a Dave Krusen, pensé que no me iba a contestar. La verdad es que no se pierde nada haciendo networking, conectándote. Una vez que ponés la cara, que vas con tu energía, vas tranquilo, sin importar lo que resulte, no hay nada que perder y así las cosas se logran”.
“No voy a mentir que a veces a uno le agarra una ansiedad espantosa, te ponés remal, estás bloqueado, eso suele pasar, pero hay que conocerse a uno mismo y balancear las cosas, aprender a manejar el equilibrio, ni un extremo ni el otro. Y siempre ser muy cordial, respetuoso con el que sea, sin importar su carrera o popularidad. Estar centrado, la perseverancia y la amabilidad son la clave”, concluye
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