Señora de nadie
Disfruta de su maternidad y de su relación con Adrián Suar, pero insiste en que no se casará. Más sexy que nunca a los 36 años, la obsesiona el paso del tiempo
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"Flequillo no", dice Griselda Siciliani y culpa a los rulos salvajes que se rebelaban en su cabeza en plena adolescencia por no haber podido cumplir con el requisito rolinga al ciento por ciento. Cuesta imaginarte como una chica rolinga. "Lo era –aclara ella–. Todos los días, durante el secundario, me ponía el pañuelito anudado, las Topper blancas de lona y el enterito de jean. Vivía uniformada. Era muy rockera, muy de ir a los recitales, de escuchar rock nacional. Con mis hermanas juntábamos peso por peso para ir a shows, sobre todo a los de Charly." El vapor del té con jengibre, con un toquecito de limón, esconde por momentos el rostro de Griselda, quien apenas con maquillaje y su cabellera rubia sonríe frente a los recuerdos de aquellos indomables rulos castaños que fueron vencidos y que con el tiempo hicieron posible que el flequillo asomara en su vida como una especie de trofeo.
Un mensaje en el celular llama su atención por un instante. Pide disculpas. Baja el volumen y aprovecha el momento para mostrar algunas fotos de su hija de 2 años. Allí está Margarita, la estrella absoluta de las imágenes que se suceden, primero con lentes oscuros, luego con la remera que lleva estampada al hombre con una lágrima que ilustró Spinetta para el primer disco de Almendra, y por último, entre los brazos de Adrián Suar, su papá y primer gran fan.
"Es la protagonista absoluta de la vida", intenta resolver en palabras lo que Margarita simboliza en la vida de ambos. Y como quien pisa el acelerador y necesita confesarlo todo dice: "Adrián es un compañero ideal y con la gorda está a full. La verdad es que estamos muy bien". En ese instante la mirada de Griselda cambia y con cierta desgana espera la pregunta que todos hacen.
No la voy a hacer.
¿La pregunta de si me voy a casar? Creo que ya todos saben lo que pienso.
La respuesta es no, Griselda no se va a casar. Eso dijo muchas veces y no se cansa de afirmarlo. "Nunca tuve esa cosa de Susanita (en alusión al personaje de Mafalda). Cero de eso, nada."
Está claro que no mamaste el modelo de tus padres, que hasta el día de hoy siguen casados.
El otro día lo hablaba con una de mis hermanas. Mis viejos [Norberto e Ida] son ejemplo de un matrimonio exitoso. Están muy enamorados, los ves y te das cuenta de que es así. Sin embargo, nunca tuve esa imagen de la gran fiesta, de la liga, del ramo de flores. Mis viejos eran muy hippies. Mi mamá para el casamiento usó una túnica blanca en lugar del vestido. Se casaron muy jóvenes y se fueron a abrir una escuela de frontera a Río Pico. Los dos eran maestros, después volvieron y formaron su familia acá, en Buenos Aires.
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¿Eras una chica de noviazgos largos?
Siempre fui muy noviera y de tener noviazgos largos. Nunca fui de picotear. Igual empecé tarde.
¿A qué edad?
A los 18. Es que estaba muy metida con la danza [hizo la carrera en la Escuela Nacional de Danzas], la verdad es que ni siquiera le daba mucha bola a los chicos y eso que era bastante despampanante, como el resto de mis compañeras. Éramos bailarinas y para nuestra edad teníamos una postura y una relación con el cuerpo diferente al de las otras chicas. Estuve muy abocada al baile, hasta los 18, que me relajé, me puse de novia y cambio todo.
De boliche, ¿ni hablar?
No, no era una chica de bolichear. Sí iba a recitales, pero la verdad es que me la pasaba entrenando. Salía con amigos del barrio [creció en Villa Luro], nos juntábamos en casas, era más otra onda.
De familia numerosa, Griselda creció compartiéndolo todo y haciendo valer su identidad, como la segunda hermana de un grupo de seis (Malena, Paulina, Guido, Marilina y Leticia). "No sé cómo no terminó con un chaleco de fuerza", dice sobre Ida, su madre, quien a los 30 años ya tenía cinco hijos y ocho años más tarde sumó a la lista a su última niña, Leticia. "Cuando miro hacia atrás no entiendo cómo hizo –se pregunta Griselda–. La maternidad me hizo entender y comprender muchas cosas."
¿Está de más preguntar si te ves armando una familia numerosa?
[Risas] Nunca lo imaginé y eso que amo y me encanta mi familia, y son muy importantes para mí. De hecho con el tiempo mis hermanas se convirtieron en amigas y hoy, somos todos muy compinches. Pero no, nunca lo pensé.
Fue a las 10.39 de la mañana del viernes 15 de junio de 2012 cuando Margarita nació en la clínica Suizo Argentina con un peso de 4,160 kilos. La heredera Kirzner-Siciliani causó revuelo en la familia de Griselda, que contó con la presencia de su hermana mayor, Malena, que es monja y vino especialmente desde Madrid para conocer a su sobrina. "Fue una locura, porque la gorda fue la primera sobrina, la primera nieta. Adrián no dejaba de filmarlos en el sanatorio. Se mataba de risa con la italianez de cada uno. Lloraban, gritaban, era pura emoción." Como una buena línea de defensa en rugby, Griselda cuenta con una fuerte alianza entre sus hermanos. "Somos un equipo. Tenemos nuestro propio grupo de WhatsApp. Estamos comunicados todo el tiempo. Puedo escribir estoy sola en casa con Margarita y al rato cae uno, dos o todos juntos."
Hablar de su familia la moviliza. Por momentos le nubla la mirada; por otros, le roba sonrisas, sinceras, queridas. "Paulina, una de mis hermanas, que es socióloga, hizo algo increíble –hace una pausa y vuelve a sonreír con ternura–. Se liberó un día en la semana durante todo un año para estar al lado de Margarita. Todos los martes desde que nació la gorda estuvo en casa hasta que cumplió el año. Lo hizo para construir la relación tía-sobrina. Increíble. Los martes era el día de ambas. Creo que nunca imaginé tener una relación tan íntima como la que tengo ahora con mis hermanos. Es de un profundo cariño."
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No duda en declarar su amor y con fotitos y hashtag incluidos tuitea esas pasiones que tienen como principales destinatarios a Margarita y Adrián. #SosMiHombre #TeAmo #LaSonrisaMasLindadelMundo #ElAmordemiVida. "Cómo no hacerlo, cómo no decir lo que siento si soy una privilegiada. En todo sentido lo soy y el tiempo pasa tan rápido..."
¿Te preocupa que pase rápido?
Sinceramente, me siento un poco obsesiva con este tema. Quiero estar con Margarita y eso me lleva a rechazar muchos trabajos. Me pasó con Viudas e hijos del rock and roll. Hice una participación que me divirtió mucho y me hizo muy feliz. Sebastián [Ortega, cabeza de Underground Producciones] quería que me quedara, que mi personaje volviera en algún momento. Lo tomé como un halago, pero le expliqué que lo que queda del año quiero estar con mi hija. Estamos hasta este mes con los shows [Estás que te pelas, que presenta en el Maipo junto a su buen amigo Carlos Casella] y ahora busco compartir con ella la mayor parte del tiempo. La llevo al jardín, la voy a buscar, dormimos la siesta juntas todas las tardes. Es maravilloso y una suerte que pueda hacerlo. Es un momento que no me quiero perder. Estoy enloquecida, amo armar planes con la gorda, respetar nuestras rutinas. Es un placer, un mimo.
El año pasado trabajaste mucho. Estuviste a full con Farsantes, que era una tira diaria.
Sí, igual tenía mis arreglos. Dos veces por semana grababa sólo mediodía. Ojo, entiendo que lo importante es el tiempo de calidad que uno puede ofrecer, pero cuando grababa Farsantes me pasó algo extraño, llegué a sentir que de golpe no tenía vida.
¿Por qué?
Porque grababa muchas horas y después no hacía nada más. No iba a eventos ni a cumpleaños. El tiempo que no estaba trabajando sólo lo quería invertir en ella. La llevaba al trabajo o en el horario del almuerzo viajaba de Don Torcuato [donde están los estudios de Pol-ka] a casa [en Belgrano] para verla un ratito. A veces iba llorando al trabajo porque salía muy temprano de casa y la dejaba dormida. En Pol-ka se suele grabar muy temprano y por lo general terminás a eso de la 6 de la tarde. Recuerdo una vez, ya de vuelta en casa, que me temblaban las manos y no podía sostener las llaves. Temblaba de emoción porque la iba a ver. De hecho, todavía no la dejé una noche entera. Sí salgo voy al teatro, a cenar, pero nunca me fui por una o dos noches. No me animo.
Ella va a estar más que bien con el papá, el problema lo tenés vos...
Tal cual, sé que la tortura es para mí. Tengo la sensación que me va a dar un ataque de desesperación de querer volver. De estar en el avión y querer bajar. Quizá sea porque uno es consciente de que el tiempo pasa muy rápido. En cambio, Marilina (otra de sus hermanas) es una mamá [de Simón, de 10 meses] superrelajada. Charlamos mucho. Somos tan diferentes como madres, cómo abordamos las cosas. Ella la tiene más clara y eso que es más chica que yo. ¡Es tan emocionante compartir este aprendizaje con una hermana!
El humor está implícito en la vida de Griselda. Todo lo encara con una sonrisa. "No podría hacerlo de otra manera", afirma.
Los médicos recomiendan sonreír, las emociones positivas son una fuente necesaria de bienestar y hay quienes dicen que es rejuvenecedor.
Es saludable en todo sentido y, sin duda, una manera de encarar la vida. Mi dermatóloga dice que por la edad que tengo, 36, vengo bastante bien, no tengo surcos ni demasiadas marquitas en la cara. Por ahora, nada de arrugas. Mi mamá que tiene 60 tiene muy pocas arrugas y nunca se puso una crema. Mi abuela materna tenía una piel lindísima, quizá mi suerte viene por ahí.
¿Te preocupan las arrugas?
Tengo amigas cerca de los 50 que no se hicieron nada, que muestran sus arrugas sin problema, se las ve espléndidas, luminosas, bellísimas. Creo que para hablar con autoridad tenés que enfrentarte al espejo, verte en cámara y ver qué te pasa. No es fácil. Es muy heavy cuando se te empieza a caer la cara. Uno no puede juzgar a nadie, yo no quiero hacerlo.
Más allá de lo que dice tu dermatóloga, se te ve más sexy que nunca y en Estás que te pelas mostraste un costado muy hot.
Me siento muy bien conmigo misma, con todo lo que me pasa. Me siento libre y me permito jugar. Y lo que hacemos con Carlitos es puro disfrute. Nuestras miradas en el escenario son de pura felicidad. Seguramente en el verano volvamos con algunas presentaciones sueltas. Quizás hasta nos animemos a grabar un disco con las canciones del show.
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En Viudas e hijos del rock and roll también te animaste a encarar hilarantes escenas bien sexy.
Fue muy divertido, cada escena era una apuesta lúdica donde exponía lo más absurdo de Susana, lo más sexy con sus bailecitos. Con Fernán Mirás y Damián De Santo armamos un supertrío. ¿Cómo no animarme a más? Me he reído a carcajadas, fue un ida y vuelta alucinante, con mucha improvisación.
¿Está decidido que en tu vejez te vas entregar a los carbohidratos?
[Risas] Mirá lo que acabo de hacer [en el plato quedan algunas migas del sándwich integral que comió]. Morfar es mi vicio. No fumo, no tomo alcohol, sólo como [durante su embarazo engordó 30 kilos]. Me pone de muy mal humor cuando tengo que cuidar lo que como. No soy de esas personas que dicen ay, se me cerró el estómago. Nunca se me cerró. Sinceramente, no pienso en la vejez. Sí me gustaría ser una vieja luminosa, con buena energía, tener salud mental, buen humor y estar rodeada de afectos.
¿Seguirías trabajando?
Soy una bataclana, pienso que de grande voy a seguir cantando, bailando, armando alguna que otra cosita en teatros chiquitos. Sí, puedo imaginarme así.
Sospecho que para los shows desempolvarías el tapadito rojo, que compraste con tu primer sueldo importante, y la colección de zapatos de tacos altos.
Totalmente. Cuando me pongo esos zapatos, tipo armatoste, me transformo, parezco una artista circense capaz de hacerlo todo desde las alturas. Además, el taco te da otra postura, te levanta todo. Y el tapadito, claro que lo usaría. Virgi [Virginia Kaufmann amiga y compañera en la obra clave en su carrera, Tan Modositas] podría usar el de ella. Tiene uno parecido, color rosa. Lo compró más o menos en la misma época que yo. Lo usamos un montón. Siempre decíamos que íbamos a estar así vestidas, con los tapaditos y bien pintaditas, en la Casa del Teatro [lugar que hospeda en su vejez y su cansancio a los peregrinos del arte]. Yo por las dudas lo guardé y estoy segura de que Virgi lo debe tener todavía.
1988
A los 10 años ingresó en la Escuela Nacional de Danza. Con su amigo Carlos Casella exploró en la danza contemporánea
1997
Se fue a vivir sola a los 19. Le alquiló un departamento a su tío con lo que ganaba en el espectáculo Lo mejor de Los Muvis
2005
Actuó en Revista Nacional, con producción de Adrián Suar. Su futura pareja la vio y le propuso hacer televisión. Ese año ganó un Martín Fierro como revelación por su papel en Sin código
El futuro
"El año que viene vuelvo al cine con tres películas, voy a dejar la tele un poquito de lado –adelanta Griselda–. También voy a poner las fichas en el teatro. Con Carlos Casella y Ana Frenkel (fundadores de El Descueve) estamos creando, inventando todo el tiempo. Tenemos un proyecto muy grande para mediados de 2015. Va a ser algo muy lindo. Va a sorprender. En lo personal, quiero seguir disfrutando de mi hermosa familia, que no puede ser mejor"
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