Tras el alejamiento de Harry y Meghan de la corona inglesa, Kate encontró una gran aliada: la condesa de Wessex, mujer del príncipe Eduardo, quien además de formar un tándem perfecto con la duquesa de Cambridge, tiene cada día más protagonismo en los compromisos que marca la agenda real.
Nacida en Oxford el 20 de enero de 1965, Sophie Helen Rhys-Jones creció en el seno de una familia trabajadora: su papá fue vendedor de neumáticos y su mamá –de nacionalidad irlandesa– se desempeñó toda la vida como secretaria. Cuando era chica, sus padres se mudaron a Kent y allí realizó sus estudios primarios y secundarios. Posteriormente hizo Publicidad en el West End College y fundó su propia agencia, llamada RJH, donde ejercía las relaciones públicas. Durante un evento organizado por ella misma en 1993, conoció al príncipe Eduardo, el menor de los hijos de la reina Isabel II.
TROPEZÓN MEDIÁTICO
Después de seis años de noviazgo, Eduardo y Sofía –de quien la prensa siempre destacó su parecido físico con Diana Spencer– se casaron el 19 de junio de 1999 en la capilla de St. George, ubicada en el castillo de Windsor. Todo marchaba a la perfección y la condesa de Wessex –título que recibió tras su boda– encontraba su lugar en la familia real británica cuando, en 2001, cayó en la trampa de un periodista disfrazado de jeque árabe y deslizó –durante una reunión de trabajo– algunos comentarios pocos felices contra el entonces primer ministro Tony Blair y su cuñado, el príncipe Carlos, y su mujer Camilla. Sus declaraciones fueron publicadas por el periódico News of the World y el escándalo se sintió con fuerza dentro del Palacio de Buckingham. Entonces, Sofía renunció a su profesión de relacionista pública y se dedicó de lleno a su familia y a las obligaciones reales. Con su estilo delicado, su carisma y su simpatía, desplegados con arte en cada una de sus apariciones públicas, logró revertir el mal paso y lentamente su imagen ganó popularidad y conquistó el corazón de los ingleses.
LA MIMADA DE ISABEL
Sofía también supo ganarse la confianza y el cariño de su suegra. Tanto, que la Reina permite que la llame "mamá". Después de perder varios embarazos, la condesa dio a luz a su primera hija, lady Luisa Windsor, el 8 de noviembre de 2003. El parto fue muy complicado y ambas estuvieron al borde la muerte. Esto, sumado al complejo estrabismo con el que nació la beba, hizo que Isabel II se acercara mucho a ella y con el correr de los años –aseguran– llegara a convertirse en una de sus grandes confidentes. El 17 de diciembre de 2007, llegó al mundo el segundo heredero de Eduardo y Sofía, James, que recibió el tratamiento de vizconde Severn.
Además de las causas que abraza con pasión –es embajadora de la Agencia Internacional para la Prevención de la Ceguera y está involucrada en más cerca de 80 organizaciones benéficas (muchas de ellas tienen que ver el cuidado neonatal, la dislexia y los problemas auditivos)–, en los últimos días, la condesa de Wessex dio muestras claras de su compromiso frente a la pandemia que azota al mundo. Desde difundir campañas sobre cómo hablar del coronavirus con nuestros hijos o combatir su aburrimiento durante la cuarentena hasta ponerse el delantal para preparar comida para el Servicio Nacional de Salud de su país. La semana pasada, Kate y Sofía se unieron de manera virtual (cada una está pasando el confinamiento en una residencia distinta) para llamar a las enfermeras de las naciones que integran la Commonwealth y mostrarles su apoyo y admiración. Un particular homenaje del que también participaron el príncipe Carlos, su mujer, la duquesa de Cornwall, la princesa Ana y el príncipe William.
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