No es la primera vez que Sofía Sánchez de Betak (34) pisa suelo africano. Antes, mucho antes de convertirse en la influencer argentina que conquistó el mundo de la moda internacional, Chufy viajó a Kenia como voluntaria para dar clases de inglés. Tenía 18 años. "Me quedé unos meses en Ol Malo, Laikipia, para trabajar en proyectos vinculados con el colegio de la zona y con artesanías de las mujeres masái", recuerda. Dieciséis años después de aquella primera vez, Sofía quiso volver al lugar. Y en esta ocasión compartió la experiencia junto a su marido, el reconocido productor de desfiles Alexandre de Betak (52), y su pequeña hija Sakura (2). Después de disfrutar durante quince días la majestuosidad del paisaje de la sabana de Masái Mara y Laikipia, en Kenia, la empresaria y directora de arte nos comparte su espectacular álbum de viaje.
–¿Por qué eligieron viajar a África?
–Ya habían empezado las vacaciones escolares en París y la verdad es que sentía la necesidad de irme de la ciudad, necesitaba estar en un lugar aislado, exótico y en contacto con la naturaleza, así que me puse a investigar y vi que había vuelos directos a Nairobi. El país estaba abierto al turismo y sólo requerían un hisopado 96 horas antes del viaje. Saqué los pasajes, reservamos hoteles y nos fuimos con mi marido y mi beba.
–¿Este fue tu primer viaje después de la cuarentena?
–No, en realidad en agosto fuimos a Italia y a España, pasamos dos meses en Mallorca y luego un par de semanas en Sicilia. A diferencia de lo que muchos puedan pensar, nunca fue tan fácil y tan seguro viajar. Los aeropuertos están vacíos, no hay colas, no hay estrés, no hay corridas, todo está limpio y no hay nadie que no use máscaras. Los protocolos se aplican al pie de la letra... Fue un placer.
–Es muy significativo que este destino además esté tan vinculado a la naturaleza y a la libertad... ¿Así lo viviste vos?
–Totalmente. Creo que una de las grandes enseñanzas que nos deja esta pandemia es que estamos más seguros en la naturaleza. Acá no te encontrás con multitudes, podés cultivar tu propia comida y no tenés que ir a tocar productos en un supermercado que antes fueron tocados posiblemente por alguien infectado con el virus... Acá podés dejar a tus hijos correr en libertad sin tanto miedo al contagio.
–¿Cómo fueron esos primeros días en la sabana?
–Al principio estuvimos aislados en una reserva privada que se llama Lolldaiga y tiene más de 40 mil hectáreas de naturaleza sólo para nosotros. Durante el día recorríamos la reserva viendo elefantes, leones, jirafas, pájaros y búfalos y por las noches, organizábamos juegos de cartas y backgammon. La semana siguiente fuimos al Masái Mara, donde nos hospedamos en Angama Mara, un nuevo hotel/campamento que nos brindó nuestra propia camioneta privada con guía. Aterrizamos en la pista del hotel, a sólo unos minutos de nuestro cuarto... Nada de aeropuertos o trámites.
–¿Qué fue lo que más te cautivó del viaje?
–[Lo piensa unos segundos]. Cuando llegás a África sentís que el resto del mundo no tiene sentido, todo cobra una perspectiva distinta y de repente ves lo que realmente importa. De todo lo que recorrimos puedo decirte que el Masái Mara me encantó: por la cantidad de animales salvajes, la sabana interminable... Fue una experiencia única. Este año no había gente y no vimos ni un auto en toda la semana que estuvimos ahí. Fue un lujo pero, a su vez, me resultó muy preocupante ver el impacto de la crisis en esta comunidad.
–¿Cómo lo vivió Sakura?
–Al principio estaba fascinada, con un poco de miedo a los animales más grandes, pero al final se acostumbró a verlos tan cerca y después ya sólo quería jugar con el perro y las lagartijas de la casa.
–¿Qué te dejó esta experiencia?
–Me devolvió el gusto por viajar, me dio perspectiva y ganas de aportar a un mundo mejor, donde protejamos a los niños y al planeta ante todo lo demás.
–¿Tenés alguna anécdota divertida que quieras compartirnos?
–Sí, el último día estábamos frente a tres leones en la camioneta y frenamos para observarlos. Sakura justo estaba durmiendo, pero se despertó de su siesta y lo primero que preguntó, con los leones frente a ella, era dónde estaba el perro con el que había jugado días anteriores. [Risas]. No podíamos creerlo... pero soy gran creyente de que todo la nutre, que por más que no se acuerde de esta experiencia, todo va a ayudarla a crecer como persona, a adaptarse a nuevas circunstancias y a convertirse en una persona fuerte y sin miedos.
AYUDAR A LOS DEMÁS
Lejos de su casa en París, la it girl no sólo tenía pensado disfrutar de la naturaleza salvaje de Kenia: su objetivo también incluía planificar un futuro viaje al lugar con fines solidarios. Así como en abril pasado organizó el remate A Little Something a beneficio de Médicos sin Fronteras –recaudó 88 mil dólares–, Chufy tiene puesta toda su atención en la realidad social del país africano.
–¿Cómo surgió la idea de ayudar?
–Desde el principio del confinamiento me sentí muy incómoda con la idea de quedarme en casa, proteger a mi familia, a mí y a mis vecinos. En países como Francia, el gobierno suele ayudar a quienes se quedan sin trabajo, la seguridad social es estatal y pocos realmente se quedan sin comida en el plato. Sin embargo, me causa un malestar muy grande saber que al final de esta cadena sigue habiendo incontables niños sufriendo las consecuencias de nuestras acciones. Por eso me urge la necesidad de viajar a lugares como este, para ver con mis propios ojos lo que está pasando, compartir mis experiencias con mis conocidos y mi comunidad, traer atención a estas injusticias. En Kenia, por ejemplo, la violencia doméstica está creciendo a pasos agigantados: desde el confinamiento se reportaron más de dieciocho mil embarazos de niñas adolescentes, la mayoría por violaciones y la mutilación genital de niñas está volviendo en muchas comunidades... La gente se está muriendo de hambre.
–Contame de qué se trata la misión solidaria...
–La idea es organizar un viaje a Kenia con un grupo de amigos en los próximos meses para hacer foco, mayormente, en el trabajo comunitario. Con las donaciones y los fondos recaudados de los viaje-ros, una ONG – probablemente sea Save The Children International– se ocupará de distribuir comida en comunidades de extrema pobreza y también ayudará al desarrollo infantil en villas locales.
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