Surf sólo para ellas: otros viajes de chicas
Deportes, yoga y hasta navegación son algunas de las premisas que hoy juntan a los grupos de mujeres en busca de nuevos destinos
Fue sin dudas una piedra basal. El enorme movimiento que generó la iniciativa de la publicista Andy Clar con “Chicas en New York”, que de blog mutó a experiencias de viaje reales y hasta a best seller, fue una clara evidencia de que había muchas mujeres con ganas de viajar en comunidad. Y así como muchas llegaron con ella a la siempre efervescente Nueva York, tantas otras empezaron a plantearse la posibilidad de hacer una travesía similar. Solas, pero no tanto, porque del otro lado comenzaron a surgir distintos programas de viajes que reunían a aquellas con esas ganas, llevándolas a las ciudades más clásicas, pero también –y sobre todo más recientemente– a destinos más exóticos con fines de deporte, aventura y conexión con uno mismo y el entorno. En tiempos en los que la camaradería entre mujeres parece estar construyendo lazos aún más fuertes, estas propuestas ganan terreno y adeptas.
La experiencia completa
“Comenzamos a planear el proyecto el año pasado en un viaje a Chapadmalal. Mi socia, Loli Lanusse, surfea desde que tiene 9 años y es instructora, pero como mujer en el ambiente, sabe que es un deporte muy competitivo e individual, que para las chicas puede ser cruel. Por eso empezamos a pensar en la posibilidad de hacer viajes de surf sólo para mujeres”, relata Pía Neira, hoy cofundadora de Dela Surf Trips, que está en este momento en su segundo viaje a Florianópolis, Brasil, y ya tiene fechas agendadas hasta marzo del año que viene. “Hoy hay un movimiento de empoderar a la mujer, permitiéndole relacionarse libremente con aquellas cosas que le gustan y compartirlas con otras, y quisimos darles una posibilidad en ese sentido”, explica.
Así, crearon un programa en el cual les proponen a seis chicas viajar (en esta primera etapa, a Florianópolis, aunque no descartan expandirse a otros destinos) y pasar una semana tomando clases de surf y yoga, conviviendo en una casa y comiendo comida natural y saludable, ideal para el deporte. Desde el primer viaje se encontraron con gran interés y grupos muy heterogéneos, llevando mujeres desde 19 a 37 años, casadas, solteras, con y sin hijos. E increíblemente, todas principiantes, algunas sin siquiera haberse subido jamás a una tabla, aunque más no fuera en una lección de verano aislada. “En siete días tienen seis clases de surf a la mañana, y por la tarde tienen yoga. En el medio, si bien hay devoluciones de videocoaching con respecto a cómo lo hicieron, tienen bastante tiempo libre, porque es una actividad que exige levantarse muy temprano y requiere gran esfuerzo físico. Y la idea es que también puedan disfrutar de la playa y descansar”, cuenta Neira.
A la vez, el precepto de alquilar una casa y propiciar la convivencia en confianza, compartiendo cuartos y baños con trajes de neoprene colgando también apela a vivir “el verdadero espíritu del surf”, alejándose de la idea de viaje de lujo y glamour. “Están siempre bien cuidadas y la casa es muy linda, pero la idea es compartir. Porque el surf es un deporte individual, pero cuando lo compartís suceden cosas muy lindas, como que una se pare en una ola y todas las otras estén festejando y arengando atrás”. Y en este sentido, entra en juego la comunidad femenina, haciéndose especialmente fuerte en este contexto de conexión vital con el entorno, tan lejos de todo lo conocido y la zona de confort.
“Éramos todas muy diferentes y parecía que sólo nos unían las ganas de hacer surf, pero nos hicimos reamigas y nos contamos mucho de nuestras vidas, cuestiones muy íntimas. ¡Hasta lloré la noche antes de volver!”, confiesa Delfina Popelka, de 19 años y parte de la primera camada viajera, que ya está planeando volver el año que viene.
En busca de la transformación
En esta nueva impronta de viajes, la clave parece ser justamente recuperar la conexión con uno mismo, y a partir de entonces lograr abrirse a nuevas experiencias y amistades. Así se vive también en los retiros que propone Dafne Schilling, creadora de la disciplina Yoga Booty Ballet, que une meditación, yoga y ballet para una práctica intensa y renovadora. Con este foco, desde fines de 2014 realiza escapadas de fin de semana a Mar de las Pampas para entre 20 y 25 mujeres, y también ofrece viajes de cinco días a destinos como Mendoza, Uruguay (Carmelo) y Brasil (Isla Grande) al que asisten entre 15 y 17 participantes. “No sólo buscamos brindar las clases en un lindo lugar, sino que además propiciamos la conexión con la naturaleza y el contacto con el ambiente y el entorno. En los viajes más largos, complementamos las actividades con caminatas, salidas de rafting, kayak o distintas excursiones. Al conectar con el exterior también te conectás con el entorno interno”, describe Schilling, que cuenta que en Mendoza se armó una grata experiencia gastronómica uniendo yoga y vino, y que para junio del año próximo ya tienen un nuevo destino más ambicioso en carpeta: Ibiza.
También en su grupo se ve el ansia heterogénea de mujeres que quieren viajar y probar actividades distintas. “Vienen muchas chicas solas de todas partes del país, y hasta desde Uruguay y Chile, que varían entre los 20 y los 60 años. Hay casos de mujeres que quieren viajar solas y no se habían animado hasta ahora porque no encontraban un formato así, muchas que tienen amigas que están de novias, con maridos o hijos y entonces no tenían con quién compartir un viaje de este estilo. Y hasta madres jóvenes que quieren hacerse una escapada”, ilustra la especialista, que asegura que en el 100% de los casos el resultado final es la amistad. “Se genera una comunidad que hace que la experiencia realmente sea transformadora. No volvés siendo la misma. Todas siguen en contacto y muchas vuelven a juntarse luego”.
E incluso cuando el grupo ya se conoce de antes, el desafío de realizar algo distinto también resulta diferenciador. Para Paula Albín, que a mediados de este año realizó un viaje con ocho amigas del colegio por las playas de Croacia en una goleta, la comunión femenina se hizo más fuerte que nunca, aún con tantos años de conocerse a cuestas. “Quisimos hacerlo para festejar toda una vida de amistad. Fue una semana charlando, riéndonos, tomando sol, comiendo riquísimo, generando nuevos recuerdos y estando 100% juntas. Creo que este tiempo que compartimos nos unió incluso más, y que no hubiera sido lo mismo si hubieran ido los maridos también”, reflexiona. Sofía Culasso Couceiro, parte de la camada de Dela Surf Trips, coincide: “Fue una experiencia superenriquecedora, no sólo por lo que aprendí de surf, sino por lo que significó haberme ido por primera vez con un grupo de mujeres solas. Me encantó cómo nos fuimos conociendo y apoyando entre todas, algo que no creo que hubiera sucedido si el grupo era mixto”.
Es indudable que el camino femenino está cambiando. “Nos gusta pensar en la mujer recorriendo lugares que antes no consideraba. Que desafía su lugar en la sociedad no sólo desde iniciativas como Ni una menos, sino también en la construcción de su propia vida”, apuntan desde Dela.
Y así, el empoderamiento femenino llega a la sociedad toda, pero también al trabajo, la familia, el entrenamiento, la alimentación, y, por qué no, los viajes.