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 • HISTORICO

Tan parecido al amor




Juan,
¡Felicitaciones por todo el esfuerzo que estás poniendo en tu música! Nada mejor que invertir el tiempo en lo que amamos.
Acá en Buenos Aires, aparte de trabajo, estoy teniendo largas charlas emocionales entre amigas.
A veces me pregunto por qué nos cuesta tanto. Estoy hablando del amor. ¿No debería ser más sencillo acaso?
No deja de impactarme cómo muchas veces las mujeres seguimos justificando la falta de interés y la distancia de los hombres con los que emprendemos una relación. Hasta nos culpamos.
Para dar un ejemplo – de varios-, hace poco una amiga me contó que conoció a alguien especial: "Me sentí tan cómoda. Nos abrimos en una charla tan profunda y nos dimos unos besos tan lindos.", dijo.
Pero él no volvió a llamarla. "Quizás está asustado porque se abrió demasiado y le dio vergüenza. Convengamos que tiene un pasado muy complicado", nos escuché diciendo hace poco .
Hablando de relaciones fallidas, muchas otras veces nos encontré apelando a viejos recursos de auto convencimiento como: "cuando ponga su vida en orden se va a abrir más al amor"; o "quizás tiene demasiado trabajo", "quizás debería ignorarlo y así esté más pendiente", "sería mejor mimarlo mucho más y tal vez se enamore", "no voy a ser tan pesada", "voy a darle las mejores noches de su vida". En fin, unas cuantas sentencias tontas, llenas de energía mal orientada y perfeccionismo. Estrategias muy mentales cargadas de soberbia. En vez de darnos cuenta que simplemente no nos quieren, elegimos creer que podremos enamorarlos y que nos van a elegir. Se llama soberbia, sí.
"Basta, la verdad es que tengo que aceptar que simplemente no le intereso", me dijo una amiga el otro día mientras me contaba lo que había pasado con un hombre que conoció hace un tiempo. "No le gusto. Si le gustara ya me hubiera dicho de vernos de nuevo y estaría pendiente."
Y sí. Creo esa es la pura verdad. Si el hombre siente, actúa. Nada lo frena: ni sus planes, ni sus complicaciones, ni su falta de dinero, ni su credo, ni sus obligaciones, ni nada. Nada. Creo que casi todas las mujeres conocimos esa diferencia. Cuando al hombre realmente le gusta una mujer, olvida si está mal llamar cada día, no le interesa ir a un cumpleaños familiar con tal de verla, no conoce de vergüenzas ni horarios. El hombre que te quiere, quiere tenerte.
Todo lo demás son excusas.
Y es tan difícil a veces no creer en esas excusas cuando el hombre en cuestión nos gusta mucho. "Si nos miraras de afuera", me dijo otra amiga, "dirías que somos una pareja muy feliz. Yo cocino, él me observa sonriente, miramos pelis y yo me duermo sobre su pecho con una paz increíble. Pero él sólo se acuerda de mí cuando está aburrido. Sino ni le interesa saber cómo estoy. No llama. Me da rabia que no se dé cuenta de la química que tenemos. Cuando estamos juntos se parece tanto al amor."
Comparto esta canción para que escuches mientras seguís leyendo:
Es que sí, a veces se parece mucho al amor.
En esos casos se vuelve casi imposible no justificarlos. Se hace tan difícil no tejer estrategias y colgarnos con fuerzas de sus excusas......
A mi me pasó eso de que se parezca tanto al amor. Es más, para mí era amor.
Pero supe que tenía que soltar. Las experiencias del pasado me sirvieron como aprendizaje. Tenía que dejarme guiar por esa sensación de angustia en mi pecho. Una angustia por saberme no querida. No querida desde el sentir real, completo. Ese sentir del hombre que no pone excusas mentales.
Es difícil soltar cuando uno está enamorado. Más cuando uno cree que podría funcionar si tan sólo el otro se diera cuenta.
¿Sabés cómo podría describir mis últimas sensaciones al experimentar algo así?
Como si estuviera sumergida en el fondo de un océano. Sumergida apenas unos metros por debajo de la superficie. Veo el sol. Doy brazadas fuertes, enérgicas para alcanzar ese cielo azul y ese aire puro que se vislumbra a través del muro de agua cristalina, y sin embargo, mis pies se enredan cada vez más entre algas. Estoy atascada. Recurro a todo tipo de estrategias para deshacer los nudos, pero cuanto más me muevo, más me enredo. De pronto todo parece tan complicado.
Por suerte y gracias a las enseñanzas de la vida, recuerdo que ya no quiero estrategias. ¡Las siento tan mentales y me demandan tanta energía! Y ahí, cuando me regresa esa certeza, logro quedarme un segundo quieta, giro para observar la situación y caigo en la cuenta de que tengo que dejar de dar vueltas. En ese instante corto con todo aquello que me tiene atrapada y nado hacia la superficie. No era tan complicado.
Desde la superficie miro esas vueltas, nudos y marañas atascadas que quedaron hundidas. Son presiones personales, sociales, viejos hábitos. También puedo ver esa relación, ese amor que no estaba funcionando. Deseo con todas mis fuerzas que ese amor también deje de lado los movimientos mentales, llenos de miedos disfrazados de estrategias; quiero que corte esas algas y nade a la superficie conmigo para tan solo sentir juntos, sólo dejarnos acariciar por el sol, dejarnos invadir por el instante maravilloso y fugaz de la vida.
En medio de esas sensaciones, también me tienta volver al fondo para cortar yo con lo que lo atrapa al otro, pero sé que eso no es posible. Eso también es soberbia.
Sé que sólo nosotros somos capaces de liberarnos de nuestros nudos. Si me sumerjo nuevamente, en vez de liberar, voy a enredar aún más y yo voy a quedar nuevamente atrapada. Y como dije, ya no quiero quedar atrapada en estrategias y vueltas mentales. El amor es más sencillo. No quiero olvidarme de eso.
También es cierto que el amor puede atravesar por todos los climas y tormentas porque son parte de nuestra naturaleza. Pero estoy convencida que no es un sentimiento que se justifique mentalmente; el amor se siente o no se siente. Y se tiene que sentir de a dos.
Beso,
Cari

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