"Tenemos alta tolerancia a la corrupción"
El ex piloto que tras el accidente de Lapa se convirtió en una suerte de profeta del peligro, encontró en el cine una poderosa herramienta de denuncia. Sin miedo y con un nuevo documental por estrenar, ahora va por más
Enrique Piñeyro jura que cuando tenía tres años ya podía distinguir un DC-8 de un Boeing 707. Nada lo irritaba más que cuando un adulto le decía: "Mirá el Boeing 707", y él, de lejos, se daba cuenta de que era un DC- 8. A esa edad, ya sabía dos cosas: que quería ser piloto y que no siempre se puede confiar en los adultos.
Lo que Piñeyro no se imaginaba es que más tarde, después de cumplir el sueño de volar aviones y tener que abandonar el aire por las peligrosas condiciones que se le imponían, se iba a convertir en un director de cine de denuncia. Tras haber descubierto y advertido la posibilidad de un accidente en la aerolínea Lapa, poco tiempo antes de que sucediera, en 1999, el ex piloto decidió renunciar e invirtió su nombre y dinero en realizar Whisky Romeo Zulú, una película de ficción en la que contaba la historia detrás de su premonición, nada sobrenatural.
Ese fue el puntapié inicial que lo llevó a meterse de lleno en el cine, en el cual ya había incursionado como actor y con el que comenzó su productora, Aquafilms. Entre las coloridas paredes y los inmensos monitores Mac que pueblan las oficinas de su productora, ubicada en un coqueto PH de Palermo, el director se sienta a hablar con LN R , en un tono de voz siempre bajo, aun cuando muestra -una y otra vez- una inequívoca y permanente indignación.
Es que, justamente, la indigación funciona como motor en los films de Piñeyro, incluido El rati horror show , su nuevo documental, que codirigió con Pablo Tesoriere. Este trabajo del director de Fuerza Aérea S.A. , que se estrenará el 16 de este mes, pretende probar la inocencia de Fernando Carrera, que está cumpliendo una sentencia de 30 años de prisión por robar y atropellar a tres personas que murieron durante una confusa persecución policial.
"Me importa que pasen cosas en la realidad cuando hago una película -distingue Piñeyro-. Algún día haré una comedia para divertirme, en la que no haya que denunciar a nadie ni muera nadie." Por ahora, eso no le resulta posible, no solamente porque sigue topándose con temas complicados, sino porque, además, su fe en el poder del cine como herramienta de denuncia se mantiene intacto: "Lo único que sé hacer es volar aviones y, malamente, hacer películas. Esas son las herramientas que tengo a mi disposición para cambiar algo, porque todas las demás soluciones que se me ocurren son ilegales. Tenemos que valorar la vida como sociedad, no podemos seguir así porque, si no, nos va a pasar algo; somos todos prevíctimas".
El enemigo que le hizo renunciar a volar y embarcarse en la aventura de hacer películas de denuncia sigue siendo el mismo contra el que se enfrenta en su nuevo film: la corrupción. "Este es un país muy raro -reflexiona-. De chico te dicen que no hay que mentir y que hay que cumplir con la ley. Cuando sos grande y querés cumplir con las reglamentaciones, te dicen: «Pará, flaco, vos no entendés cómo funciona esto». Tenemos una tolerancia altísima a la corrupción."
Para el director, esta infección que aqueja a la Argentina es un legado del pasado más oscuro de nuestro país. "La ley de obediencia debida tiene que ver con el accidente de Lapa. Es una consecuencia directa. Si vos les decís a unos tipos que pueden violar, torturar y matar si se lo ordena un jefe, ¿cómo le decís a un piloto que no se lleve un avión destruido si se lo ordena un jefe?" Aunque aclara que está de acuerdo con la revisión de lo sucedido en los años 70, dice que le preocupa especialmente que se pase por alto la condición de universalidad de los derechos humanos. "Hay que entender cómo en el presente se están violando los derechos humanos y cómo las consecuencias de esa cultura de desprecio por la vida y del autoritarismo sigue vigente y está amparada por el Estado." En este sentido, pone en duda que exista una voluntad política de cambiar las cosas. "En enero de 2009 desapareció Luciano Arruga de la comisaría de Lomas del Mirador, ¿vos escuchaste a Scioli o a la Presidenta o a alguien referirse a esto?, ¿no les llama la atención que aún haya desaparición forzada de personas?", dispara.
"Si no sos creíble, no sirve"
Descreído de la política tradicional, el director piensa que la única manera de lograr un cambio es trabajando desde otro lugar, que en su caso es el cine. "Acá armaron un club tan bien armado que, si ponés un pie adentro, en ese instante perdés tu credibilidad. Y si no sos creíble, todo lo que estás diciendo no sirve. Hay que buscar formas alternativas de influir políticamente sin caer en esa trampa." Como ejemplo pone a Juan Carr, cuya organización, la Red Solidaria, describe como "una de las fuentes más políticas de la Argentina, porque está llamando la atención sobre problemas muy graves, y lo hace con una efectividad notable".
La falta de prevención obsesiona al director, que fue criticado más de una vez por "asustar a la gente". "No estamos preparados para nada. Cromañón va a volver a pasar porque no cambió nada. Tenemos todos los avisos. Keivis no evitó Cromañón; el accidente de Austral no evitó el de Lapa. No aprendemos nunca. Lo de Marcela Iglesias, la chiquita a la que se le cayó una estatua encima..., la próxima se le va a caer a alguien un cartel de inmobiliaria", opina, subrayando su nueva cruzada contra los letreros que, apenas atados con un alambre, se suspenden sobre las cabezas porteñas. Ya denunció esto ante el ex jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Jorge Telerman, así como al actual, Mauricio Macri, sin respuesta.
Ser una suerte de profeta del peligro no es lo único que le valió críticas. El protagonismo que tiene en sus películas y su confianza ciega en sí mismo, también. "Estoy y voy a estar metido en todas las películas que haga porque es mi forma de comunicar. Pero hay una diferencia entre poner la cara y poner la cabeza, y eso no terminan de diferenciarlo. Si quiero hacerme el lindo me invento una película en la que soy el galán, hago dos meses de pesas y salgo divino. No se trata de eso", se defiende, ofreciendo una muestra del humor irónico que caracteriza su discurso.
También se lo critica por el despliegue de recursos económicos que se advierte en sus películas, como la omnipresencia de la tecnología en su último film, encarnada en diversos aparatos de su marca favorita: la de la manzanita. "Somos la única productora que puede hacer un largometraje entero en su oficina. Eso nos da la libertad de filmar cuando se nos ocurre. No dependemos de nadie. No le pedimos plata al Instituto de Cine. Sorry, gordo, si te molesta, lo siento mucho. Nosotros no alquilamos nada, compramos todo. La tecnología te permite ver y comunicar mejor."
Aunque dice tener la esperanza de que no le den más motivos para hacer películas de denuncia, está dispuesto a seguir realizándolas. A pesar de las amenazas. Es cierto que, si pudiera volver a volar, tal vez dejaría todo. Pero filmar le resulta un buen plan B: "En vez de comprarme una Lamborghini Diavolo, me divierte y me resulta más útil hacer estas películas", ironiza. Cumplido el sueño infantil de ser piloto, Piñeyro se dedica a exponer en la pantalla mentiras mucho más graves que confundir un Boeing 707 con un DC-8.
Perfil
- Nació en Génova, Italia, en 1956, y pasó su infancia en la Argentina.
- Estudió medicina y se especializó en medicina aeronáutica. Es investigador de accidentes aéreos.
- Actuó en Garage Olimpo , de Marco Bechis; Esperando al mesías , de Daniel Burman, y Música nocturna , de Rafael Filipelli, con quien también trabajó en Secuestro y muerte , interpretando al general Pedro Eugenio Aramburu.
- Forma parte del elenco de Dormir al sol , la aún no estrenada adaptación cinematográfica de la novela de Adolfo Bioy Casares.
- Como director, además de las premiadas Whisky, Romeo, Zulú (2005) y Fuerza Aérea S.A. (2006), realizó un documental sobre los últimos días de vida de la fotógrafa Gabriela Liffschitz.
- Su productora, Aquafilms, produjo La mujer sin cabeza , de Lucrecia Martel; El otro , de Ariel Rotter, y Cama adentro , de Jorge Gaggero, entre otras.
Investigación, documental y después
Enrique Piñeyro tiene una misión muy clara con El rati horror show , el documental que se estrenará este mes: probar la inocencia de Fernando Carrera y lograr que sea liberado. "Con El rati... estamos presentado un elemento nuevo: hay un testigo que corrobora la versión de Carrera, y lo presentamos como testigo nuevo -explica-. Eso solo amerita una apertura de juicio; ni hablar de todas las irregularidades que saltan, que son muchas."
Utilizando una estructura de investigación y cumpliendo el rol de detective -su editor funciona como una especie de Watson-, el director presenta diversas pruebas que van poniendo al descubierto una trama de corrupción protagonizada por la policía y el sistema judicial. La película muestra que se manipularon los hechos para encubrir un tiroteo en el que se hirió a Carrera cuando circulaba en su auto. Comerciante de 30 años, casado y padre de tres hijos, fue el único acusado en el caso conocido como "la masacre de Pompeya", en enero de 2005, por el que fue condenado en 2007 a 30 años de prisión por homicidio agravado reiterado y robo con armas. Actualmente cumple sentencia en Marcos Paz.
La historia llegó a Piñeyro a través de su hijo, que le mostró un video de YouTube de un programa de Nelson Castro donde hablaban del caso. Cuando el periodista Pablo Galfré y el cineasta Pablo Tesoriere fueron con su investigación para proponerle hacer un documental, fue como "una señal" para el director. Finalmente, los tres colaboraron para realizar la película, que se pudo ver por primera vez en el último Bafici, donde recibió una mención del jurado de Derechos Humanos.