Un repaso por la mirada de Claudio Destéfano sobre el horizonte gastronómico de Buenos Aires. Por Alejandro Maglione
Por Alejandro Maglione
Libro
En un doble intento, Claudio Destéfano logró que me llegara un ejemplar de su último libro “Hay otro partido-Historias, negocios y hallazgos del marketing deportivo”, que como es su costumbre, vino debidamente autografiado –Claudio autografía todos sus libros si los lectores se lo piden-, y en la primera ojeada vi que transitaba los temas que ama y maneja como pocos, el marketing que menciona tan claramente en el título.
Claudio
Creo que ya no debe haber nadie en el mundo empresario local, que no conozca al inefable y polifacético Destéfano. Se podría decir que es el rey del Newsletter, porque con su equipo ha logrado elaborar un Newsletter casi para cada tema que le puede interesar a los Nº 1 de las empresas. Tiene un programa de radio una vez por semana, que se llama “Radiografía”, donde extrae de sus reporteados una visión de sus personas que no es la que normalmente sale en el curriculum vitae. Y un sinnúmero de actividades vinculadas con el periodismo.
¿Entonces? Y entonces resulta que me pongo a leer el libro. En la “Sala María de los Reyes Martín” -el libro no se divide en capítulos, sino en “salas”- aparece el subtítulo: “Esa utopía de comer afuera”. El autor le dedica 20 páginas a una puja con su esposa, la mencionada “Reyes” como la llaman en la familia, por decidir adonde ir a comer afuera, en un día de ficción en el que parece que la fiel ama de casa se tranca y decide no cocinar, y en cambio le propone a su amante esposo salir a comer afuera.
La puja
Entonces la puja nos trae al título de esta nota, porque es la oportunidad que encuentra Destéfano para demostrar el exhaustivo conocimiento que tienen él y su esposa de lugares donde ir a comer en Buenos Aires y otras ciudades del mundo. Lo cual me pone en cierta desazón porque pareciera que realmente no importa a qué periodismo o actividad uno se dedique, la tranquera está abierta a que todos nos sintamos convocados a hacer nuestro aporte al conocimiento de la gastronomía.
A veces, la exhibición de conocimientos es honesta porque quien más quien menos algún asado ha preparado en la vida, si es hombre, y si es mujer las probabilidades de que madres o abuelas, las hayan incorporado al quehacer doméstico culinario, antes de ellas alcanzar la edad de la independencia laboral-intelectual en cualquier sentido vocacional, son muy altas. Tocar estos temas suele atraer invitaciones a degustaciones, a conocer restaurantes, nos llegan cosas a nuestras casas, por ahí aparece hasta alguna invitación a viajar. El asunto es tentador, no se puede negar.
Artistas
El listado de artistas de diversas partes del mundo, que han aprovechado para agregar unas modestas monedas en la faltriquera pasando sus recetas a sus admiradores es alta. Los artistas se defenderán diciendo que la televisión se ha inundado de cocineros y cocineras que hacen las veces de artistas-periodistas, porque hasta se encuentran programas de entrevistas mientras la cámara muestra como se fríe la natural loncha de salmón ahumado, bandera nacional de la alta gastronomía con pretensiones.
No a la inversa
Lo que resulta más excepcional es que un periodista enogastronómico se luzca opinando de deportes, mecánica, política, moda o arte. No quiere decir que no lo haga en su vida privada, en rueda de amigos, o en la mesa familiar, si es que alguno la tiene todavía. Pero es poco probable que se dedique profesionalmente a escribir sobre estos temas ajenos a la especialidad que lo llevó a la notoriedad. Toda una injusticia, por decirlo de alguna forma.
Claudio dixit
Vamos a volver al capítulo o “Sala” del libro de Destéfano que estamos comentando, porque me da la sensación que ha habido un poco de deambule de mi parte. El libro narra que la primera propuesta salió de la boca del patrón de la casa: “Vamos a LxF”. Reyes, como le hubiera hecho yo, cortó por lo sano: “…no quiero convivir con una pelotita mientras comemos”. Y retrucó: “Me encanta Hipólito Restó & Arte, o el Café Tortoni…o El Perro Andaluz…o Momentos en el Infinito en el 6º piso de la Galería Güemes”. Vino el retruco
“Ni a palos, se defendió Claudio…vamos al El Rey...el Hipopótamo…o la parrilla El Tano…que está vestido con muchos banderines de diferentes clubes” (sic). Indudablemente el hombre no distinguía el foie gras que le proponía Reyes, y se mandaba con una milanga con fritas como contrapropuesta.
Siguió adelante, sin dejarla respirar y dijo: “pizzería Pirilo….o Manolo en Bolívar y Cochabamba…Una alternativa cercana era La Brigada….que tiene una caja original con botines Sacachispas”. Valecuatro
Reyes parece que le puso la mano en la boca, y reclamando su turno de proponer, todo esto según aparece en el libro, nada es fruto de mi imaginación, disparó: “Pan y Arte”. No hubo caso, el recueste hacia lo fino no es lo de Claudio en esta etapa de su vida y dijo: “Banchero…suelo ir con mi hijo Martín a darle a una pizza de molde…”. Declara el autor, con la frescura del invasor de terrenos periodísticos en los que se siente impune.
Conquistador, sigue intentando: “El Obrero...lo tenemos cerquita”. A mí este bodegón me encanta, pero es evidente que la dama buscaba otro perfil de lugar para aprovechar su noche libre de obligaciones culinarias familiares, pero su marido no estaba dispuesto a entregarse sin pelear en la búsqueda de un lugar muchachero y deportista, así que la siguiente propuesta fue Los Campeones. Reyes alzó la guardia y miró para Palermo proponiendo Croque Madame que queda en el Museo de Arte Decorativo o el Café des Arts en el MALBA. Claudio contraataca y dice: La Dorita del Botánico, que luce en sus paredes bonitos retratos del Gauchito Gil y la Mona Lisa.
Asombroso
Así considero el conocimiento de Claudio de estos bares y restaurantes temáticos. Porque el libro sigue describiendo un ping-pong inagotable, en la que él tiraba 10 nombres y su mujer uno. Hasta llega a nombrar la cantina El Taladro, un refugio banfileño en una diagonal perdida de Martínez, al que alguna vez accedí llevado de la mano de ese enfermo por el club Banfield que es Marcelo Krebs, que incluso ahora, que sentó sus reales en México, pintó el escudo del club en el frente de la casa.
La historia termina
Disculpe que le cuente el final, pero es tan previsible: se quedaron a comer una pizza en la casa. Pero no es el fin de la historia, porque con una nueva tecnología, el libro es interactivo y permite que si uno se dirige a www.hayotropartido.com.ar resulta que aparecen las salas-capítulos para que usted pueda ampliar la información sobre los temas tratados. En este caso, ofrece fotos, menúes y más lugares donde la temática del deporte ocupa una prioridad sobre la gastronomía. Porque lo hasta aquí relatado es el 30% de lo que aparece en el libro a este respecto.
¡A callar!
Así que cuando terminé de leer, me mordí los labios y comprendí que debía aprender a callar. Claudio es una excepción a la regla del “zapatero a tus zapatos”, porque en este rubro gastronómico específico nos pasa el cepillo a más de uno. No lo he consultado, pero sospecho que ni el maestro Fernando Vidal Buzzi con su afamada Guía de Restaurantes a cuestas puede mostrar un conocimiento tan aquilatado como el buen Claudio, ante quien retiro mis dichos iniciales y me quito el sombrero. Destéfano, hasta para la gastronomía…¡un genio ché!
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