Toque electrónico
La escena dance argentina brilló en un año más que difícil, alcanzó todas las actividades culturales posibles y se impuso como el fenómeno musical de 2001
Esta vez no se admiten vacilaciones: 2001 quedará en el recuerdo como el año en el que se consagró a la música electrónica en el país. El año en el que la escena dance local mostró sus primeros síntomas de madurez, y no sólo fronteras adentro. Y el año en el que Buenos Aires irrumpió en el mapa mundial dance como principal polo de atracción de América del Sur. Primero, con el interés de una incontable lista de artistas (músicos y DJ) que juegan en la primera selección europea y norteamericana e insistentemente eligen nuestras pampas como uno de sus destinos favoritos para trabajar; después, por la atención que pusieron en este fenómeno -que aquí todavía vivimos como íntimo- y en sus protagonistas, los medios especializados alrededor del globo (el número de fin de año de la prestigiosa revista inglesa Muzik se refiere a Buenos Aires como el lugar donde la música dance "explotó"); y, finalmente, por la llegada del multipremiado festival Creamfields, en noviembre último, que contempló a la Argentina como una de sus nuevas sedes anuales antes que a España, Francia o Alemania, países ya consolidados por su historia musical en este género.
Este año, la electrónica tocó todo. Los beats no sólo tiñeron la atmósfera de los clubes -su ámbito natural-, sino que cambiaron el aire de un amplio circuito de bares y fueron parte fundamental de diferentes encuentros culturales. La electrónica tocó a los rockeros -cada vez menos reacios a los remixes y a la experimentación sonora-, a la arriesgada propuesta del grupo De la Guarda en su versión DJ Connection , a los ciclos multidisciplinarios del Recoleta y el San Martín, a las artísticas de los programas de televisión... La electrónica tocó todo.
Lejos de quedarse al margen del suceso, también varias emisoras FM salieron a pelear una batalla por la audiencia, sintonizadas en clave dance. Una contienda que -como bien se había pronosticado entonces- ganaron sólo un par de radios que actualmente muestran muy buenas mediciones de escucha, fruto de una programación donde priman los conceptos cualitativos y arrancan de raíz la antes difundida música lavarropas .
Mientras el rock edita cada vez menos en la Argentina, en 2001 llegaron al disco (y reincidieron) varios dee jays y bandas nacionales -en ese sentido, el formato Extended Play, el esfuerzo de sellos chicos y las producciones independientes hicieron bastante ruido-. Y reconocidos productores extranjeros -desde Howie B hasta Chris Allison, el hombre detrás de grupos como Beta Band y Coldplay que grabó en su sello a Acida- corrieron a fichar artistas argentinos para sumarlos a su misión.
Claro que todavía falta, que el techo es alto y el marco internacional lo sube más. Pero en estos doce meses que ahora viven su cuenta regresiva nada pudo opacar el brillo de una escena electrónica que consolidó sus noches, se nutrió de nuevos espacios -repletos, a pesar de la crisis que cala hondo en los bolsillos-, diversificó sus propuestas e insistió en educar a oídos atentos acerca de las diferentes ramificaciones del género.
El toque electrónico estuvo aquí, allá y en todas partes.